El hábito de las Ordenes Militares

La mayor parte de los capitanes generales de la infantería o de la armada y los maestres de campo aspiraron a vestir un hábito de las órdenes; con ellos y en atención a sus méritos se tuvo especial benevolencia al practicar las pruebas de hidalguía.

La lista sería interminable, nos limitaremos a espigar algunos nombres entre los más conocidos, comenzando por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, comendador santiaguista de Valencia del Ventoso, y continuando por don Fadrique Álvarez de Toledo, gran duque de Alba y comendador mayor de Calatrava; don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz y comendador calatravo de El Viso y Valdepeñas, vencedor en Lepanto; Juan Andrea Doria, capitán general del mar Mediterráneo y comendador santiaguista de Caravaca y de Valencia del Ventoso; don Luis Méndez y Quijada, que asesoró a don Juan de Austria en la guerra de las Alpujarras, comendador calatravo de El Moral, Alcolea y Almagro; don Julián Romero de Ibarrola, gran maestre de campo denominado el de las hazañas, comendador santiaguista de Mures, Benazuza y Peñausende; don Ambrosio de Spínola, el vencedor de Breda, comendador mayor de Santiago en Castilla; don Gómez de Figueroa y Córdoba, duque de Feria comendador santiaguista de Segura de la Sierra, que dirigió los ejércitos en la guerra de los Treinta Arios; y acabando con don José de Rebolledo-Palafox y Melci, defensor heroico de Zaragoza en 1808, comendador calatravo de Montachuelos.
Entre los magnates de las finanzas vistieron el hábito de Santiago italianos como los Spínola, Agustín, Ambrosio y Conrado, o los Doria, Palavicino, Centurión o Imbrea; y alemanes como los Fúcar o los Fiesco; uno de los Fúcar, Jorge, recibiría el hábito de Calatrava hacia 1615.

No sólo en los campos del gobierno, de la milicia y de las finanzas destacaron caballeros de las órdenes; también entre los notables de las letras encontramos nombres famosos de literatos portando el hábito de Santiago como el marqués de Santillana, Jorge Manrique, que fue comendador de Montizón, Garcilaso de la Vega, Alonso de Ercilla y Zúñiga, Pedro Calderón de la Barca, que tuvo que pedir dispensa por el oficio de escribano real que habían ejercido su padre y su abuelo, Francisco de Rojas Zorrilla, también con parecida dispensa por el oficio de escribano ejercido por su padre, Francisco de Quevedo y Villegas, Juan de la Hoz y Mota, Guillén de Castro y José Cadalso.

También hay portadores de hábitos entre estudiosos y pensadores como Benito Arias Montan, Diego Saavedra Fajardo y Nicolás Antonio, caballeros santiaguistas los tres.

También el Fénix de los ingenios, el gran dramaturgo Lope de Vega, que no pudo obtener un hábito de las órdenes hispánicas por su origen plebeyo, acabó vistiendo un hábito, el de la Orden de San Juan, que le fue concedido por la benevolencia del papa Urbano VIII. Tres de sus dramas, el muy popular Fuenteovejuna y los menos conocidos Peribáñez y el comendador de Ocaña y Los comendadores de Córdoba han dado a conocer la existencia de encomiendas y popularizado la figura de, los comendadores.

Entre los artistas, que debieron vencer la consideración inicial de su oficio como una tarea manual y por lo tanto incompatible con la limpieza de oficio tampoco faltan los caballeros de la Orden de Santiago: pintores tan famosos como Diego de Silva y Velázquez, Tiziano Vecellio y Juan Caro de Tavira; o escultores como León Leoni y Baccio Bandinelli; o Farinelli, el famoso músico protegido por Fernando VI, a quien este hizo conceder el hábito de Calatrava.

Finalmente también podemos contar con tres santos entre los caballeros de las órdenes militares hispánicas, a saber, san Francisco de Borja, que fue comendador santiaguista de Reina, san Luis Gonzaga y san Alfonso María de Ligorio. También vistió el hábito de Santiago un sobrino de santa Teresa de Jesús llamado Diego de Mesía y Cepeda.

Hoy en día lo son el rey Borbón y su hijo. Caballeros de Santiago.

Una pregunta tonta ¿Para qué servirá hoy ser investido caballero de una Orden Militar medieval?
Al menos los miembros de la Institución de la Iglesia de la Ilustración, a la que pertenecen numerosos blogueros y comentaristas, tiene la utilidad de guardar la llama enciclopedista y de las libertades y que honra a sus damas y caballeros pregonando las virtudes de una educación sin adoctrinamientos ni censuras a las ideas y a la palabras que se publican.

NOTA : Hablando de órdenes militares se ha colado una imagen de una señorita en la cabecera, que nada tiene que ver con el tema pero que quizá sirva alegrar el espíritu agosteño, y equilibrar tanta de imagen de Borbones. Con la "caló" suceden estas cosas.

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