“La protestas por el calentamiento global exageran burdamente. Aquí estoy brindando fraternidad a los expertos en los modelos climáticos y a los ciudadanos, engañados por los resultados de los modelos informáticos que predicen los cambios climáticos. He estudiado esos modelos y sé hasta dónde pueden llegar. Se trata de un trabajo muy pobre a la hora de describir y analaizar las nubes, el polvo, y la biología de los bosques, campos y granjas. No describen el verdadero mundo en el que vivimos.”
Cuando el establishment científico actúa como un buhonero, conseguimos ciencia corrupta. El resurgir izquierdista de los años 70 nos trajo un verdadero odio hacia la ciencia bajo la denominación de “post-modernismo” o “desconstruccionismo” y, consecuentemente, hemos tenido que ver toda clase de daños.
El sector científico americano tuvo la genialidad de emplear a un periodista post- moderno para que escribiera sobre él. John Horgan alcanzó la fama como autor de “The End of Science” pero no parece que aprendiese mucho de la verdadera ciencia. Fue un episodio vergonzoso.
La explosiva expansión del SIDA sucedió cuando la evidencia de que el VIH se trasmitía con mayor facilidad entre los homosexuales fue suprimida de los medios de comunicación. La rama médica de la ciencia no levantó la voz. El VIH se transmite con mayor facilidad en la cópula anal porque el ano sangra con mayor facilidad que la vagina. La plagas transmitidas sexualmente se han venido estudiando científicamente desde que apareció la sífilis hace varios siglos. Sabemos cómo limitar su propagación, pero muchos homosexuales han fallecido como resultado de la supresión política de la medicina científica.
Este tipo de ciencia -la ciencia patológica- mata a la gente y arruina sus vidas.
Esta falsa ciencia todavía vende de puerta en puerta gracias al establecimiento de los comunistas en Europa y América. El calentamiento global es el caso más reciente.
Rachel Carson aún vocea contra el DDT, pero la malaria reaparece en África matando a centenares de millares de seres humanos. Estos desastres nunca se han discutido de forma honesta en los medios de comunicación, y raramente en las publicaciones científicas. El escándalo del DDT aún continua silenciado.
El alarmismo de las vacas locas en Gran Bretaña nunca tuvo una justificación científica. Se trataba de pura ciencia ficción, como el del modelo matemático conducido del calentamiento global. Pero se utilizó de forma muy efectiva por el establishment científico británico, que nunca ha confesado sus errores y que, por lo tanto, probablemente los vuelva a cometer una vez más.
En la ciencia politizada, la histeria pública construye carreras; en la verdadera las arruina.
Cuando años más tarde los británicos concluyeron que el mal de las vacas locas era una falsa alarma, los franceses admitieron Oui, Messieurs, nosotros también teníamos vacas locas, naturalmente, pero no somos unos histéricos, comprenez vous? Además, los sesos son una delicattesen y solamente se vive una vez. Vive la France!
A la otra parte del Canal los granjeros fueron obligados por la ley a matar y enterrar centenares de millares de vacas y ovejas. Un desastre económico debido a la falsa ciencia, violenta y alarmista.
Esta ciencia patológica viene brotando desde hace cientos de años, demasiado a menudo, en el campo de la educación, minando la capacidad de lectura de generaciones enteras. El campo de la educación es incauto, caprichoso, propenso a la moda errónea y, por lo tanto, malsano. Allí enseñan los profesores- buhonero del PC.
La ideología es todo lo que tienen.
La ciencia patológica hace sus incursiones también en psicología, medicina y, en menor medida, en las ciencias puras: en física, la demanda de la fusión fría fue rápidamente desacreditada. El calentamiento global simplemente es un fraude porque la climatología no es una ciencia pura. Esto ya lo expresó con claridad Freeman Dyson: No describen el verdadero mundo en el que vivimos.
El clima no es “fisica básica”, como sostiene alguna gente. La física básica le viene demasiado ancha al CO2, entiende de los planetas, pero no tiene una descripción adecuada ni completa para la modesta silla de madera de la cocina, porque la madera es un material demasiado complejo y nadie tiene una comprensión física completa de ésta (hay en juego diversas capas celulares. moléculas e interacciones desconocidas, producidas por un código genético del que sólo entendemos algunos principios).
Conocemos solamente el genoma de algunas plantas y no sabemos qué expresan sus genes en las células y proteínas. Olvídese de aplicar la física y química básica en las sillas de cocina. Las plantas son tan hipercomplejas como el clima.
