Polanco, un pobre diablo con mucho poder

"Tenía complejo de inferioridad social". "No congenió con el monarca". "Sus últimos años fueron terribles". "Aún se le tiene mucho miedo"...

El psiquiatra pone en su diván al que fuera todopoderoso empresario.

"Todavía hay mucho miedo a Polanco. Quienes le conocieron y saben cosas importantes de él no quieren hablar. Algunos me han preguntado: "¿El libro es a favor o en contra?".
"Cuatro años después de su muerte, Jesús de Polanco sigue teniendo un gran poder. Al igual que sucedió con Franco, es nuestro muerto más presente".

Así se expresa Enrique González Duro, uno de los psiquiatras más importantes de España, quien, con paciencia del galeno, ha analizado la personalidad del empresario, dando a la luz una wija literaria al imaginar tumbado en el diván de su consulta al que fuera uno de los hombres más influyentes de nuestro país: Polanco, el señor de El País.

González Duro tiene experiencia en pasar por la "thermomix del psicoanálisis" a personajes del poder. Ya radiografió a Franco con una biografía psicológica y ahora lo hace con Polanco.

"Cuando me lo propusieron me pareció un reto. Es un tipo intocable, nadie se atrevía a analizar al personaje. No hay casi nada escrito sobre él", dice este médico jiennense de 70 años, ya jubilado.

"La vida de Polanco no tiene ningún interés", asegura, "es gris, plana, monocorde. Un empresario ambicioso que descubre que para hacer dinero en España hay que estar lo más cerca posible del poder".

En su libro explica cómo lo hizo: "Perdió a su padre a los 13 años y solía repetir que los hijos de viuda son de una pasta especial, pero él no fue un huérfano abatido. Todo lo contrario, trabajó desde los 18 años para ayudar a su familia en el Instituto de Cultura Hispánica (como secretario de redacción de un boletín destinado a Sudamérica)".

Es allí donde aprendió el arte y el negocio de la letra impresa. A los 24 años terminó Derecho y en 1959 monta su primera editorial: Santillana.

Según González Duro, Polanco siempre hacía negocios a la sombra del poder: primero con el franquismo (editando con Santillana los libros de texto de la reforma educativa de Villar Palasí; en septiembre de 1970 nadie tenía listos los manuales para el curso, pero allí estaba don Jesús con su información privilegiada, quien consiguió su primer pelotazo vendiendo más de 50.000 libros en un mes); luego fue una de las piezas claves de la Transición mediática (primero con El País, más tarde con la SER para terminar monopolizando la televisión de pago con Canal+).

Su mimetismo con el poder, especialmente con Felipe González, alcanzó tales cotas de confusión que durante años se discutió, en tabernas, bares y restaurantes (como si de fútbol se tratase), si El País era un periódico gubernamental o si, por el contrario, eran PRISA y Polanco quienes marcaban la agenda política de los socialistas.

"Polanco descubre con Felipe González una mina para hacer negocios y explota este yacimiento hasta el final".

González Duro relata la expansión de dos empresas de Polanco: Eductrade (exportación y venta de material educativo) y Sanitrade (material sanitario) por toda América apoyadas por los créditos de FOCOEX, empresa pública gestionada durante muchos años por Gloria Barba, esposa de Carlos Solchaga, el que fuera ministro de Economía con los socialistas.

Para el psiquiatra González Duro una de las cuestiones más enigmáticas de la biografía de Polanco es su especial relación con Juan Luis Cebrián. "La química funciona entre ellos hasta que Polanco es consciente de que Cebrián ha alcanzado mucho más poder que él.

El País no lo hizo Polanco, él se hizo con El País. En su origen era un proyecto de la derecha reformista del franquismo (Fraga, Areilza...) con alianza de liberales, juanistas, empresarios e intelectuales conservadores. El éxito de Polanco-Cebrián fue hacer pasar un periódico de derechas como el referente intelectual de la izquierda política. Si se analiza la línea editorial de El País, queda retratado como un órgano de poder socialista, un periódico de régimen: el ABC de la monarquía de Juan Carlos de Borbón".

Y es que la figura del Rey ejerció sobre Polanco una singular atracción fatal. Era el típico empresario de clase media que espera ser reconocido, porque él tenía muchos problemas de integración social al ser de carácter muy retraído. El hecho de colocar el "de" detrás de su nombre demuestra un complejo de inferioridad social. Él soñaba con el título de marqués de Santillana, pero no lo consiguió.

No congenió con la forma de ser del monarca (más campechano y dicharachero) mientras que Polanco, hombre tenaz y trabajador, quizá fuera demasiado serio. Tampoco ayudó a esta relación la querencia del Monarca hacia otras personas de la comunicación y los negocios, como Mario Conde y los hermanos Anson, circunstancia que sacaba de sus casillas y ponía especialmente nervioso a Polanco.

Hombre de negocios hasta para sus asuntos familiares, en 1989 gestionó el divorcio con Isabel Moreno Puncel, con la que llevaba 32 años casado, como quien administra una buena empresa: buscando el beneficio de todos y sin escándalos. Su segunda mujer, Mari Luz Barreiros, hija de Eduardo Barreiros, famoso empresario de camiones durante el franquismo, le dio vida y según González Duro también se la quitó después de su divorcio en 2003 al anunciarle que se unía sentimentalmente con el célebre hispanista inglés Hugh Thomas.

Polanco murió el 21 de julio de 2007 en Madrid, con 77 años, víctima de un melanoma múltiple. Su fin coincidió con la crisis de su grupo empresarial, liquidado finalmente por sus cuatro hijos al vender el 57% del capital de PRISA a la compañía internacional Liberty Adquisition Holdings en 2010.

Durante su entierro en la Almudena, rodeado por la flor y nata del régimen, ofició un responso el cura José María Martín Patiño, colaborador del cardenal Tarancón y responsable de su apodo más popular, Jesús del Gran Poder, denominación que, según González Duro, no le disgustaba.

"Polanco no tenía ideología, fue falangista en su adolescencia, pero sólo le importaban las ganancias económicas y el poder. Cuando tuvo las dos cosas: pompa y dinero, las utilizó a su favor contra todo aquel que le echaba un pulso", dice.

"No hay cojones para no darme un canal de televisión", es una de sus frases más recordadas.

Una de sus víctimas, el juez Gómez de Liaño, representa la influencia de Polanco en tribunales, palacios y otras estancias del poder. Aznar tuvo que plegarse a sus deseos. Y es que para muchos, Polanco era más que un poder mediático, era todo un imperio.

Tellagorri

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