08 noviembre 2011

Cuando Churchill se iba "de copas"

La unión de los aliados contra Hitler no se forjó en los despachos, sino entre copas. Winston Churchill se valió de almuerzos y cenas de gala para conseguir lo que no obtendría ni en la más distendida reunión protocolar.

Creía que los encuentros cara a cara eran perfectos para lograr sus objetivos. Hasta la tan británica pausa para el té era útil a sus intereses. Sin embargo, en los casos de verdadera importancia, el primer ministro británico prefería las cenas.
"Si pudiera cenar con Stalin cada semana, no tendríamos más problemas con él", dijo Churchill al mariscal Montgomery en una playa de Normandía poco después del desembarco de 1945.

No siempre se salió con la suya, pero el desarrollo y desenlace de la Segunda Guerra Mundial muestran cómo una buena mesa y un gran vino pueden ser, en manos de un estadista seductor, auténticas armas letales. Así lo recoge el libro `Dinner with Churchill´, del que se reproducen algunas de las mejores escenas... y menús.

1941, agosto. A bordo del "USS Augusta". Gran Bretaña llevaba casi dos años en guerra con Alemania, y Estados Unidos se mantenía neutral. Francia había sido ocupada y, pocas semanas después de que Churchill fuese nombrado primer ministro, en mayo de 1940, Holanda y Bélgica se habían rendido a los nazis. Churchill lo tenía claro: era vital obtener el apoyo de EE.UU. para no perder la guerra. Pero en la campaña electoral de 1940, el presidente americano Benjamin Roosevelt había prometido no entrar en el conflicto.
Churchill tenía que verlo cara a cara. Era imprescindible. En enero de 1941, Roosevelt aceptó, por fin, un encuentro.

Un secretismo marcó la cumbre. El 9 de agosto, Churchill se reunió con Roosevelt en el barco USS Augusta, junto a la costa de Terranova. Para gran alegría del inglés, el presidente americano lo invitó a almorzar. Para reforzar la que sería denominada como una "relación especial" entre Gran Bretaña y EE.UU., Churchill dedicó varias horas a organizar un servicio religioso al día siguiente a bordo del navío británico Prince of Wales, en el que ofrecería un almuerzo decisivo. Decidió personalmente qué servirían a Roosevelt.

Quería platos `inusuales, de temporada y británicos´. Al final se decantó por la carne de urogallo como plato fuerte. Fue todo tan bien que, por la noche, cenó de nuevo con Roosevelt en el USS Augusta. La estrategia de rebajar temas candentes con placeres del paladar había resultado. Churchill tenía ya una relación personal con Roosevelt. Un paso crucial.

1941-1942. Navidades en la Casa Blanca. El 7 de diciembre de 1941, Japón atacó la base marítima de Pearl Harbor y Alemania declaró la guerra a EE.UU. cuatro días después. Churchill temía que la lucha contra Alemania se viera subordinada a una guerra estadounidense contra Japón en el Pacífico. Por ello creía esencial verse otra vez, cara a cara, con Roosevelt para convencerlo de una estrategia común, con Europa como teatro principal. Creía que solo allí ganarían la guerra.

Churchill llegó a Washington el 22 de diciembre de 1941. Su general de brigada, Sir Leslie Hollis, escribió: `La alianza angloamericana era entonces como acero sin templar: a los americanos los inquietaba que los británicos quisiésemos decirles qué hacer. Nosotros, en cambio, queríamos aclararles que no buscábamos dirigir la alianza, sino estar en ella como iguales´.

Muchos años más tarde, Alonzo Fields, mayordomo de la Casa Blanca en aquel tiempo, recordó la primera mañana de Churchill allí, el 23 de diciembre. El premier lo llamó a su habitación: "Vamos a llevarnos bien, ¿verdad...? -le dijo-. Me haría falta un gran vaso de jerez antes del desayuno, un par de vasos de güisqui escocés con soda antes del almuerzo y champán francés y coñac de 90 años antes de acostarme".
En los días siguientes, Roosevelt y Churchill se quedaron charlando, bebiendo y fumando hasta las tres de la madrugada. Estas largas sesiones siguieron durante tres semanas, para constante enfado de Eleanor, la mujer de Roosevelt.

"Mamá estaba de los nervios -recordaría Elliott, su hijo-, y cada tanto iba al salón a lanzar indirectas sobre la conveniencia de ir a dormir, pero Churchill ni se inmutaba". La noche de Navidad, Roosevelt y el estadista británico disfrutaron del banquete navideño en el Gran Comedor de la Casa Blanca, con más de 40 colaboradores y amigos. Tan exitosa resultó la churchilliana diplomacia de comedor que el general George Marshall se quejó de que Roosevelt solo hablaba de la guerra con Churchill, por lo que él y su par británico debían devanarse los sesos para saber qué tenían en mente sus jefes.

