10 diciembre 2008

ECOLOGISTAS de los "TOTONES" y del TOÑO



Según Roberto Saviano, NAPOLES es la central mundial de los clanes mafiosos que controlan el tráfico de textil-moda, drogas, armas, y almacenamiento de mercancias falsificadas, así como el centro-control empresarial de Italia.

Y probablemente España sea la sede del mayor número de inútiles ecologistos de Europa, con especial interés en la ecología con resultado de eliminación de personas, tal cual practica Eta en nombre y representación de tanto fanático y de tanto listo-bobo creyente de creencias cretinas.

Por ello Jon Juaristi (lingüista y escritor) nos recuerda que Eta ha asesinado por razones ECOLÓGICAS de impedir la instalación de centrales nucleares y de trenes de Alta Velocidad o de autovias (Leizaran), con lo que se suma a la lista de todos esos exmarxistas dedicados, desde la caída del Muro de Berlín, a asustarnos con climas y degradaciones sin usar pistolas pero con peores efectos.
EL asesinato de Ignacio Uría, el pasado miércoles en Corleone (perdón, quise decir Azpeitia, en qué estaría pensando), da para unas cuantas reflexiones.

En primer lugar, sobre los ecologismos vascos. Que yo sepa, desde hace treinta y cinco años, las campañas ecologistas contra lo que sea se montan siguiendo las consignas de la dirección de ETA y con la única finalidad de proporcionar a la banda un pretexto para actuar. Centrales nucleares, autovías, pantanos, trenes de alta velocidad... todo lo que rebasa el marco de la iniciativa empresarial autóctona sirve para crear el fantasma de la agresión española al pueblo de Aitor y a su Pacha Mama, porque el ecologismo vasco es de inspiración andina.

Ahora bien, las numerosas factorías contaminantes dedicadas a la elaboración de pilas alcalinas o de pollo frito quedan exentas de sospecha si los dueños son de la familia o apoquinan a la causa. Y todavía hay idiotas que se duelen de que ETA impida el desarrollo de un movimiento ecologista vasco.

¿Cómo que lo impide? ETA promueve, estimula, auspicia y a veces hasta financia la bronca ecologista allí donde se le antoja. O sea, en todas partes. Jamás el ecologismo debió tanto a tan pocos.

Hace treinta y cinco años nació un amplio movimiento por una costa vasca no nuclear; es decir, contra las proyectadas centrales de Lemóniz y Deva, al que se sumó la mayor parte del personal.

Los cuatro gatos que entonces nos plantamos, dice Juaristi, aduciendo que se trataba del más raro movimiento antinuclear jamás visto (pues no se oponía a las centrales nucleares en general, sino solo a su construcción en suelo vasco, y aceptaba sin empacho que habría que abastecer a la numerosa Euskadi con energía de origen nuclear procedente de Burgos, por ejemplo) no podíamos ni salir a la calle esos días, porque éramos, según los improvisados conservacionistas, unos vendidos al fascismo del plutonio y al gran capital español.

Cuando ETA empezó a poner bombas en Lemóniz y a matar obreros, se desveló el auténtico fondo de la gran movilización ecologista: la vinculación de las reivindicaciones medioambientales con el terrorismo, a fin de demostrar la superior eficacia de este último respecto a los movimientos ciudadanos.

Y se logró, porque las obras de la central de Lemóniz se interrumpieron definitivamente a raíz del secuestro y asesinato del ingeniero José María Ryan, en febrero de 1981. Siete años de sedicente protesta democrática terminaron de forma sangrienta y expeditiva. Es indudable que, entre los líderes del movimiento, los había opuestos a ETA (uno de ellos sería víctima, años después, de un atentado de la banda), pero aquél estaba infiltrado hasta la cúpula por la izquierda abertzale y cumplió a la perfección el verdadero objetivo para el que había sido diseñado.
Por muy independientes de ETA que se consideren algunos ecologistas vascos, el ecologismo, en su conjunto, está integrado desde hace mucho tiempo en la estrategia terrorista.

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Un idiota de los antes aludidos trata de justificar la oposición a la construcción de la Y vasca con el argumento del elitismo económico del tren de alta velocidad, sólo accesible, por lo que parece, a millonarios.

El precio de un trayecto aéreo de ida y vuelta a San Sebastián desde Barajas, en vuelo regular y clase turista, se sitúa hoy cerca de los quinientos de vellón, pero esto no parece indignar a los defensores de las economías débiles.

No me hace particular ilusión que etarras disfrazados de ejecutivos puedan plantarse en dos horas de viaje en el centro de Madrid y, además, bien desayunados, pero la horterez y la mala fe del ecologismo pureta me subleva.

Reflexión final: quizá la ministra Salgado tenga razón al afirmar que sería absurdo dejar al ayuntamiento de Azpeitia fuera del reparto de las limosnas municipales del Gobierno, pero su explicación de que no se debe castigar a un pueblo por el comportamiento de su alcalde es una tomadura de pelo. Como si al de Corleone -perdón, Azpeitia- lo hubieran elegido los vecinos de Motilla del Palancar.

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1 comentario:

  1. Como demuestras con este post, hoy en día es una pérdida de tiempo el intentar buscar el motivo que ha llevado a los asesinos de ETA a matar a sus víctimas. La respuesta ya la conocemos todos, ETA asesina para seguir siendo la banda mafiosa que controla el País Vasco, y de la que vive mucha gentuza, incluidos algunos partidos que no están ilegalizados.
    Saludos

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