Ha acabado con militares, con esposas, con viudas, con niños de pecho y, por supuesto, polonio va polonio viene, ha acabado con cientos de espías. El veneno ha formado siempre parte de la historia del hombre
El veneno ha acabado con imperios y sus respectivos emperadores, ha trocado dinastías, ha depuesto sátrapas y ministros, y de todo ello da cumplida cuenta un libro que a pesar de su ponzoñoso contenido se antoja la mar de apetitoso: "Historia del veneno. De la cicuta al polonio".
Desde "la copa de estado", la cicuta que tuvo que echarse al coleto Sócrates en el 399 a. C. (condenado por impío y corruptor de menores), hasta el polonio (descubierto por madame Curie, por cierto) que acabó con el espía ruso Litvinenko.
Y pasando, claro está, por el suicidio de Cleopatra, el uso de venenos en la corte del Rey Sol, la búsqueda del antídoto universal por parte de Mitrídates, rey del Ponto, Agripina envenenando a "yo Claudio" para que su hijo Nerón fuese emperador, los Borgia, los Estuardo, y la entrada en escena de la gran estrella de la ponzoña mundial, el cianuro, base del Zyklon B con el que se gaseó a millones de judíos y con el que curiosa y venenosamente pusieron fin a su vida muchos jerarcas nazis cuando dieron la guerra por perdida.
Y no olviden vuestras mercedes que la figura del catador (ese valiente que vivía de probar las viandas y bebedizos antes que sus jefes) fue una figura clave durante siglos en cortes y cancillerías.
Muertes dulces, amargas, agridulces, rápidas, cruelmente lentas, celos, política, ambición, luchas fratricidas, luchas intestinas, el veneno está por todas partes. Sin olvidar a los matasanos dedicados a rebajar la cuota de pensionistas.
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