17 septiembre 2009

Cuelgamuros, primero y último

El último enterrado en la basílica del Valle de los Caídos no fue Franco, como mayoritariamente se piensa. Fue un alcalde catalán, de Villafranca del Penedés, fusilado en 1936 por el bando republicano. La inhumación se produjo ocho años después del enterramiento de Franco, en 1983, con el socialista Felipe González ya en
el Gobierno.

De las 33.847 enterradas en el Valle, inaugurado como gran sepultura del odio fratricida en 1959, sólo 133 han conseguido escapar de tan gélido paraje. Sucedió en 1980. Se trataba de personas fusiladas por el bando nacional.

¿Saldrá Franco de su sepultura como se ha pedido por los zapateriles?

Misa de 12 en la sierra del Guadarrama. Alrededor del altar mayor de la basílica, junto a las tumbas de Franco y José Antonio, nueve columbarios perfectamente ordenados esperan ser jaspeados por agua bendita. Dentro de las cajas reposan los restos de 133 caídos de la Guerra Civil que asisten, juntos a sus familiares, a la última plegaria que les dedican dentro de la cripta de la montaña. No participan los monjes benedictinos. Se han negado a intervenir en esta celebración, pero se han visto obligados a realizar las exhumaciones al recibir órdenes del Gobierno y de la autoridad eclesiástica. Es una despedida sin canto gregoriano. El adiós para siempre al Valle de los Caídos.

La irrepetible estampa sucedió el 18 de febrero de 1980. Gobernaba España la UCD de Adolfo Suárez y no se hablaba entonces de Memoria Histórica. Ese día, bajo la gigantesca cruz de granito que corona el valle de Cuelgamuros se celebró un funeral por el alma de 133 republicanos asesinados por el bando nacional en el verano de 1936.

Ofició la ceremonia un sacerdote navarro ajeno a la comunidad de monjes. Le ayudó el sacristán del monasterio benedictino. Los cuerpos llevaban enterrados en los laterales de la Basílica desde 1959, fecha en la que se inauguró el mausoleo. Durante 21 años, y sin que sus familiares tuvieran conocimiento de ello (pues nadie les informó del traslado desde la fosa donde fueron enterrados tras su fusilamiento hasta el Valle de los Caídos) fueron "caídos por Dios y por España".

Por primera vez (y única hasta ahora) unos cuerpos eran sacados de sus tumbas para decir adiós a esa enorme sepultura. En aquella España pregolpista, con Suárez que empezaba el declive, sus familiares consiguieron liberarles de aquella tumba y de su carga política. Apenas unos minutos después de recibir la bendición, las cajas antiguas (dado su deterioro) fueron sustituidas por otras nuevas y los huesos de esos 133 españoles fueron introducidos en un furgón fúnebre. Destino común, el lugar donde fueron ejecutados: nueve pueblos de la ribera de Navarra.

Y es que ni José Antonio Primo de Rivera fue el primero, ni el general Franco Bahamonde fue el último en el registro de inhumados del Valle de los Caídos. Antes y después aparecen los restos de otros españoles que completan las 33.847 víctimas de la Guerra Civil que, según los cálculos cerrados por la comisión, hay en Cuelgamuros.

José Antonio no aparece en el Registro que custodian los monjes en la Biblioteca del monasterio. El asiento número uno, reservado para él según fuentes del Patrimonio Nacional, está en blanco y sin rellenar. Lo mismo ocurre con Franco, quien tampoco consta en los asientos mortuorios ya que las tres inhumaciones inscritas en el año 1975 son de tres personas distintas al anterior jefe del Estado.

Antes, el día 17 de marzo, habían llegado los cadáveres de 75 muertos en Madrid. Fueron los primeros enterrados en el Valle de los Caídos, 17 soldados sin identificar, "héroes de la Cruzada Nacional" que ocupan la primera urna colectiva. El último caído no llegó hasta el año 1983, con el primer gobierno de Felipe González. Con el arribo de sus restos mortales, procedentes de Villafranca del Penedés (Barcelona), el pueblo donde había sido alcalde, a cuya plaza principal daría nombre durante la dictadura y cerca de la cual fue fusilado por los republicanos el 20 de agosto de 1936, se cerraba una cuenta pero no la controvertida historia del Valle de los Caídos.

No hay testimonios fotográficos de aquella ceremonia que se estima única. En total fueron 133 cuerpos los que se devolvieron a sus familiares después de su tránsito temporal por el Valle de la Guerra Civil.

En toda la ribera de Navarra las tropas nacionales realizaron una carnicería y se calcula que la cifra de ejecutados en la retaguardia pudo llegar a los 4.000 asesinados.

También es víctima de la Guerra Civil, pero en este caso son sus familiares los que deciden sacarlo de su localidad, la tumba en el cementerio de Villafranca del Penedés, para enterrarlo junto a los restos del general Franco. Pero en 1983, en plena democracia ya.

Pertenecía a una familia de propietarios agrícolas del Penedés en la provincia de Barcelona. Estudió la carrera de Derecho y fue el encargado del archivo municipal de Villafranca. Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera fue alcalde de Villafranca del Penedés como militante del partido Unión Patriótica. En los primeros meses de la Guerra Civil en Villafranca del Penedés fueron asesinadas 23 personas, todas ellas católicas y de derechas. También fueron ejecutados 13 sacerdotes.

Según el historiador Don Israel Guzmán "a los españoles se nos va la vida enterrándonos y desenterrándonos unos a otros."

Según un documento con su firma que fue entregado al abad benedictino del Valle, fue una orden directa del recién coronado rey, Juan Carlos I, quien instó al religioso para que recibiese y diera digna sepultura al que le había designado su sucesor en la jefatura del Estado.


Y ¿porqué no los dejan en paz a todos estén en donde estén enterrados?


No hay comentarios:

Publicar un comentario