17 abril 2016

De cuando el "Invicto" patinaba ya

Teófilo y Visitación han decidido cambiar de coche, que el Seat 600 tiene ya unos añitos, doce para ser exactos, los niños han crecido y se les ha quedado pequeño.
Cuando salen a pasear se fijan en los coches que van viendo aparcados a lo largo de la acera. Después de ver los precios se deciden por un Simca 1200. Lleva razón el anuncio:
"Simca 1200: los coches son como una prolongación de las personas. Por eso sirven como signos externos de muchas cosas. Signos externos de riqueza, de poder, de nivel social, de lujo y, por supuesto, también de inteligencia. Como los Simca 1200."

El socio de Teófilo, Alberto Cabezón, como son siete de familia tiene más gastos y no alcanza a adquirir un Simca 1200. Al final se decide por el Mini Cooper 1300, 137.800 pesetas franco de fábrica y equipado con todos los adelantos: limpiaparabrisas de dos velocidades, encendedor eléctrico y luneta térmica.
Con el parque móvil acelerando hacia Europa, y creciendo vertiginosamente en calidad y cantidad, sólo falta añadir unas carreteras razonables e insuflar un poco de respeto por el Código de Circulación, a ver si conseguimos dejar de ser el primer país europeo en muertos por accidente de circulación.
En España no se puede hablar todavía de consumo desenfrenado como en otros sitios de Europa, pero los signos inequívocos se van manifestando. Dora, la mujer del Chato Puertas, está encantada con el autoservicio de neón y aluminio que han abierto en la zona comercial de Puerta de Hierro.
Ay, Gusti —le dice por teléfono a su amiga Angustias—, es que se compra de lo más cómodo. Tú entras en la tienda por un torniquete y coges un carrito y vas paseando por unos pasillos que tienen a un lado y a otro latas, sobres, pastas, botellas, ca-jas..., todo lo que se te ocurra. Tú vas echando cosas al carrito y al final llegas a un cajero que te cobra lo que llevas y toma nota para enviártelo a casa. Comodísimo, todo envasado y sin tener que esperar a que te pesen los garbanzos ni te midan el aceite. 
—No sé adónde vamos a llegar.
Por lo pronto mi Fonso, que ha estado en Andorra, viene diciendo que allí te dan el dinero sin firmar papeles, sólo con meter un carné del banco en un aparato.
—Eso ¿cómo va a ser?
Como lo oyes. Se llama tarjeta de crédito. Dice Fonso que es como en la feria. ¿Te acuerdas de la barraca aquella en la que metías dos pesetas en una raja y le dabas al botón de tu signo del zodiaco y por otra raja te salía un papel con tu suerte? Pues esto es lo mismo: tá metes la tarjeta, le das al botón de los dineros que quieres y por la rendija te da los billetes.
—¡Qué barbaridad, qué adelanto! Oye, pero en la feria era un hombre que había detrás del cajón.
—Eso le he dicho yo a mi Fonso, pero dice que todo lo hace una máquina muy pequeña. Para mí que es lo mismo, pero habrán metido a un enano.

El mensaje está claro: libertad, futuro, eficacia. Arruinadas por los autoservicios, cierran tiendas de comestibles y droguerías de toda la vida, las de diseño modernista y anaqueles de madera hasta el techo. En sus locales se instalan rutilantes qficinas de cajas de ahorros de moderno diseño con abundancia de aluminio, acero y cristal. Los carpinteros de madera se reciclan en carpinteros de aluminio.
Los que no acaban de reciclarse son los enchufados del Régimen, la apesebrada legión que lleva treinta años sin dar golpe. Oigamos un testimonio esclarecedor: "En 1974 gané mis oposiciones y me destinaron de funcionaria del Estado a la Delegación de Hacienda de Palma de Mallorca. En la oficina había otra compañera auxiliar y un inspector, pero también un teniente coronel, un comandante, un capitán, un teniente y un subteniente en situación de reserva. 
Dichos mandos llegaban a las 9.15 horas y a las 13.30 horas se iban cada cual a su casa. ¿Qué hacían en la oficina? Alguno curioseaba algún escrito antiguo, otros repasaban el Diario Oficial del Estado para enterarse de los ascensos y ceses de los militares y otros leían tranquilamente el periódico local. El trabajo de todos lo hacíamos las dos auxiliares. Creo que en todas las administraciones del Estado de España había cientos y cientos de emboscados como éstos, que ocupaban las plazas de otras personas y cobraban dos sueldos."