Resulta extraño que el fraude científico parezca provenir de la izquierda, porque normalmente la izquierda afirma estar en favor de la ciencia. Pero resulta que marxismo en sí mismo es un fraude científico, por supuesto. En 1848 Marx y Engels dijeron tener una teoría “científica” (wissenschaftlich) para la historia.
Predijeron que el comunismo se presentaría en Inglaterra en primer lugar, porque era entonces la nación capitalista más avanzada. Predijeron que el planeamiento centralizado del trabajo funcionaría. Predijeron que los campesinos y los trabajadores dedicarían sus vidas al estado socialista, y a cuidar de sí mismos y de sus familias. Predijeron que la sovietization conduciría a una mayor bonanza económica.
Cuando tras setenta años de soviets, los europeos del este, los chinos y la historia de Corea de Norte demostraron las incorrecciones de las anteriores predicciones -una y otra vez-, todavía se mantienen como “científicos”.
Eso es la ciencia patológica: fraude enmascarado como ciencia (los marxistas actuales son aún más anti- científicos, porque aunque hayan constatado que los hechos no los apoyan, aún viven en su fantasía. Los Milenaristas cultos nunca despertarán, aún incluso cuando los hechos no apoyen sus teorías).
Los científicos gustan de citar a “los mártires de la ciencia” (como Galileo Galilei, forzado al final de su vida a renunciar de sus teorías sobre el sistema solar por el papa León X; o Giordano Bruno, quemado en la hoguera). Pero el estamento científico puede ser fácilmente reducido, como en su momento lo fue Galileo por la Iglesia Católica. Son los humanos quienes hacen la ciencia, de manera que se consiguió influir sobre el sector científico americano desde posiciones políticas y editoriales de prensa.
La superstición del calentamiento global ya había saltado al primer plano antes de que los hechos fuesen analizados.
El profesor Richard Lindzen, del MIT, publicó el año pasado una exposición asombrosa en el Wall Street. Se llama “Clima del miedo: los alarmistas del calentamiento global intimidan a los científicos”.
“¿Por qué los verdaderos científicos no están hablando sobre el fraude del calentamiento global?
Bien, han despedido a algunos de sus trabajos, y otros agachan la cabeza. En Europa, Henk Tennekes fue cesado como director de la investigación de la Real Sociedad Meteorológica Holandesa después de haber cuestionado el calentamiento global. Aksel Winn-Nielsen, anterior director Organización Meteorológica Mundial -ONU-, fue cubierto de alquitrán por Bert Bolin, primer jefe del IPCC, acusándole de ser una herramienta de la industria hullera, cuando cuestionó el alarmismo climático. Profesores italianos tan respetados como Alfonso Sutera y Antonio Speranza desaparecieron de la discusión en 1991, al parecer perdieron la fuente de financiación de sus investigaciones por plantear dudas”.
Si los científicos realmente fuesen honestos recordarían a Trofim Lysenko tanto como a Galileo. El nombre de Lysenko debiera ser tan conocido como el de Galileo a modo de seria advertencia de cual mal pueden ir las cosas cuando la ciencia patológica sustituye a la verdadera ciencia.
Hay científicos honestos y algunos corruptos que no lo son. Los científicos también pueden ser demagogos, no debemos fingir que todos son lo que deben ser. No es así. Afortunadamente la ciencia sana tiene todo tipo de controles para descubrir a los últimos. Pero la ciencia patológica no los respeta.
Algunos racionalizan la corrupción de su vocación bajo el planteamiento de que se puede mentir por una buena causa. Pero el expediente se resuelve de otra manera.
Periodismo y ciencia fraudulentos han conducido al descontrol del SIDA, al resurgir de la malaria con la prohibición del DDT; a décadas de hambruna en Rusia; a niños gravemente maleducados en temas tan elementales como la lectura o la aritmética. Y así terminamos en una ciénaga sin fin de sobresaltos injustificados respecto a la salud, como el caso de las vacas locas y a una campaña internacional que apunta de forma descarada y cínica a tomar el poder mundial y enormes sumas de dinero, basándose en un simple fraude, escasamente científico.
Cuando en una sociedad los "cuenta- cuentos" comienzan a emplear mentiras para lograr sus objetivos ideológicos, la gente termina por morir.
Por Ibaia
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