Agosto de 1942. Cenas en Moscú. Estados Unidos se sumó finalmente a la guerra en Europa: las tropas norteamericanas llegaron a Gran Bretaña el 26 de enero de 1942. Hitler había emprendido la ofensiva por sorpresa contra Rusia el 22 de junio de 1941. Por su parte, Stalin había firmado con el Reino Unido un tratado de asistencia mutua. Y Churchill creyó que su encanto personal (y gastronómico) seduciría también al bastante menos cordial líder soviético. El inglés empezó escribiéndole cartas en junio de 1940. Y en julio de 1941, él y Stalin ya intercambiaban felicitaciones de cumpleaños, hasta que el ruso acabó aceptando una reunión cara a cara.

Tras llegar a Moscú el 12 de agosto de 1942, Churchill fue agasajado con caviar y vodka, pero también con platos y vinos de Francia y Alemania. El premier británico, entonces de 67 años, esperaba un frío recibimiento en Moscú: su hostilidad hacia el régimen de Stalin era conocida. Llevaba, además, malas noticias: no iba a abrirse un segundo frente europeo para aliviar la presión que sufrían las fuerzas soviéticas en el frente oriental.

Todo empezó así con mal pie, pero a Stalin le gustó escuchar los detalles sobre los bombardeos británicos de Alemania, y la reunión terminó en una atmósfera de cordialidad. No obstante, el diálogo del día siguiente resultó infructuoso. Churchill no pudo arrancar a Stalin nada que no fuese la repetida exigencia de abrir un segundo frente.

El menú servido en el banquete de despedida no reflejó las carencias en la asediada Unión Soviética: caviar, caza, cordero lechal y esturión al champán. Los brindis fueron interminables. A las 19.00 h del día siguiente, Churchill fue a despedirse de Stalin, pero este lo invitó inesperadamente a tomar unas copas en el Kremlin.

"Siempre estoy a favor de una política de ese tipo", sonrió el inglés. Stalin descorchó una botella tras otra y aquello se convirtió en una cena. Al principio, Stalin no probó bocado, pero tras cuatro horas de charla se produjo un avance significativo.

"De pronto, Stalin empezó a comer con auténtico apetito. Me ofreció una cabeza de cerdo, que rechacé. La atacó entonces y se la comió llevándosela a la boca con el cuchillo. Luego cortó las mejillas del animal y las devoró con los dedos". Si Churchill se sintió asqueado, su sensación de triunfo por haber roto el hielo compensaba el espectáculo. Inmediatamente, envió un telegrama a Clement Attlee, el primer ministro en funciones en Londres: "Acabo de cenar durante seis horas con Stalin y Molotov, a solas. Nos hemos despedido en los términos más cordiales y amistosos".

Teherán, noviembre de 1943. El resultado de la guerra distaba de ser seguro. La primera reunión de Roosevelt, Churchill y Stalin se realizó en la capital de Irán, para determinar dónde concentrar los recursos militares. El 28 de noviembre Roosevelt, que veía a Stalin por primera vez, ofreció una sencilla cena norteamericana: filete de carne con patatas. Stalin fue el anfritrión la noche siguiente, en una cena más íntima, con grandes resultados. Las bromas que Stalin dedicó a Churchill, secundadas por Roosevelt, interesado en cimentar su relación con los soviéticos, provocaron que la noche fuera aciaga para el inglés, que aguantó el tipo. Él mismo planificó la cena del 30 de noviembre, día en que cumplía 69 años. Una vez más, supervisó todo al detalle. Stalin llegó malhumorado. Accedió a que lo fotografiaran bajo el escudo real británico, pero rechazó uno de los cócteles tan del gusto de Roosevelt y rehusó estrecharle la mano a Churchill.

Con la comida todo mejoró: trucha asalmonada del Caspio, champán y vinos franceses y persas, que facilitaron los numerosos brindis. La cena limó asperezas, y en el almuerzo del día siguiente los tres líderes acordaron una crucial estrategia para la victoria final: la operación Overlord, el asalto a Europa continental por las playas de Normandía en mayo de 1944.

Yalta, febrero de 1945. El desembarco en Normandía, del 6 de junio de 1944, había sido un éxito; en agosto de ese mismo año, norteamericanos y británicos liberaron París, y en septiembre entraron en Alemania. En enero de 1945, los soviéticos liberaron Varsovia y Cracovia. A Churchill le interesaba ahora determinar el futuro de Europa tras la guerra. Y aspiraba a resolver el problema planteado por Polonia.

