El caso es que esa misma noche fui a cenar con Javier Marías, como solemos de vez en cuando;y apenas sentados, Javier me puso sobre la mesa el último título publicado por su editorial Reino de Redonda: La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre, del inglés Robert Southey. El nuevo libro redondino es una estupenda traducción del original publicado en 1821: breve, escrito con tono contenido, clásico, ajeno a los habituales tópicos británicos sobre la barbarie española y el aliento a ajo. En realidad apenas disimula la fascinación del autor por el personaje.
Y no era para menos; pues si alguien encarna la desesperación, el coraje y la locura criminal en que acabaron algunos episodios de la exploración y conquista de América, es Lope de Aguirre. Sobre él, historiadores y novelistas coinciden con singular unanimidad. Otros como Pizarro, Cortés o Alvarado, heroicos animales que dieron un nuevo mundo a España, tienen admiradores y detractores que subrayan su valor brutal o condenan sus atrocidades.
En el caso de Aguirre, vascongado de Oñate, la coincidencia es absoluta: su aventura es la más enloquecida y sangrienta de todas. La expedición para el descubrimiento y conquista de la mítica ciudad de El Dorado acabó en una orgía de sangre, culminada cuando Aguirre mató a su propia hija, para impedir que cayera en manos de los enemigos, antes de que sus hombres le cortaran la cabeza.
La historia de ese conquistador fracasado, cruel, arrogante, paranoico y asesino, me fascina desde que leí La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender: novela subyugante, extraordinaria, que los once chicos que hacíamos bachillerato de Letras en mi colegio nos pasábamos como quien confía en voz baja el descubrimiento de un tesoro.
Aquel soldado receloso y cruel, que dormía armado con peto y espada, por si acaso, y degollaba con carácter preventivo, sin despeinarse, simbolizó para mí, desde entonces, el lado más turbio y oscuro de la Conquista.
Luego, con el tiempo y otras lecturas, me adentré más en el personaje: un par de libros fundamentales del profesor Emiliano Jos, las novelas de Ciro Bayo y Uslar Pietri, y la película de Werner Herzog Aguirre, la cólera de Dios; que, aparte del magnífico plano inicial de la película, me decepcionó por dos razones: era un tostón macabeo, y los visajes del histriónico rubio Klaus Kinski nada tenían que ver con ese carnicero hosco, cerril, de acero fácil, al que siempre imaginé bajito, cetrino, barbudo, tranquilo y silencioso
Otra película que rodó Carlos Saura, El Dorado, tampoco era para tirar cohetes; pero afinaba más. Calaba mejor la psicología del asunto y el ambiente, aunque también me dejó con las ganas: Omero Antonutti «que luego encarnó a un excelente maestro de esgrima» tampoco cuajaba el personaje. No era mi Lope de Aguirre.
Si tuviera que quedarme con algo de toda esa peripecia amazónica, sería con la carta famosa que Aguirre escribió al rey de España para decir que renegaba de él y de su casta, y que desde ese momento él y sus hombres se proclamaban libres e iban a su aire: "Estando tu padre y tú en los reinos de Castilla sin ninguna zozobra, te han dado tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Mira que no se puede llevar con título de rey justo ningún interés en estas tierras donde no aventuraste nada".
Esa carta la calificó Simón Bolívar de primera declaración de independencia americana; pero el libertador barría para casa. Lo que a mi juicio simboliza Aguirre, dirigiéndose así a Felipe II, es la osadía del español arrogante, cruel como la tierra que lo parió, harto de trabajos sin recompensa, maltratado por monarcas, ministros y gobernadores, que se revuelve en el extremo del mundo, gritando que cuanto pagaron su sudor y sangre le pertenece. Que él mata con sus manos y fía con su vida el precio de tanto horror y trabajos; mientras que el gobernante, allá en su palacio "entonces como ahora", gobierna y mata de lejos sin arriesgar nada, con las leyes y los verdugos a su servicio. Y al cabo, rotos los diques de la sumisión y la obediencia, ese súbdito desesperado pregona a voces que, quien tenga agallas, vaya allí y se atreva a obligarlo. Dando mayor sentido a las palabras de Cervantes en El casamiento engañoso, cuando hace decir al alférez Campuzano: "Espada tengo. Lo demás, Dios lo remedie".
