FARINELLI |
Pero fue la súbita popularidad de la ópera italiana en toda la Europa del siglo XVII lo que generó el repentino aumento internacional de la demanda.
Al niño italiano que nacía con una voz prometedora lo llevaban al local de un barbero-cirujano en los barrios bajos, lo drogaban con opio y lo metían en un baño con agua caliente. El experto cortaba los conductos que desembocaban en los testículos, que se atrofiaban con el tiempo.
Se calcula que a principios del siglo XVIII se sometían a la operación unos cuatro mil niños al año; en el hospital de Santa María Nuova de Florencia, al mando de un tal Antonio Santarelli, que castraba a ocho niños a la vez.
Solo un reducido número de afortunados alcanzaba el estrellado. Pero las carreras de estos castrati más destacados eran comparables a las de las modernas estrellas del rock: recorrían los teatros de ópera europeos de Madrid y Moscú y sus cachés alcanzaban cifras fabulosas. Había auténticos divos, famosos por sus pataletas, su insufrible vanidad, sus obsesiones emocionales, sus excesos extravagantes, sus venenosas enemistades y, sorprendentemente, sus proezas sexuales.
Admiradoras histéricas los inundaban con cartas de amor y se desmayaban entre el público aferradas a estatuillas de cera de sus intérpretes favoritos. La cuestión era que en muchos casos, los niños podados más o menos antes de cumplir los diez años crecían con rasgos femeninos, cuerpo sin vello, pechos incipientes, pene infantil y ausencia total de apetito sexual. Pero aquellos a quienes se castraba después de los diez años de edad, cuando la pubertad lo invadía, podían seguir desarrollándose físicamente y a menudo mantener erecciones.
Aunque la mayoría de los niños italianos pasaban por el cuchillo a los ocho años, la operación se practicaba hasta edad tan tardía como los doce años. Para las mujeres de la alta sociedad europea, el beneficio obvio de la contraconcepción incorporada convertía a los castrati en blancos ideales para aventuras discretas.
Canciones populares y panfletos no tardaron en insinuar que en realidad la castración aumentaba el rendimiento sexual del hombre, ya que la falta de sensación garantizaba una resistencia adicional; se divulgaron anécdotas que hablaban de los castrati como amantes solícitos, cuya atención se centraba por entero en la mujer. Como señaló con entusiasmo una seguidora incondicional, los mejores cantantes disfrutaban de un bulto que no es diferente del de otros hombres. Cuando el más apuesto de los castrati, Farinelli, visitó Londres en 1734, un poema escrito por una admiradora anónima se burlaba de los calaveras ingleses diciendo que eran “fanfarrones presumidos” cuyo entusiasmo “expira demasiado rápido, mientras que Farinelli lo mantiene hasta el final”.
Tony Perrottet
FARINELLI en el CENTRO |
Hola, Javier:
ResponderEliminarCrónica que me produce dolor. Se agradece la prolija información.
Un cordial saludo.
DON XESÚS
EliminarAsí somo de bestias muchísimas gentes en relación a niños y a adultos indefensos.
Saludos y buen día.
Esta interesante historia ha sido reveladora para un servidor. Tenía entendido que la operación consistía en rebanar los cataplines, lo que aún me parecía más escalofriante.
ResponderEliminarDON BWANA
EliminarAl parecer lo que les hacían a esos pobres niños era una especie de VASEOCTOMÍA pero a lo bestia.
Se habla siempre de los que triunfaron en el teatro cantando pero jamás se cita a los pobres castrati que no servian ni para cantar ni para nada relacionado con ganar dinero.
No me parece nada mal que castren a los violadores y a los mangantes de millones de euros públicos, pero siempre que sean ADULTOS. Luego, que canten Traviata si les parece.
Despertar y leer algo como lo que nos traes puede resultar perjudicial para la salud, Javier. De todas formas, buena información para contrarrestar a aquellos que se ríen de los castrati, desconocedores de unas proezas sexuales que creen imposibles.
ResponderEliminarSea como sea, dolor... mucho dolor...
DON HEREP
EliminarEn efecto, todo esto era una SALVAJADA ya que se practicaba con niños de entre 8 y 10 años en general.
No tengo ningún impedimento moral para pedir que castren ahora a los violadores y a los mangantes de bienes públicos. Mucho más efectivo que todas las prisiones en que pudieran caer.
Al parecer a algunas damas les chiflaba estar con estos pobres castrati. Hay gustos para todo.
Como bien dices, todo esto es DOLOR.
Con el debido respeto. "Los tengo de corbata" después de leer este fragmento histórico...
ResponderEliminarDON JUAN CARLOS
EliminarTranqui que ya no estás en edad de ser sometido a esas manipulaciones genitales, ni tampoco exigen a los vocacionales a ser tenores que antes sean castrados.
"Probes" chavales aquellos que hasta sus propios padres los vendían para ser "castratis".
Curiosa costumbre, más que por la barbaridad que supone (que también), porque todo esto no está tan lejano en el tiempo.
EliminarDON TRECCE
EliminarHasta aproximadamente hace cien años seguían la costumbre susosicha. Como comentas no es nada de la antiguedad, sino reciente. Hasta la primera Guerra mundial.