"Me gustaba el Ejército, me gustaba matar, me gustaba ver sangre", relata mientras mira con frialdad y despreocupación a los espectadores. "Para mí los asesinatos eran como beber un vaso de agua", dice.
Da detalles de cómo mató a un miembro de los Grapo, y de un atentado múltiple en el bar "Batxoki"; de cómo eran contratados por los comisarios Amedo y Domínguez, y pagados por la "Dama negra"; incluso cómo fue hasta Nicaragua para matar a dos etarras.
Por cada asesinato recibían 60.000 euros al cambio actual. Sonríe cuando cuenta cómo los batallones contrarrevolucionarios lanzaban granadas contra las chabolas angoleñas: "Nunca cogíamos prisioneros. Sólo muertos", dice sin inmutarse. O cómo dejaban restos de niños a su paso. O cómo actuaron por encargo de la CIA en El Salvador... "La orden era matar".
Dice que llegó a visitar hospitales en tiempos de paz para poder oler la sangre.
Salomé Lamas, portuguesa, contactó con Figueiredo a través de un amigo y le propuso un trato: él le contaría su historia y ella haría una película con lo que le contara. Cinco días de entrevistas recopilados en pantalla.
"Cuando Paulo se sentó en esa silla, sabía que iba a ser juzgado por la gente. Ese asiento era, al mismo tiempo, el banquillo de los acusados, o un potro de ejecuciones", relata la directora lusa.
Lo que sí que se observa es cómo alguien se puede llegar a convertir en mercenario: "En cualquier lugar del mundo, alguien tiene que hacer el trabajo sucio para que otros controlen el poder. Por eso siempre habrá mercenarios como Paulo", sentencia.
Hasta aquí la información de un diario. Ahora analicemos cómo eran estos mercenarios del GAL y como son los, también, mercenarios etarras (ya que la mitad tienen apellidos no vascos). Ambos representan al mismo tipo de personas : asesinos natos sin ideología alguna (sí, sin ideología porque los etarras aún no saben si mataban por Lenin o por Polikarpo el Alucinado) y que disfrutan eliminando prójimos.
Vienen a representar lo más rústico, agreste, inculto, montaraz de lo selvático.
Tellagorri
mercenarios poder
Leyendo este artículo se me ponen los pelos como "alcayatas", pero no es menos cierto, que en estos momentos abundan los mercenarios por todos los pueblos (pilíticos en general), pues a cambio de arrebatárnos los caudales de nuestros bolsillos, nos matan de hambre...por lo menos a más de la mitad de la ciudadania de este país. Espero que tengan su castigo.
ResponderEliminarDON JUAN CARLOS
EliminarCasi todos los países tienen asesinos-mercenarios como éste dedicados a eliminar lo que molesta a los honorables mandatarios-mangantes.
Pero lo que impresiona es la mentalidad de fiera sedienta de sangre de este tipo y sus similares.
Ya ves que el Felipe se gastaba, con los Gal, 10 millones de pesetas por cada asesinato cometido por sus sicarios, diez millones que eran nuestros. Más los millones que se perdian por el camino entre Amedos y muchos otros desde el Ministro Barrionuevo y su secuaz Vera hasta el que llevaba los maletines de una parte a otra.
Hay grupos de mercenarios, casi todos procedentes ed los cuerpos de élite, que los sueltas en un pequeño país y le dan la vuelta de arriba para abajo.
ResponderEliminarDON MAMUNA
EliminarY si son como éste, son unos asesinos de nacimiento. Según cuenta precisaba de ver sangre y muertos para vivir.
Son dementes de tener atados.