09 noviembre 2012

Californiano visita España en 1959

Un estudiante de California, con deseos de conocer la cuna de tantos creadores de civilización en su tierra, vino a España en 1959  y pateó caminos, se refugió de la lluvia en ermitas ruinosas, durmió en malas fondas y habló con los paisanos, de los que aprendió palabras sin fin.

Bebió vino de las botas que le ofrecieron y comió lo que hubo allí donde la generosidad ajena le puso un plato en la mesa. De Madrid Barajas se fue a Aragón. De Aragón pasó a Navarra, de Navarra a Castilla la Vieja, de la Vieja a la Nueva. Y tomando trenes y autobuses cuando pudo, y encaramándose en tantos carros, camionetas y furgones como conductores bien dispuestos se cruzaron a su paso, el estudiante americano fue dando tumbos por el mapa de la vieja piel de toro, quedando subyugado ante todo lo que le salió al encuentro.

Capitales de provincia con calles mayores, yugos y flechas; con casas nobles y casas menos nobles y casas que de nobles apenas tenían nada entre charcos, mercados y barrios. En los pueblos y los campos halló escenarios en los que casi siempre aparecían, recurrentes, los mismos personajes: niños con mugre, mujeres que andaban con canastos sostenidos mágica­ mente sobre sus cabezas, cerdos y gallinas por las calles embarradas, y hombres con boinas y sin dientes a lomos de mulas viejas.

En el norte encontró piedra, cal a medida que avanzó hacia el sur, pero las diferencias nunca eran sustanciales. Atraso y miseria en una España que solo cinco años antes había logrado alcanzar la misma renta per cápita de antes de la guerra, ya por entonces lastimosamente escuálida.

Nada más distinto de lo que en su patria había dejado al par­ tir: una nación próspera y dinámica en la que el baby-boom estaba en el punto más glorioso y los ciudadanos asentaban con optimismo sus casas modernas en las zonas arboladas de los suburbios. Un país en el que los Ford Fairlane y los Chevy Impala llenaban las calles y en el que los electrodomésticos ya no eran objetos de lujo, sino aparatos básicos para las rutinas caseras más cotidianas.

Una América consumista y contradictoria en la que el bienestar y el entretenimiento convivían con la paranoia anti­comunista, los coletazos de la segregación racial y la amenaza de la guerra nuclear.

A pesar de los inmensos contrastes con los que se fue tropezando en su periplo español, disfrutó cada instante de aquella tierra dura llena de chuscos de pan, gachas y tocino, de achicoria y tabaco de picadura, campanas de iglesia, cánticos imperiales y parejas de la Guardia Civil.

Mordía ya el frío cuando regresó a Madrid a finales de noviembre, con los pies encallecidos, cinco cuadernos repletos de anotaciones, un puñado de rollos de fotografías sin revelar y la sensación  de haber  estrujado hasta el extremo cada minuto de aquel viaje.  Ahora sabía como era la tierra de aquellos exploradores que colonizaron y fundaron ciudades y puertos en California, desde  Francisco de Ulloa,  Juan Rodríguez Cabrillo,  Sebastián Vizcaíno Fray Junípero Serra Gaspar de Portolá, y tantos y tantos que dejaron iglesias, carreteras, posadas, conventos, etc. con nombres en español que hoy se conservan.


Javier Tellabeltz



15 comentarios:

  1. Codorniz en escabeche con romero, me chifla.

    Supongo que el californiano no obviaría ese periplo gastronómico obligado para todo aquel que patéa las ciudades y pueblos de España. Sería pecado mortal :)

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    1. DOÑA CANDELA
      La gente del campo, y porque ellos mismos las cazaban, eran los únicos en aquella época que podían permitirse ese "manjar" para entonces. Porque aún la alimentación casi exclusiva y básica segía siendo el potaje, el tocino y los chorizos y morcillas que les traían de los pueblos los parientes.

      Gracias a la "matanza" sobrevivió el país.

      Ese californiano (imaginario porque lo he inventado para contrastar con aquella España) supongo que disfrutaría como enano amarillo con esas perdices del campo y las morcillas y chorizos caseros. Más los tragos a la bota de vino. Todo ello desconocido en su tierra.

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  2. Usted perdone la corrección Don Tella, pero debería vuestra merced haber puesto "El Glorioso Año de Gracia de 1959". ¡Hombre don Tella! que en ese año se produjo una conjunción intergaláctica única en la historia de la humanidad, ni más ni menos que nació y abrió sus ojillos a este mundo este "Zorrete", jajaj.
    Ya tenía en mente preguntarte quien rayos era ese californiano y resulta que era un californiano de las vascongadas, jejej.
    Es cierto las cosas eran así, con gente con 50 años o menos que estaban hechos unos viejos desdentados a lomos de su mula o borrico, mi señor abuelo tenía dos burritos muy majos con los que mi hermano y yo, urbanitas al fin y al cabo, disfrutábamos mucho cada vez que íbamos al pueblo en la desolada Extremadura.
    Saluditos.

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    1. DON ROBERT
      Si lo hubiera sabido claro que escribo lo de "GLORIOSO AÑO DE GRACIA DE 1959", faltaría más, siendo la fecha en que las divinidades se pusieron de acuerdo para crear un genio de la más vasta cultura, como sois vos.

