12 agosto 2013

François Marie Arouet

En España todo lo relacionado, incluso su nombre, con uno de los intelectuales más importantes de Occidente para la cimentación de las libertades y los derechos humanos, así como sobre la tolerancia de ideas opuestas, es como citar la "bicha" a los andaluces.

Me refiero a Voltaire, cuyo nombre real era Francois Marie Arouet. Durante más de dos siglos una derecha integrista y semi-analfabeta ha establecido como principio básico indiscutible que la obra de Voltaire es demoniaca, y de ahí que algunos pocos intelectuales honrados se hayan esforzado (inutilmente) en tratar de demostrar que tal "demonio" es falso y que basta para comprobarlo con leerlo. Es el caso de Baroja en el XX y de Savater en el XXI.

Sin el menor éxito.

Por ello me he quedado a cuadros cuando un ciudadano del común, casi anónimo, y que firma Luján Palma ha remitido desde Toledo un comentario al respecto en una revista digital y ha situado a Voltaire como la figura gigantesca que es.

La azarosa vida de Voltaire, tanto en lo personal como en lo público, le ha llevado a pasar a la historia como un defensor de la libertad del ser humano. Desde sus ingeniosos y satíricos escritos hasta su actitud de confrontación a los diferentes ámbitos de poder imperantes, Voltaire es considerado un defensor a ultranza de la autonomía del individuo. Como buen ilustrado está convencido de la capacidad que tiene toda persona para tomar las riendas de su vida desde el uso de sus propias facultades, y encontrar así un desarrollo pleno de su persona. 

Embebido del liberalismo de la época, defiende los derechos naturales del individuo, y la lucha constante que éste debe llevar a cabo para no perderlos. Una lucha que debe ser también social, de todos los miembros de la sociedad, porque a todos compete la defensa de las libertades fundamentales y la mejora de esa sociedad en la que viven. 

Como consecuencia de ello, aparece la otra idea fundamental de su pensamiento: la tolerancia. Tolerar no es más que respetar las diferentes posiciones que otros pueden ofrecer ante unos mismos problemas o situaciones. Esta actitud y forma de pensar ha sido resumida por sus seguidores en una máxima que, al parecer, él nunca llegó a afirmar: "No comparto tu opinión pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla". 

Sea o no suyo, se trata de un adagio que encierra la esencia de la convivencia democrática. Esta ha sido la herencia que, desde hace más de doscientos treinta años, los europeos hemos recibido de Voltaire. Esta actitud  con la que salvaguardar la libertad de expresión de cualquier ciudadano, aunque esté en las antípodas del pensamiento propio, ha sido el mascarón de proa del barco de las demócratas occidentales durante estos más de doscientos treinta años.

En un país en el que quien vive en Barcelona o en Madrid  y no es  "aplaudidor" del equipo de furbo local resulta siempre ser un traidor a "a las esencias patrióticas aldeanas", a Voltaire se lo comen con patatas.


4 comentarios:

  1. Un gran personaje el que trae Vd. hoy a la palestra. Encarcelado varias veces en la Bastilla por sus opiniones; basta recordar lo que decía sobre el fanatismo de todas las religiones: "...es una enfermedad que se contagia como la viruela".
    Tampoco era suave su opinión sobre los gobernantes: "Una horda de ladrones y usureros".

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    1. DON BWANA
      Por todo eso y más tuvo que exiliarse en la Prusia de Federico II y en Rusia, además de vivir muchísimos años en Suiza.
      Sus ironías en "Diccionario filosófico", su cuento "Cándido", "Ensayo sobre las costumbres", etc. son una delicia, y escribió la mejor biografía sobre Luis XIV. Además era un gran matemático y dejo importantes novedades científicas en sus obras.
      Tuvo que refugiarse a vivir y morir en el el castillo de Ferney, entre Suiza y Francia.

      Aquí, ya desde entonces, los clérigos convencieron al gentío de que "volteriano" es equivalente a "diabólico" y así seguimos.

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  2. Hummm... ¿tolerancia?, pues no sé, yo no soy tolerante y me va muy bien, y esa tolerancia puede que acabe con Europa, esa tolerancia es la que ha puesto a los asesinos de ETA a vigilar a las gallinas.

    No niego su peso en la historia, pero hay que contextualizar y actualizar algunas cuestiones. Mejor verlo en su conjunto porque si nos fijamos en los detalles el argumento pierde valor.

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    1. DON ISRA
      Ves, complutense, cómo precisas de un repaso "humanístico" para adecuar tus controversias racistas al contexto post-absolutista. Me parece bien que no te gusten las delicadas féminas abertzales ni los negratas, ni los moros, ni los eslavos, ni los sudacas, ni los asiáticos, ni los germanos, ni los suizos, ni los belgas, etc. etc. porque en todo eso tú y yo NO DISCREPAMOS.

      Sin embargo si fueras un poco más volteriano aceptarías que los zerolos se paseasen en tanga por el Museo del Prado.

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