Trabajar, lo que se dice trabajar, es posible que no todo el mundo trabaje, pero a consumir se apunta todo quisque. Acercarse a Europa, ésa es la ilusión del español de a pie, que ve la tierra allende los Pirineos como el País de Jauja. Muchos obreros regresan a sus pueblos después de haber vivido en el extranjero como "trabajadores huéspedes" con ahorrillos suficientes para adquirir una finquita o una casa, para montar un bar o un taller mecánico.
Cuentan a parientes y amigos maravillas de la vida que llevaron allí, de lo organizado que está todo, de lo bien que funcionan esos países. No cuentan, por cierto pudor disculpable, las miserias y dificultades pasadas, los trabajos extenuantes o peligrosos ni la precariedad en la que han vivido para ahorrar lo que traen.
También contribuyen a la europeización de España los millones de obreros europeos que el señuelo de vacaciones baratas atrae cada verano a los hoteles de la costa mediterránea. Para el español, Europa es libertad (especialmente, libertad de costumbres), progreso, bienestar y, sobre todo, consumo.
La talla media del español aumenta a pasos agigantados y ya ha alcanzado la de algunos países europeos como el Reino Unido. Cada vez se ven menos españoles redrojos como Mediopeo o Alfonso Guerra, que revelen las deficiencias alimentarias que padeció la población española en los años duros de la posguerra. Es más, nunca se vio tanto gordo en el ruedo nacional. La gente empieza a hacer dieta, incluso hay anuncios de dieta.

En Marbella, el gueto para millonarios y gentes adineradas, abre sus puertas Incosol, una clínica de cinco estrellas donde te cobran un pastón por hacerte pasar hambre con cuatro calditos aguachinados. El impulsor de la idea, y uno de los principales accionistas, es el inquieto marqués de Villaverde, siempre explorando nuevos horizontes en los que satisfacer sus inquietudes profesionales.

(Información de Eslava Galán)

16 comentarios:

  1. Recuerdo que en una ocasión, en un pueblo extremeño le enseñaban a un anciano una nevera que dispensaba cubitos de hielos. El buen hombre parecía admirado del invento hasta que alguien le indicó que para que aquello funcionara tan sólo hacía falta suministrar agua al artefacto.
    El antes sorprendido, hizo un gesto displicente y dándose media vuelta comentó:
    -"Pues si hay que echarle agua, no sé dónde está la gracia".

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    1. DON ULTIMO.
      Son las cosas de esta España rural y campesina que además cree que lo "sabe todo".

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  2. Un retrato perfecto de la España del 74. Hay unas cuantas películas al respecto.

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    1. DON BWANA.
      Sí, el escritor Eslava es un maestro en el uso de la coña al describir los años aquellos de los 70.
      Y he pensado que el representante genuino, como actor, lo era LANDA y sus pelis.

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  3. Disculpe, Don Javier, pero Filomena me ha dejado traspuesto.

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    1. DON BWANA.
      Nada que disculpar porque prima Filomena deja en ese estado a la mayoría de los que la ven.

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  4. Yo soy del 70, pero en la retina aun tengo esa España descrita en las peliculas aquellas, las "españoladas" que se decian, pero que creo eran reflejo bastante fiel de la realidad.

    Los 2 rombos y todo aquello, las peliculas de PAco Martinez Soria.. que recuerdos.