ARTURO PEREZ REVERTE
NOTA BLOGUERA
Don Pío Baroja en su novela "Las inquietudes de Shanti Andía" lo describe así :
"En 1560, el virrey, don Andrés Hurtado de Mendoza, confió al capitán vasco Pedro de Ursúa una expedición para explorar las orillas del Marañón en busca de oro. Lope fue uno de los principales jefes de la partida.
Una noche, el inquieto Aguirre sublevó a la tropa expedicionaria, y el mismo cosió a puñaladas al capitán Ursúa y a su compañera, Inés de Atienza, que era hija del conquistador Blas de Atienza.
Lope asesinó también al teniente Vargas y dirigió un manifiesto a los rebeldes, que le siguieron. Los sublevados proclamaron general y príncipe del Perú a Fernando de Guzmán, y mariscal de campo a Lope de Aguirre.
Como Guzmán reconviniera a Lope por su inútil crueldad, el feroz vasco, que no admitía reconvenciones, se vengó de él, asesinándolo y cometiendo después una serie de atropellos y crímenes.
A la cabeza de sus hombres, subyugados por el terror (ahorcó a ocho que no le parecían bastante fieles), bajó por el Amazonas y recorrió, después de meses y meses, la inmensidad del curso de este enorme río, y se lanzó al Atlántico.
No contaba Lope más que con barcas apenas útiles para la navegación fluvial; pero él no reconocía obstáculos y se internó en el océano. Lope de Aguirre era todo un hombre.
Resistió en alta mar, cerca del Ecuador, dos terribles temporales en sus ligeras embarcaciones, y fue bordeando con ellas las costas del Brasil, de las Guayanas y de Venezuela.
Las tropas del rey, unidas con algunos desertores de Aguirre, fueron acorralando al capitán vasco como a una bestia feroz para darle muerte.
Quebrantado, cercado, cuando se vio irremisiblemente perdido, Lope, sacando su daga, la hundió hasta el puño en el corazón de su hija, que era todavía una niña.
- No quiero –dijo- que se convierta en una mala mujer, ni que puedan llamarla, jamás, la hija del Traidor.
Después mandó a uno de sus soldados fieles que le disparara un tiro de arcabuz.
El soldado obedeció.
Mal tiro –exclamó Lope al primer disparo, al notar que la bala pasaba por encima de su cabeza.
Y cuando sintió, al segundo disparo, que la bala penetraba en su pecho y le quitaba la vida, gritó saludando a su matador, con una feroz alegría.
- Este tiro ya es bueno.
Realmente, Lope de Aguirre era todo un hombre.
Después de muerto le cortaron la cabeza y descuartizaron el tronco, conservándose la calavera en la iglesia de Barquisimeto, encerrada en una jaula de hierro.”POST DATUM : Me voy hasta el sábado y ruego disculpeís no conteste a los comentarios.
lope de aguirre el loco
Eran tiempos duros.
ResponderEliminarHombres duros.
Orgullosos, fieros, guerreros, terribles...
enfrentándose al clima, a la orografía del terreno, al hambre, a las adeversidades, a las enfermedades, a la selva... y a su rey, que se enriquecía con sus padecimientos.
Mala madre es España para sus mejores hijos, así que no es de extrañar que sintiéndose abandonados, traicionados, despreciados y ultrajados enloqueciesen.
Que dieron su vida y su hacienda por su rey y por su religión, y ni dos paladas de buena tierra recibieron.
Descanse maestro.
Recupere fuerzas.
Y que le conste que se lo digo en castellano, yo, que soy castellano viejo y español.
Y yo que pensaba que fue usted el que fue a cenar con el Rey de Redonda!
ResponderEliminarBueno, sin duda ese señor estaba loco, lo mismo debió pensar Felipe II cuando leyó la frase "rebelde a tu servicio"...
Pásela bien, Don Javier.
