07 marzo 2016

Nuestros espias históricos

BADIA- Alias ALI BEY
Probablemente, el mejor espía español de todos los tiempos fue Domingo Badía, alias Ali Bey.
Domingo Badía trabajó con denuedo al servicio de su Majestad Carlos IV, y se infiltraría en casi todos los países árabes del Sahel y Oriente Medio bajo la identidad de un falso príncipe abasí, hasta convertirse en el primer occidental que viajaría a la Meca, presentando un informe rigurosamente detallado sobre la ciudad santa del islam.
Era, por supuesto, uno de entre una raza de superespías españoles del siglo XIX, como el increíble y cosmopolita agente Van Halen (del que Pio Baroja escribió una biografía), que merece capítulo aparte por haber combatido en cinco ejércitos diferentes y en todos ellos como general (paradójicamente nunca fue traidor a ninguno), o el polémico y controvertido Aviraneta (objeto también de la pluma de Baroja), cuyas aventuras nada tienen que envidiar a las de los mejores de la literatura oficial del género.

Sin ir más lejos, el ínclito y tenaz Jorge Juan, se llevó, sustrajo, levitó, levantó, o desvió para los intereses de España todos los planos de la última generación de las hermosas y letales fragatas inglesas, lo cual les ocasionó a los artífices de la piratería , unos ardores de estómago de los que tardaron en recuperarse un tiempo. La cólera del almirantazgo no paró de repartir estopa ante aquella humillación sin precedentes, procurando expeditivos destinos y traslados a los negligentes oficiales que custodiaban la información, en territorios muy alejados de la metrópoli.

JUAN PUJOL
Juan Pujol, oficial republicano, que concluida nuestra tragedia del 36, tuvo que poner tierra de por medio. Hablando con propiedad, probablemente y sin exagerar, fue el español que salvó la invasión al mundo de los nazis.
Durante la II Guerra Mundial consiguió engañar a Hitler, y con una elegancia fuera de lo común. Un odio profundamente cultivado hacia el fascismo durante la Guerra Civil Española le llevaría a trabajar con los servicios de Inteligencia británicos (MI5) para obtener información a la par que desinformar a las huestes del iluminado austriaco. Hizo creer al dictador, gracias en parte al envío de muchos informes verdaderos, éticamente cuestionables, que costaron la vida a gran número de hombres y mujeres vendidos a su destino, que era alguien en quien se podía confiar.

Gracias a estas cuestionables filigranas, consiguió hacer creer a Hitler y a sus acólitos de la Wehrmacht que el desembarco aliado se produciría en Calais, a 250 kilómetros de Normandía. Solo el Mariscal Rommel cuestionaría esta teoría, inaudible a todas luces a la cerrazón del Teutón Cesar Imperator.
Garbo, pues ese era su sobrenombre, fue condecorado con la Cruz de Hierro alemana, la máxima condecoración del III Reich, y con la Orden del Imperio Británico, algo insólito en la historia.

RAMÓN MERCADER
Y por ahí está también, en primera fila, Ramón Mercader, el asesino de Trotski. Otro español de pulso fino al que se le fue la mano con un piolet. Miembro del PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya), ingresó en los servicios secretos soviéticos gracias a sus colaboraciones durante la contienda civil española. En 1937 viajaría a la URSS, donde sería entrenado con un único objetivo. Para ello, cambiaría su nombre para los restos, pasándose a llamar Jacques Monard, nombre que conservaría siempre.
La NKVD de Stalin le asignaría la complicada y alambicada misión de asesinar a Trotski. El líder de la revolución continua vivía exiliado desde 1930 en las latitudes mexicanas. Tras ganarse su confianza, asesinó a este brillante revolucionario ruso asestándole con una frialdad inusual dos golpes secos en el cráneo.
Tras cumplir condena y mantener en secreto su identidad real, viajaría a la tierra de los soviets y sería condecorado como un héroe. Murió plácidamente en Cuba en 1978, aferrado firmemente a un daikiri y con su eterno cohiba.

INVASIÓN DE NORMANDIA gracias a "GARBO"

6 comentarios:

  1. Que grandes. Y teniendo esta Historia, tenemos que ver a nuestro cine desestimar grandes ideas por la mediocridad de esa casta que vive de la subvención y el mamoneo.

    Entre otros, no conocía yo al que robo los planos de las fragatas inglesas. Una estatua ya, junto a gibraltar, naturalmente.

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    1. SEÓR OGRO.
      Sí, señor, casi todos ellos merecen una estatua por sus capacidades para haber decidido resultados de guerras.
      El que robó los planos de construcción de barcos piratas a los british debiera de estar en un alto con 40 metros de tamaño altura mirando desde Algeciras a Gibraltar.

      Son interesantísimas las historias de Van Halen y Aviranta, éste último un espía liberal que se sabía todos los movimientos que iban a realizar los carlistas.
      Y el PUJOL cuya calle ha quitado la Carmena en Madrid por fascista o franquista y que fue condecorado por el Imperio Británico y por el III Reich simultáneamente.

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  2. Recuerdo de niño, leyendo la biografía de Ali Bey, lo que me impresionó la peripecia de este hombre, todo un crack que se diría ahora.

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    1. DON TRECCE.
      Suerte la tuya de leer estas cosas de cuando niño, porque ahora casi nadie sabe de estas cosas por falta de afición a leer. Yo devoraba, de niño, los libros de Verne y de Salgari.
      Este tipo hoy sería la estrella de las televisiones y del cine. También había otros personajes parecidos como el del jesuita que se perdió en los desiertos de Libia y descubrió, antes que los famosos ingleses, el nacimiento del Nilo. No recuerdo el nombre ahora mismo.

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  3. don Javier, muchas gracias por la entrada, la verdad es que estos señores son dignos de admirar por su astucia y desde luego por los "güevazos" que le echaron. Acciones como estas son las que pasan a la historia.

    Un abrazo

    PD: La prima Inés me pone muy nervioso y par alos que te leemos desde el trabajo, pues...

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    1. DON JAVICHU.
      Me satisface que este tipo de entradas te gusten.En la Hostoria tenemos multitud de personajes dignos de pelicula.
      La prima Ines, la pobre, esta muy buenorra y pone nerviosos hasta a los mas impertubables.

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