20 julio 2017
La última farera
Cristina Fernández fue una de las tres primeras fareras de España y vive desde hace 43 años en la Costa da Morte.
El día que el mar se volvió naranja en Camariñas, A Coruña, Cristina era una niña a los pies del faro de Cabo Vilán. Tras el naufragio del Banora, la marea había arrastrado 1.600 toneladas de naranjas a la Costa da Morte. Mientras los vecinos recogían los restos del naufragio, a la niña lo que se le reveló fue un destello en las alturas. "Siempre que dicen que fui la primera farera insisto en que también había otras dos. Sólo soy una de las primeras, pero soy la última que me jubilo, le cambia la voz. "Y me niego a jubilarme.
Me llevaron en coche y me dejaron allí. No me dejaron comida, solo unos arenques y un trocito de pan. Era una prueba para ver cómo ibas a actuar siendo mujer, en esa encerrona. Lo que no sabían es que a mí los arenques me encantan. Cuando te introduces en una profesión que tu padre te dice que es de hombres, vas con una coraza, con otra fuerza. En realidad luego eran buenísimos, pero yo estaba preparada para batirme con ellos.
Cuentan que hace siglos un naufragio sumergió varios acordeones que, a expensas de los movimientos del agua, comenzaron a sonar. El mar hacía música. Otra vez, el mar arrastró tal cantidad de botes de pintura que los vecinos de un pueblo cercano corrieron a pintar todas las puertas de blanco en vísperas de la fiesta.
Cuando despertaron, a la mañana siguiente, el pueblo estaba abarrotado de moscas y mosquitos. No era pintura aquello que trajo la marea. "¡Era leite condensada!", exclama Cristina entre risas.
Cuenta estas anécdotas con la normalidad de quien se ha acostumbrado a vivir donde el mar asesina y regala a partes iguales.
Los navegantes ingleses marcaban este punto costero con una cruz roja. Aquí, entre rocas, les esperaba la muerte, a menudo dispuesta a trabajar. Se cree que fueron ellos los que, por su peligrosidad, le imprimieron el nombre a Costa da Morte.
Cuando Cristina empezó a ejercer, los faros dependían de Fomento. En 1992 el Estado eliminó el Cuerpo de Técnicos de Señales Marítimas y, por tanto, la oposición a farero. Las opciones eran dos: seguir siendo funcionarios y pasar a ocupar un puesto en la administración, o dejar de ser funcionarios y seguir siendo fareros. Los fareros de Costa da Morte se reunieron en el puerto de A Coruña para decidir su futuro, aunque Cristina lo había elegido de antemano por todos, así que les dijo: "Nos quedamos todos".
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Ya apenas quedan fareros pero les tengo un gran respeto a todo ellos. Por el hecho de vivir tan solitarios y aíslados y con una gran responsabilidad.
ResponderEliminarDON MARTIN
EliminarSí, esa profesión impone un enorme respeto. Y debe de ser muy duro habitar una torre aislada en medio de la nada soportando las consecuencia de los embates de la mar.
Lo de los botes de pintura es muy típico cuando el mar es muy bravo y lo es el Atlántico en Galicia.
ResponderEliminarDON FERNANDO.
EliminarYa veo que te ha llamado la atención ese detelle que cuenta la farera.
Imagino que se han eliminado a los fareros porque ahora los barcos se situan y protegen mediante los GPS.
ResponderEliminarDOÑA ENERITZ
EliminarCon el invento del GPS se han eliminado los fareros y también a muchísima tripulación de los grandes buques.
Hay que tener un caracter muy especial para ese curro, yo creo hay que tener alma de ermitaño. Y me pregunto que pasara si les alejas del mar un par de dias, lo mismo no pueden dormir por su ausencia.
ResponderEliminarSEÑOR OGRO.
EliminarEs evidente que los fareros deben de tener capacidad de vivir aíslados al estilo, como dices, de los ermitaños.
Probablemente cuando vayan a pasar días en tierra adentro se sientan desplazados por ausencia de ruídos y vientos marinos.
Otra profesión para el recuerdo.
ResponderEliminarSe pierde el romanticismo con las nuevas tecnologías.
DON TRECCE
EliminarDefines a la perfección la situación :"Otra profesión para el recuerdo.
Se pierde el romanticismo con las nuevas tecnologías. "