Hola Javier, que bueno que se vaya de viaje. Pues decir que tu paisano era un fulastre cuidado y mejor no cruzarse con él. En la entrada mí del 21-9-09 ya trato del tema y también me impresionó la descripción que de él hace el gran don Pío en "Las aventuras de Shanti de Andía". Lo de que fue el primer independentista de Hispanoamñerica me parece una bobada mayúscula. Además, creo que ya hubo encomenderos que nates ya se habían rebelado y me acuerdo de Diego de Almagro y sus seguidores contra los pizarristas.
ResponderEliminarVolviéndo al tema de Aguirre, muchos le tienen, con su mala leche intrínseca, como el paradigma de la mala leche de los vascos. La verdad que son tópicos tan irreales como metidos en el subconsciente colectivo. Recordemos los arrbatos de furia de Unamuno, el mismo don Pío o el famoso vizcaíno con el se enzarza el ilustre caballero andante manchego. Desde luego es increíble Cervantes cayese en ese topicazo.
Un saludo y buen y culto viaje.
Años duros los de aquellos siglos pasados en los que el orgullo patrio te envalentonaba incluso a morir por tu rey. Rey que pocas veces reconocía y valoraba el valor de sus ejércitos.
ResponderEliminarAlgo de lo mismo pasa hoy en día, siempre pensé que es muy fácil mandar a la guerra a los hijos de otros desde un despacho con calefacción.
Menudo sanguinario el tal Lope de Aguirre, aunque hay que reconocerle el valor por enfrentarse a su propio rey.
Un abrazo y disfruta de tu viaje.
Ilustrísima, todo un personaje Lope de Aguirre, para bien y para mal...la conquista de América fue un hecho extraordinario, sin precedentes, una hazaña y un genocidio al mismo tiempo...pero algo que ningún otro pueblo había jamás hecho, conquistar todo un continente...habría mil y una aventuras, mil y un asesinatos, mil y una historias humanas de amistad y de amor...sin duda, como digo, un episodio sin igual en la historia...Bolívar,imbuido de ese nacionalismo romántico tan del XIX, creyó ver lo que no había, en realidad, como dice Reverte, este vasco, barría para casa...el dejo su sangre allí y por eso lo quería para él...por otra parte, lo de que los gobernantes no se dejaron su sangre y sí sus soldados me suena a lo que los policías españoles deben pensar de ZP en Melilla, Ceuta, País Vasco...
ResponderEliminarFeliz Día del Pilar y de la Hispanidad.
PD: Buen viaje
ResponderEliminarEn las circunstancias de Aguirre era dificil no tener algo de loco para ser un fiero conquistador. Se les exigía gloria para España en una tierra lejana y hostil, se les exigían grandes sacrificios para ningún reconocimiento, para gloria de reyes mediocres que no arriesgaban nada pero recogían los frutos de la sangre de otros.
ResponderEliminarBonito relato. Francamente, yo tampoco veo a Kinski en el papel de Aguirre..demasiado ampuloso para un personaje que yo entiendo con una gran introversión y sangre fría a la hora de la acción.
Que tengas unos buenos días de descanso Javier. Te echaremos de menos.
Interesante historia de éste aventurero,quizas criminal y en todo caso hombre de una pieza que mal pagado por su señor,quiso conquistar la gloria y los nuevos territorios para él mismo, y dentro de su locura, incluso podriamos considerarle un hombre valiente, si por valentia entendemos el enfrentarse a sus enemigos cara a cara.
ResponderEliminarEspero que tenga unos reposados dias de descanso.
Un saludo
Yo me pregunto cuantos Lope de Aguirre tendrá la historia, escondidos de tapadillo en sus éxitos o conveniencias patrióticas.
ResponderEliminarLa historia se ha escrito con mucha sangre, y de sobra sabemos que aunque este Lope sea heroico, salvaje, tal vez loco, etc, esto no deja de ser una escaramuza cuando lo comparamos con la expansión del imperio romano, de los mongoles, de los musulmanes, de los pueblos godos, etc, etc.
Y esto quedándonos en aquellas épocas antiguas, a más nos acercamos a la modernidad, más se perfecciona el extermino de humanos por parte de otros humanos.
No descanses mucho, a ver si le coges el gusto como los ministros y te da por no escribir...
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