Lo que no se podía imaginar Cecile Kyenge Kashetu cuando el pasado 27 de abril se convirtió en la primera ministra negra de la historia de Italia, en calidad de titular de Integración y Políticas Juveniles, es lo absolutamente brutales que llegarían a ser las resistencias. En los apenas tres meses que esta mujer de 49 años y origen congoleño lleva en el Gobierno ha soportado durísimos ataques racistas.
No es sólo que en algunos muros del país hayan escrito pintadas anónimas contra ella. Lo peor es que las agresiones más infames de las que está siendo objeto esta parlamentaria del centro-izquierda proceden de algunos de sus colegas políticos.
El último ha sido Roberto Calderoli, vicepresidente del Senado y uno de los pesos pesados de la Liga del Norte, que la ha comparado con "un orangután".
Pero ya antes otros miembros de ese mismo partido, conocido por su xenofobia ramplante, habían pedido que fuera violada (en plan represalia, para "hacerla entender lo que puede sentir" una mujer blanca violada por un africano) o la habían insultado diciendo cosas como que "los africanos pertenecen a una etnia muy distinta de la nuestra que no ha producido grandes genios".
El viernes, sin ir más lejos, un consejero de la localidad de Trento, en el norte del país, un tal Paolo Serafini, la espetó desde su página de Facebook: "Qué vuelva a la jungla".
Jamás, ni una sola vez, ha respondido con improperios a quienes la agredían con comentarios racistas. La ministra encara los ataques predicando con el ejemplo y poniendo en práctica un difícil ejercicio de integración y tolerancia.
Es verdad que ella es así: una mujer fuerte que no permite que las agresiones xenófobas le afecten. Pero también es que a estas alturas de la batalla, por desgracia, está muy curtida.
Desde que llegó hace 15 años a Italia sin papeles, como una inmigrante ilegal, ha padecido de todo a causa del color oscuro de su piel.
Cecile Kyenge procede de Kambove, en Katanga (en el sudeste de la República Democrática del Congo). Fue allí donde nació el 28 de agosto de 1964, en el seno de una familia acomodada perteneciente a la etnia bakunda. Su padre, católico, era el jefe de una importante tribu que practica la poligamia, de manera que a pesar de sus convicciones religiosas tuvo cuatro esposas y trajo al mundo 38 hijos, entre los que se incluye la actual ministra.
Algunos políticos de la Liga del Norte y del Pueblo de la Libertad (PDL), la formación de centro-derecha que lidera Silvio Berlusconi, en seguida se le echaron encima, acusándola de defender la poligamia y aprovechando para lanzarle nuevos ataques xenófobos.
"¿La ministra Kyenge pretende presentar un proyecto de ley sobre la poligamia, basado en su experiencia familiar en el Congo?", lanzaba Elvira Savinoesa, diputada del PDL. Pregunta envenenada.
"La poligamia es un comportamiento que forma parte de la sociedad en la que yo nací. Y lo que es necesario es tener el valor y la dignidad de decirlo, de explicar que esa practica se puede o no compartir, pero que no es ni mejor ni peor que la de otras culturas. Los propios orígenes no se pueden negar, no se pueden esconder", sentencia Cecile Kyenge, que admite que a ella encajar sus propias raíces le ha costado no poco tiempo y muchos sufrimientos.
Llegó a Italia en 1983, con 19 añitos, de chiripa e impulsada por una única idea fija: estudiar medicina. Así que Cecile Kyenge no tuvo más remedio que entrar de manera ilegal en Italia.
Y, como miles de inmigrantes, lo hizo con una mano delante y otra detrás, cercada por la pobreza.
Pero los sacrificios de Kyenge obtuvieron su recompensa. La hoy ministra consiguió su objetivo: logró sacarse el título de licenciada en Medicina por la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma. Posteriormente, en la Universidad de Moda hizo la especialización en oftalmología.
Conseguir la ciudadanía italiana le llevó 15 años. Y la obtuvo sólo porque se casó con un italiano que responde al nombre de Mimmo y que también él es un poco inmigrante: es un calabrés originario de Modena. Él y Kyenge tienen dos hijas, Maisha y Giulia. La primera tiene 21 años y estudia cultura de la moda en Rimini. Giulia, por su parte, tiene 17 años y las ideas muy claras sobre cuál es la receta para curar el racismo: "Vivir en paz, viajar mucho y leer tanto".
Por Hdez.Velasco
morena ministra
Yo, con el derecho que me asiste por ser blanca e hija de italianos, digo: ¿A quien se le puede ocurrir nombrar ministra a una negra africana, hija del jefe de una tribu polígama, que llegó a Italia como ilegal e indocumentada?...
ResponderEliminar¡Que se vaya de vuelta nadando a Katanga!...
Amor y Paz
DOÑA LUCRECIA
EliminarLa autoridad que te da tu ascendencia italiana merece ser respetada y por ello coincido contigo en que sólo a italianos se les puede ocurrir poner a una ilegal tribal de Katanga como ministra europea.
Habrá que enseñarle a remar y proponerle un bonito viaje de vuelta en patera hacia tierras congoleñas. Lo "pior" de estos casos es que los zurdosos se copian los unos a los otros y cualquier día un gobierno sociata nos pone aquí una zulú de Ministra de Fomento, ministerio que controla a los Controllers.
En Italia siempre se han tomado la política a choteo. Hasta una actríz del cine porno, la Cicciolina, fue parlamentaria. El nombramiento de la Cecile, en consecuencia, no me extraña en absoluto.
ResponderEliminarDON BWANA
EliminarTiene razón. Tras haber sido "alucinados" los habitantes de Europa con aquella CICCIOLINA como parlamentaria, ya no creo que haya que pueda sorprendernos en Política, salvo que aquí tuvimos de ministra a una MALENI, algo parecido a una gitana de las Cuevas de Albarraicin cuando parloteaba.
Puro cachondeo.
ResponderEliminarDON MAMUNA
EliminarY tan puro cachondeo, muy al estilo de de nombrar aquí ministras a las "lumbreras" aquellas de la Trujillo ( y sus soluciones habitacionales de 30 mts) o la Morritos de Benidorm, o la Maleni andaluza que no la entendían ni los gitanos cuando explicaba que un tunel no era un puente.