Estos chicos se dicen: "ya que no podemos cambiar de tema, cambiemos de país". Y tienen razón. Yo, en su lugar, habría hecho lo mismo.
Gracias a ellos, el País Vasco se ha convertido en una región rumana que exporta telecos, cocineros y presentadoras de televisión. Que Transilvania y Vasconia se asemejan bastante es algo que no le pasó desapercibido al diplomático Ramón de Basterra, destinado a la legación española de Bucarest en 1918.
Basterra venía a decir que, cuando escuchaba a los pastorcillos valacos entonar la tristísima balada del maestro Manole sobre el fondo de un zumbido monocorde de abejas virgilianas, cerraba los ojos y le parecía estar en los prados del Gorbea.
Porque el rumano y el eusquera -lenguas arcaicas y liminares de la Romania- son tan cercanas entre sí como el portugués y el gallego.
Exagero un poco. Pero no tanto. La calle Eminescu de Constanza se rotula en rumano Calea Eminescu. En vasco sería Eminesku kalea. Comparen ustedes. Yo creo que el rumano y el eusquera fueron inventados por el mismo tipo de gente: legionarios romanos que, abandonados a su suerte en el quinto pimiento, se liaron con pastorcillas bárbaras y trataron de conservar mal que peor su latín cuartelero, no precisamente el de Cicerón.
Ramón de Basterra era de Plencia, una villa costera de Vizcaya con ría, playas y sanatorios. Esta semana he leído las memorias de otro hijo de Plencia, el empresario Enrique de Sendagorta, que acaban de aparecer.
En conjunto, la narración autobiográfica de Sendagorta emociona a cualquiera, porque rebosa sensatez compatible con el riesgo, amor al país y sentido de la continuidad. Es, sobre todo, esto último lo que más llama la atención: el arraigo de las iniciativas empresariales del autor en una historia local de capitanes de barco y pequeños astilleros, lo que demuestra que hubo un tiempo, no tan lejano, en que los vascos en edad de merecer tenían ante sí otros horizontes que el tren a Madrid o el carnet del partido.
Madrid me ha curado de cualquier añoranza transilvana, y espero que los jóvenes vascos que optan por Londres o San Sebastián (de los Reyes) tengan igual fortuna. De haber permanecido a la sombra del sagrado roble de Guernica, y ante la perspectiva de la nueva combinatoria electoral que se anuncia -Eusko Alkartasuna con la izquierda abertzale, el PNV impulsando otra vez a Ibarreche y sus soberanismos, los socialistas despepitándose por parecer nacionalistas moderados, Madrazo donde siempre, el PP no se sabe dónde y ETA en su sempiterno papel de vampiro-, la lectura de ¡Aquí estamos!, autobiografía de Enrique de Sendagorta, me habría hecho llorar a moco tendido.
Por suerte, sólo he padecido un acceso febril de simpatía retrospectiva por Ramón de Basterra y los capitanes de Plencia. Nada grave."
Y es que en los últimos 10 años han abandonado su propia tierra más de 300.000 vascos, de un total de habitantes inferior a dos millones, por causa de la marginalidad laboral y social que producen el PNV y ETA a quienes no se confiesan "adictos" a ellos. El propio Juaristi es un exiliado amenazado de muerte y ubicado en Madrid, que en su juventud fue etarra y posteriormente el azote intelectual de todo nacionalismo-talibán.
Por Javier Tellagorri
Pienso que no exageras nada Javier, lo cierto es que las similitudes son abrumadoras y arrojan mucha luz sobre este tema.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, JULIO. Yo creo que además de a Rumania, nos parecemos más a los hombres blancos prisioneros de los sioux.
ResponderEliminarHola, soy una chica rumana que vive en País Vasco, leí el articulo y quería añadir solo que el rumano y el euskera no se parecen tanto, de hecho solo las palabras "calea" y "kalea" se parecen, el resto no se entiende nada y la gramática es muy diferente. Buen día!
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