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    1. SEÑOR OGRO.
      Me satisface que tengas recuerdos de aquella época a través de las pelis de Landa y Martinez Soria, las cuales eran,tal como comentas, un perfecto reflejo de la realidad. Sí había los dos rombos y antes durante más de 30 años lo de "pelicula exclusivamente para mayores y con reparos", aplicada por ejemplo a Mogambo.

      Los españolitos ibamos, según se abrían puertas, descubriendo coches europeos de los turistas (simples Peugeot-3 como máximo lujo), y otras novedades.

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    2. Quería decir PEUGEOT-303. Casi todo lo que los coches de ahora llevan de serie, entonces eran ACCESORIOS EXTRAS, por ejemplo la radio, los tapacubos metálizados o cinturones de asientos.

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  5. Mis recuerdos empiezan en los 80, pero vienen a ser similares al menos los de la primera infancia, supongo que porque a los pueblos todo llegó un poco más tarde. En casa no teníamos coche, ni tele en color, ni teléfono, ni calefacción centralizada (estufas de butano) y tampoco pasaba nada especialmente grave.... cuando necesitábamos ir de viaje mi padre cogía prestado uno de los de la serrería donde trabajaba, casi siempre un seat 1430-1600... poco después compró un Renault 6 GTL azul y ya pudimos salir de fin de semana y de vacaciones.

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    1. DON CSC.
      Simpáticos recuerdos los que traes. En sí lo mismo sucedía en toda España porque en los pueblos el gas era de bombonas, y teléfono en muy pocas casas lo había dado que se consideraba útil de oficina o de fábricas. En Madrid y en las grandes capitales lo tenía todo el mundo.

      Los coches más visibles en las carreteras eran Seat 1430, R-12 y R-6, Simcas y Minis.

      Lo que el gentío ansiaba, más que otra cosa, era liberarse del yugo totalitario de obispos y curas que imponían unas COSTUMBRES que ya hartaban. Que si prohibido bailar al "agarrao", prohibido el bikini, etc. etc. etc.

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  6. El Sábado vi una peli de Landa y Enma Cohen haciendo de fulana redimida que se casaban por poderes y pasé bastante vergüenza ajena en más de una ocasión, hay asuntos que bueno... pero otros resisten fatal el paso del tiempo

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    1. DOÑA MARIBELUCA.
      Bueno, había costumbres en la época que no eran muy adecuados para nuestra actual mentalidad. Lo que sí estaba claro era que la plebe sentiamos una inmensa ansia de CAMBIO DE COSTUMBRES, tras 30 años bajo la bota de los prehistóricos curas. Todo lo relacionaban con el sexo y todo era PECADO. Desde usar bikini a usar minifaldas o melenas los hombres. Hasta dejarse barbas luengas era considerado acto subversivo por los obispos y sus secuaces civiles tipo Arias Navarro.

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  7. Mis recuerdos empiezan avanzados los 80, con una vieja televisión en blanco y negro, el Renault 5 y un pueblo donde, miraras a derecha o izquierda, todo eran afueras, márgenes, campo y una tranquilidad que permitía a los niños jugar hasta caída la noche sin temor. Vacaciones ínfimas, unos padres siempre trabajando y una familia unida y feliz.
    Ningún miedo de los que ahora mortifican a la juventud, ningún odio de los que la corrompen.
    Buenos recuerdos, don Javier, para unos tiempos que no se repetirán.

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    1. DON HEREP
      Ese retrato que describes de la época de tu niñez, es idílico para estos tiempos.
      Lo cierto es que en pleno franquismo en casi todos los pueblos de España la única presión que sentían sus habitantes era la de los CURAS y sus moralidades de convento de ursulinas, coartando costumbres que en el resto de Europa eran el pan de cada día.
      Pero, efectivamente, no había esos miedos y amenazas que tenemos ahora entre las drogas (algo que hasta los altos ejecutivos empresariales consumen) y los "idearios" de los que nos quieren cambiar de modalidad de sociedad.

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