23 julio 2008

LEY de LIBERTAD RELIGIOSA o Imposición Mahometana



Hagamos un paralelismo entre ambas religiones (cristianismo e islamismo), empezando por la Historia, hasta llegar al presente.

Lo que hoy es la nación española comenzó a gestarse hace un dos mil y pico años. Roma puso nombre a la criatura, Hispania, nombre que cubrió la Península Ibérica, incluida Portugal. En la base de su desarrollo, crecimiento y madurez está el hecho religioso-cultural, fenómeno totalizador, del cristianismo, con todos sus defectos y virtudes, con todas sus santidades y crímenes… La Historia del hombre no se hizo ni se hará nunca sin aciertos ni errores, sin rectitud ni sin injusticias.

Es de una simplonería de zotes tirar de anacronismo para decir, con mentalidad y experiencia de XXI siglos de Historia, cómo debieron hacerse las cosas, por ejemplo, en el siglo V. Pues los hay que no saben cómo deben hacerse hoy y dicen de qué manera hubieron de hacerse en tiempos de las cruzadas. Es un ejemplo nada más, porque no crean que son tantos los que saben qué tiempos fueron aquellos.

Pues bien, cuando aquella Hispania romana se iba gestando y desarrollando hacia un nuevo ente, entre derrumbes de imperio e invasiones de bárbaros, que al fin cuajan en reino, el visigodo, el año 711, unos señores con turbante y cimitarra invaden la Península Ibérica. Y ¿quiénes son éstos? Precisamente los seguidores de Mahoma, fundador de la religión que lleva su nombre y para la que hoy se quiere legislar también con esa Ley de Libertad Religiosa.

Mas volvamos atrás de este salto dado en el abismo del tiempo para saber qué ha pasado en esos 1.297 años transcurridos desde aquella invasión árabe en el 711 de la era cristiana.

Las tropas invasoras y vencedoras de los moros Muza y Tarik toman la Península y arrinconan a los cristianos en las montañas del norte. Y lo que se inicia con Pelayo en Asturias, aquella batalla de Covadonga, sobre el 718 ó 721 a 725, se convierte en 800 años de Reconquista, hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos, aquel enero de 1492.

En esas ocho centurias de batallas, reyes y condes, califas y emires, cruz y media luna, catedrales y mezquitas, va cuajando el ser y el espíritu de una futura nación que acaba erigiéndose como el primer estado moderno con aquellos Reyes Católicos, Isabel y Fernando.

Bien pudiera haber sido al contrario, y hoy España se hubiera llamado Al-Andalus, y el sultán Mohamed o Adherramán. Nosotros llevaríamos turbante, nuestras mujeres, el burka, y tendríamos una manual para tenerlas embreadas sin que se notara. ¡Ah! Y rezaríamos todos los días mirando a la Meca.


Abreviemos que el tema da para mucho. El Catolicismo o cristianismo ha dejado atrás sus Inquisiciones, sus terribles hogueras, sus predicadores infernales, sus dogmas, sus guerras de religión, etc., etc. Y no aspira más que a convertir a su credo a aquel que de buena voluntad lo quiera.

El Islam, por el contrario, no se ha movido ni un ápice desde aquella prédica que inició Mahoma en aquel año de 622 de la Hégira. Las adúlteras han de morir apedreadas, los homosexuales, colgados; los convertidos a otra religión, perseguidos, amenazados de muerte o degollados y su objetivo supremo es convertir a la Humanidad, por las buenas o por las malas, a su religión.

Cuidado con una Ley de Libertad Religiosa que iguale a todas las creencias y desconozca la esencia dogmática, fanática e inmisericorde de algunas de ellas, como el islamismo, que aspira, por cierto, a conquistar otra vez el Al-Andalus, la vieja Hispania. Mejor fuera una Ley de Vigilancia de las Religiones Fanáticas

Una pregunta para esos mahometanos que viven en España y exigen tanto reconocimiento para su fe. ¿Por qué no piden la misma libertad de ejercicio y expresión para las creencias cristianas en esos países islamistas, como Arabia Saudí y otros?

Aquí, ellos pueden levantar una mezquita. Allá si construyes una humilde iglesia cristiana te cortan el cuello. Al arzobispo de Mosul, en Irak, le han rebanado el cuello por el sólo delito de sercristiano. Así de sencillo; así de trágico; así de terriblemente irónico. Libertad de religión ¿para quién?

Por Pedro Conde

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