      Me satisface que tengas memoria de todos esas imágenes de pueblos con "ancianos" de 50 y arrastrando o montados en burros o mulas. Y con más razón en la dura tierra de Extremadura.

      No sé si sabrás que en California hay colonias enteras de vascos, pero de los de verdad, ajenos por completo a las demencias de aquí, y que conservan el idioma vascongado, de padres a hijos, y gustan de reunirse para asar unos becerros y merendarselos.

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  3. Había algo de auténtico en aquellos pueblines de mi infancia que usted hoy nos recuerda, una dignidad que se echa de menos...

    Porque ahora los aldeanos de los pueblos de España ya no tienen ese saber estar, independiente del grado de instrucción, llamado educación, y lo que abunda es el chusmerío y la mezquindad, tanto en pueblos como ciudades de España.

    FugisaludoS

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    1. DON FUGITIVO
      Importante valor perdido que recuerdas, LA DIGNIDAD, y que ya es un bien muy escaso. En los pueblos aquellos, siempre llenos, la había para exportar pero ya no quedan ni los propios pueblos. Han desaparecido o se han transformado en poblachones grandes en donde la vida es idéntica a la de la ciudad.

      El hombre de campo, del que proviene todo españolito aunque lleve detrás título de Duque de Medinasidonia, era quien arrostraba el trabajo, el pago de impuestos, las escabechinas que organizaban a su cuenta los señoritos, etc., sabía que lo último que le podían quitar era su sentido del orgullo o sea la dignidad personal. Y eso en España era el supremo bien como lo reflejan en siglos atrás los Calderón de la Barca, Lope o Cervantes.

      La ciudad ha envilecido al español medio aunque le haya enseñado a usar máquinas. Y nuestra forma de ser, tan sectaria, tan de "clan" cortito en lo político o en lo deportivo proviene de esa mentalidad campesina que no distinguía matices. O se es así o no se es. Nos ha quedado lo peor de aquella postura ante la vida : el sectarismo.

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  4. A ese estudiante no se le olvidará aquel paisaje en que las gentes eran hospitalarias y generosas pero en donde siempre en lontananza se veía a una pareja de la guardia civil, o en donde en los trenes, al igual que el revisor de billetes pasaba un señor de paisano pidiendo identificación documental.

    Los cafés con leche, a base de achicoria y leche, la actual generación no la ha conocido nunca.

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    1. DON ZALDUM
      Más nos valdría hoy que con una simple pareja de guardisibiles el gentío tuviera la sensación de que, en muchos kilómetros alrededor, no se iba a producir ningún atraco ni nadie iba a embestirte.

      Lo del café con leche con achicoria, te aseguro que el café que hoy mismo toman los gringos es bastante peor que aquella achicoria.

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  5. Lo que más me gusta es lo bien que reflejas, Tella, el deambular por el país, país en el que los trenes jamás llegaban con menos de una hora de retraso y eran aún de carbón y hollín, y los autobuses tardaban más que ahora una bicicleta con sus traqueteos por unos asfaltos rotos y estrechos. Aquel viaje, de recorrer España, era una aventura como las que se pueden experimentar ahora viajando a la India.

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    1. DON LUCIO
      Recuerdo que en aquellos tiempos el ir de San Sebastián a Valladolid suponía pasar 12 horas sentado en unos asientos de tren que eran de tablas de madera. Para hacer en total 300 kilómetros. Y los autobuses unicamente hacían recorridos cortos, entre pueblos de una misma comarca. o entre la capital y los pueblos de la provincia. No daban para más.

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  6. Por unos pocos añitos se perdió el boom turístico y el Madrid abierto, bullicioso y en tecnicolor de las pelis de Tony Leblanc y Conchita Velasco, lástima.

    Y si viene después ya no la reconoce ni la que lo parió como decía aquel.

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    1. DOÑA MARIBELUCA
      Cierto. Unos pocos añitos más tarde, hacia 1965, ya había cambiado muchísimo al menos el ASPECTO EXTERIOR de las gentes y la propia alimentación. Incluso había Seat 600 y 1.500. Y "suecas" de Valladolid en Benidorm.

      Ahora sí que creería, si volviera, que se había ido a otro continente. A un país como Egipto o Jordania.

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  7. Más o menos una impresión igual me llevé yo mismo cuando regresé a España en 1964. Vi mucho atraso, pero encontré a una gente estupenda por todos los sitios que transité. Y no digamos de la comida, en todas partes encontraba unos sabores que recordaba vagamente de mi niñez.
    Hemos cambiado a peor, a pesar de las televisiones, los móviles y demás zarandangas.
    Lamentable.

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  8. Y es que aquel país mísero que encontró era el mismo al que su país de origen había condenado a la Autarquía desde el final de la Guerra hasta el año 1955. Seguramente no pensaba en eso mientras pateaba España pero claro, todo hay que verlo, cómo hay que ver lo que era España en aquel 1959 y lo que era veinte años después gracias a quienes en esos momentos ostentaban la batuta del Destino en lo Universal.

    Un saludazo.

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