Roosevelt quería establecer una institución de posguerra que mantuviera la paz mundial. Stalin se negaba a todo, casi por regla. Pero volvió a colmar a todos con botellas de champán helado y bandejas con caviar. La primera cena oficial, a cargo de Roosevelt el 4 de febrero, fue típicamente estadounidense, pero se bebió vodka y "cinco tipos de vino". El 8 de febrero, Stalin montó su propia cena en el palacio Yusupof. Hubo 20 platos y 45 brindis. Churchill daba buena cuenta de más y más botellas de champán del Cáucaso, Stalin estaba de un humor excelente y Roosevelt decía que la atmósfera era `familiar´.

El 10 de febrero fue el turno de Churchill: caviar y una mezcla de platos occidentales y rusos. Hubo brindis, desde luego, pero nadie se embriagó. Roosevelt ya no vaciaba su vaso tras cada brindis, y Stalin le echaba agua al suyo cuando nadie lo veía. Churchill, en cambio, aguantaba bien y lisonjeó a Stalin, haciendo un llamamiento a que los aliados siguiesen unidos y condujesen al resto de las naciones "a la luminosidad de la paz victoriosa".

Pese a sus acreditadas dotes persuasivas, fue incapaz de lograr una Polonia independiente, uno de sus principales objetivos. La condición de potencia mundial de Gran Bretaña disminuyó cuando las tropas estadounidenses invadieron Europa desde el oeste y los soldados soviéticos, que duplicaban a los alemanes, avanzaron desde el este.

Roosevelt no llegó a ver estos hechos: murió de hemorragia cerebral el 12 de abril de 1945, tras finalizar la contienda. Su vicepresidente, Harry S. Truman, ocupó su lugar en Potsdam, la siguiente y última reunión de los tres grandes... entre copas.



NOTA BLOG
A pesar de sus comilonas y vaciamientos de botellas, murió a los 91 años. Y fumaba.


20 comentarios:

  1. Yo creo que Roosesevelt las palmó de estas comilonas. Tengo algunas biografías y parece que eran banquetes al estilo bodas gitanas, duraban mas que horas días. Stalin podía estar un par de horas soplando en plan novio de mesa en mesa y sin probar bocado. Cuando creía que todo el mundo esta bolinga, entonces se apretaba un cochino y volvía a la carga con los brindis. Pero con Churchill esto no le servia. Menudo era el Britis y sí las palmo bien viejo después de haber bebido y fumado por siete de nosotros.
    Saluditos.

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  2. DON ZORRETE
    Como dices, el ruso era ruso y podía tragarse una bodega él solito, pero el inglés éste aguantaba lo que le echaran.
    Y ya tenían aguante, redíos. Qué tíos.

    El Truman tiene cara de panoli al lado de esos dos zorros que aparecen a su lado.

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  3. octopusmagnificens

    Gracias por lo que dices.
    Un cordial saludo.

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  4. Vamos, que cuando aparecen juntos y sentado, posiblemente estaban así por una resaca descomunal y/o indigestión.

    Al margen, ya había leido las míticas capacidades de Churchill para con el alcohol. Tengo leido que no solo consumía unas cantidades industriales del mismo, sino que además esto no mermaba en absoluto su inmensa capacidad de trabajo. Y murio a los 91, ¡que tipo!.

    Por lo que leo Stalin era otro saco sin fondo.. normal que Roosevelt no pudiera seguir el ritmo y muriera antes.

    Esto parece la típica reunión de ejecutivos que acaba entre borracheras y putas. Quien sabe, ni eso descarto.

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  5. SEÑOR OGRO
    Has hecho un buen análisis de las fotos y del ambiente en que se movian estos tres amos del Mundo.
    Tanto el inglés como el ruso eran capaces de emborrachar a un regimiento de cosacos y sin inmutarse. El gringo, como dices, no pudo aguantar tanta juerga política.

    Hubo un antecedente de todo esto y quizá Churchill lo tuviera en cuenta : TALLEYRAND, el francés derrotado en las guerras napoleónicas que congregó en Viena a los reyes de Rusia, Prusia, Austria y Gran Bretaña para decidir el futuro de Europa, y que mediante grandes cenas y buenas bebidas se llevó el gato al agua a pesar de ser uno de los vencidos. En 1815.

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  6. Gracias por el post, ese libro espero esté en breve en mis estanterías, nada más interesante que Churchill e historias de la 2ª guerra mundial, como se suele decir, me has dado en el hueso del gusto.

    No deja de resultar paradójico como Stalin les hacía la ruta a todo el que llegaba, yendo a fábricas modélicas donde obreros corpulentos y sanos trabajaban con una sonrisa en la cara y luego les agasajaba con grandes banquetes mientras su población se moría de hambre.

    Y lo peor, los otros se iban pensando que el decorado era real.

