23 septiembre 2015

Premio Columnistas 2015

Discurso del periodista, escritor y académico Arturo Pérez-Reverte tras recibir el Premio Columnistas del Mundo 2015

Desde hace casi treinta años escribo novelas y un artículo de opinión cada semana. Ahí están mis ideas y mi mirada, mi biblioteca, mi experiencia, mis recuerdos, mis amigos, mis filias y mis fobias. Nunca pretendí ser objetivo, pues eso quedó en los tiempos de reportero. Ahora soy subjetivo, todo cuanto puedo, en esa especie de desahogos, de ajustes de cuentas semanales. Ajustes de cuentas que a menudo también me incluyen a mí mismo.

Pero hoy estamos aquí para hablar de periodismo. Y eso me da ocasión para repetir un par de ideas que ya expresé, como digo, en otras ocasiones, pero que siguen siendo válidas. Creo. O por lo menos, sobre este particular yo no tengo otras. En mi opinión, el único freno, la única medida que conocen el político, el financiero o el notable, cuando alcanzan cotas perversas de poder, es el miedo a la prensa libre.
Hay quien prefiere llamarlo respeto, pero yo, prefiero la otra palabra. Quizá porque, como me gusta mucho leer a Suetonio, recuerdo siempre aquello de: "Oderint, dum metuant" (que me odien, pero que me teman). Miedo de quienes deben tenerlo, a perder la influencia, el poder, el dinero, el privilegio, la reputación, la impunidad. A sufrir las consecuencias de su ambición, sus mentiras, sus cobardías o sus delitos.

RAUL DEL POZO
Sin ese miedo, todo poder viciado por la condición humana (que siempre acaba asomando por alguna parte) se vuelve tiranía. Por muy disfrazada que esté. Y ese miedo, tan saludable en democracia, incluye el temor a la exposición pública. La denuncia. El titular de prensa. La investigación rigurosa que, con frecuencia, llega más allá de donde los otros mecanismos llegan, pueden o quieren llegar. Ese miedo a la prensa es saludable. Es necesario para nuestra salud social. Miedo, no al ruido de las redes sociales (que la ausencia de filtros vuelve confuso, tornadizo y babélico), sino al del titular de prensa sólido, documentado, profesional, y al texto que señala y explica. Al artículo de opinión cualificada.


Quienes tienen el poder o aspiran a tenerlo no siempre están dispuestos a pagar el precio de una prensa libre. Basta ver las ruedas de prensa sin preguntas, el rechazo a las comparecencias públicas, los debates electorales donde son los políticos, y no los periodistas, quienes deciden el formato. Y estremece la facilidad con que en los últimos tiempos, salvo algunas y muy arriesgadas excepciones, el periodismo se pliega en España a la presión del poder.
En Cataluña (ya que estamos aquí, haciendo amigos, no está de más decirlo) y también en el resto de España.
En mi opinión, nunca se ha visto en España un periodismo tan agredido por el poder político y financiero, y tampoco se ha visto nunca tanta mansedumbre, tanta resignación en la respuesta. Apenas hay afán por buscar, por investigar, excepto cuando se trata de servir intereses particulares.
Entonces, para procurar munición al padrino que a cada cual corresponde o se ha buscado para sobrevivir, entonces sí hay luz verde, y hay medios, hasta que se toca la línea roja correspondiente a cada cual: la banca, la telefonía, la publicidad, el nacionalismo, la iglesia, tal o cual sigla de partido, lo socialmente correcto llevado hasta extremos de estupidez.

Y esa palabra, miedo al periodismo libre y decente, la aprendí hace casi cincuenta años, en la más importante lección de periodismo de mi vida. Es una anécdota que he contado varias veces, pero que sigue siendo la que mejor refleja lo que pretendo decir hoy. Por eso, con permiso de ustedes, la cuento de nuevo.

Yo tenía 16 años, había decidido ser reportero, y cada tarde, al salir del colegio, frecuentaba la redacción en Cartagena del diario La Verdad. Estaba al frente de ésta Pepe Monerri, un clásico de las redacciones de entonces, escéptico, vivo, humano. Empezó a encargarme cosas menudas, y un día me encargó que entrevistase al alcalde de la ciudad. Y cuando, abrumado por la responsabilidad, respondí que entrevistar a un alcalde era demasiado para mí, y tenía miedo de hacerlo mal, el veterano me miró con mucha fijeza, se echó atrás en la silla, encendió uno de esos pitillos que antes fumaban los viejos periodistas, y dijo algo que no he olvidado nunca: "¿Miedo?... Mira, chaval. Cuando lleves un bloc y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti".


4 comentarios:

  1. La prensa todos sabemos se ha hundido en un lodazal confuso. Y no es por el auge de las redes sociales que ha cambiado la balanza, sino por vender su alma al poder. Todos lo sabemos, los periodistas son de trinchera politica, cada cual parasitando al erario desde unas siglas e ideologias. Jamas podran llamarse periodistas porque no buscan LA verdad, sino una verdad conveniente para sus necesidades, cuando no tremendas mentiras, descaradas y pateticas.

    Las redes sociales traen varias cosas. Si, es verdad traen mucho ruido y confusion, pero tambien traen bidireccionalidad, y mas importante, se saltan ese filtro, que Reverte llama profesional, pero que ahora es solo un patetico embudo dedicado a intereses bastardos

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    1. SEÑOR OGRO.
      Vienes a darle la razón al Reverte y estoy de acuerdo porque "asín" son como están las cosas. Los plumillas dan su tributo en forma de columna pol´ñitica a cambio de las prebendas que reciben de los Partidos.
      En tiempos de Franquito sabiamos que casi todos eran así, con honradas excedpciones, pero lo triste es que seguimos igual.

      La CATERVA de periodistas del Psoe dan hasta verguenza ajena con sus opiniones.

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  2. Hay las redes sociales.... mucho ruido y pocas nueces. En las redes sociales jamás se encontrará respuesta al poder, sino seguidismo. Los mensajes de la masa aborregada en uno u otro sentido son tan numerosos que ahogan a la crítica libre.

    Otra cosa son los blogs y páginas de internet donde (mientras se pueda) cada uno pone lo que quiere, y evita los filtros, pero en las redes sociales ya se preocupan todos los que mandan de que haya "comunity managers" rastreando y encauzando el tráfico.

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    1. DON CSC.
      Perfectamente explicado tu comentario en relación a lo que pensamos muchos. Yo respeto a P. Reverte porque tiene dos virtudes inapreciables en estos tiempos : A.- Que dispone de un culturón enorme como bagaje intelectual, y B.- Porque es uno de los escasos alumnos de la Ilustración que propugnan como principio el respeto a la opinión ajena aunque no coincida con la propia.

      Como bien dices, no es adoctrinador sino valiente denunciador de toda anomalía política y administrativa.

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