Su posición de país no beligerante no impidió que España mantuviera una neutralidad activa a favor del Eje, que, a través de Canfranc, permitió a Franco y al portugués Salazar enviar a los nazis un flujo continuo de alimentos, hierro y wolframio a cambio de lingotes de oro.
Así, se estima que entre el 16 de julio de 1942 y el 27 de diciembre de 1943, pasaron por Canfranc más 86 toneladas de oro nazi con destino a Portugal y España.
El jefe de la aduana francesa en la estación, Albert Le Lay, vio en su privilegiada posición una oportunidad de oro de causar daño a los intereses nazis y comenzó a trabajar como espía al servicio de la Resistencia francesa. Su actividad en la sombra contribuyó a que cientos de judíos, disidentes y soldados aliados lograsen pasar la frontera española camino de la libertad.
Cuando estos refugiados llegaban a la frontera, Le Lay los llevaba a comer al hotel del pueblo y apuntaba en libretas sus nombres. Más tarde, los ubicaba en escondrijos secretos de los convoyes, a veces lugares incómodos para viajar, pero que suponían la llave hacia un futuro mejor.
Además de actividades de sabotaje y de asistencia a refugiados, el funcionario francés colaboró en la comunicación entre los aliados y la Resistencia francesa a través de España, puesto que estando Francia ocupada, los mensajes entre Londres y los resistentes se transmitían mejor de forma más segura usando la Península Ibérica.
Le Lay escondió en los trenes diarios que unían Canfranc con Zaragoza numerosa documentación encriptada para los estados mayores de Gran Bretaña y Estados Unidos, y lo mismo en sentido contrario.
Los días como espía del francés terminaron en septiembre de 1943, cuando un soplón proveniente de Oloron (Francia) le advirtió de que dos miembros de la Gestapo se dirigían a Canfranc para detenerle por enviar documentación a la embajada británica en Madrid.
Su huida rocambolesca, con la policía española pisándole los talones, a través de España le llevó hasta Argel, donde entró a formar parte de la Francia Libre en el exilio.
Más tarde, participó en el desembarco de Provenza y fue uno de los primeros en alcanzar París cuando los alemanes aún estaban de retirada.
Una vez acabada la guerra, y después de recibir todo tipo de reconocimientos y medallas, se dice que el propio Charles de Gaulle ofreció a Albert Le Lay una cartera en el ministerio que él eligiera, pero prefirió regresar a Canfranc para pasar sus últimos años laborales como funcionario antes de retirarse definitivamente a Hendaya.
(C.Cervera)
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ESTACIÓN DE CANFRANC |