    Por cierto, imagínate en una mesa a Churchill con su whisky escocés y a ZP con su botellita de agua mineral... como si me meto yo en un ring con
    Evander Holyfield

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  7. Interesante y entretenido el post. Ahora sé por qué estaba tan rollizo el inglés.

    Qué pena que el dineral que se gastaron ayer en el debate no se lo hubiesen gastado en una comilona para los eurodiputados, a ver si sacaban algo en claro.

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  8. Creo que nunca se volverá a escribir una historia como aquella, con estadistas y personajes tan interesantes al margen de su ideología.

    Muy interesante el post y los méritos gastronómicos de Churchill, humanizan al personaje y hacen amena la lectura.

    No me imagino ahora reuniones similares, para empezar, no beberían y hay quién dice que los hombres que no beben no son de fiar. Al margen de la anécdota el sentido del Estado estaba presente en cada decisión, Churchill era el representande de un país, no de una ideología encorsetada e intuyo que hasta detrás del partidismo de Stalin estaba Rusia, por encima de todo, no se si me equivoco.

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  9. Gran reportaje. Se dice que, durante el almuerzo en el Augusta, tuvieron ocasión de presenciar la destrucción de un navío alemán que, por lo visto, se había puesto a tiro del acorazado americano. Cuando observaban los restos del buque nazi, Churchill hizo notar a Franklin Delano que, en uno de los restos flotantes, aparecían las iniciales "WC". "Soy famoso hasta en los navíos nazis", comentó con sorna.

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  10. Creo que el mundo libre le debe más de lo que parece a este hombre pese a su alcoholemia y sus depresiones, personalmente siempre he pensado que era un tipo muy inteligente y "me cae" bastante bien, aunque hay sectores donde no tiene buena prensa, y luego tiene una serie de frases para la Historia que es que las clavaba, como aquella que le dedicó a Chamberlain.

    Saludos

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  11. DON ISRA
    Pos, me alegro que haya tocado tu corancito de lector con el tema.
    El libro es Dinner with Churchill´, de Cita Stelzer en ed. Short Books.
    Espero que pronto se halle en castellano en venta. Yo sólo he leído una crítica del mismo con extractos del mismo.

    A Churchill le ponen un ZP delante y lo confunde con el limpiabotas que le han mandado a su servicio.

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  12. ELENA
    ¿Crees que los EURODIPUTADOS precisan de sacar algo en limpio? Lo que saben es que media Europa tiene que irse al carajo para sostener al Euro.

    Precisamente esos señoritos viven como Stalin, con todo lujo de comidas y dietas.

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  13. La mentalidad de Churchill en aquellos años era, al parecer, la de un estadista de talla máxima. Sabía que con unas copas y una buena cena se llega a más acuerdos que en un sala de reuniones.

    Lo mismo hacía en el XIX Tayllerand.

    Yo también pienso que aquellos hombres siempre actuaban al servicio del país que dirigian y no a partidismos ideológicos. Eran de más enjundia que estos mequetrefes actuales que unicamente buscan éxitos electorales y chanchullos personales.

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  14. DON BWANA
    Esa anécdota es muy buena. Y muy descriptiva del personaje. Suele decir un comentarista habitual que Churchill era poco de fiar, pero yo creo que para su país fue el hombre adecuado al momento por muy conservador que fuera.

    A él se debió también que hiciera abdicar al rey Eduardo VII cuando descubrió que sentía inmensas simpatías pro-nazis.

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  15. DOÑA MARIBELUCA
    Sí, coincido contigo en los adornos de Churchill y en su avispada manera de detectar lo que otros no veían.

    El síntoma clarísimo de su alcolohemia está en el detalle de pedir para desayunar o antes del del desayuno un gran vaso de jerez. Era su modo de matar la resaca.

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  16. Estupenda e historica entrada. Me encantan todos esos vericuetos de las grandes guerras. Curioso, que mientras morían cientos de miles de hombres, esos tipos se pusieran hasta las cejas.
    Un saludo amigo!

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  17. Desde luego era un inglés típico, extravagante y muy suyo para dar el número elegantemente, al igual que demostraba en su forma de vestir. Un tipo puente entre la moral victoriana y el nuevo y conflictivo siglo XX, en especial en su periodo de entreguerras, que le cogió ya maduro: más de 50 años. Sabía que era un borrachín, pero no tan bon vivance.
    Saludos.

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  18. DON LORENZO
    Gracias. Estos políticos, desde que uno usó la quijada de burro para cargarse al otro, han dedicado sus horas a intercambiar cromos a cuenta de los millones que morían en las trincheras. Pero al menos éste trataba de evitar que los bárbaros nos colonizaran a todos.

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  19. DON JUAN
    Ya sé que la figura de Churchill no te hace mucha gracia pero, evidentemente, tenía muchísima más talla que todos los actuales juntos en el Mundo.

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