Los "muros" que toleramos los europeos

El periodista Luis del Pino se pregunta : ¿Qué mejor manera, para evitar que el resentimiento o el malestar se dirijan contra ti, para evitar que se cuestione tu poder, que inducir el enfrentamiento entre tus súbditos?
Si los servicios públicos se degradan, mejor que los ciudadanos culpen de esa degradación a los inmigrantes o los partidarios de la Oposición, no sea que a alguien se le ocurra pedir responsabilidades a esos gobernantes que tendrían la obligación de garantizar los servicios públicos para todos, inmigrantes y no inmigrantes.

Si la crisis económica empuja a millones de españoles al paro, mejor que los ciudadanos culpen de sus males a los avariciosos empresarios, no sea que a alguien se le ocurra exigir a sus gobernantes que dejen de saquear el presupuesto y dilapidar un dinero que no nos sobra.

Pero donde quizá se visualiza mejor esa artificial división entre españoles y entre europeos, una división artificial que no hace sino perpetuar las injusticias sociales y la falta de libertades, es en el enfrentamiento partidista. Los españoles competimos por ver quién consigue que su partido venza en cada cita electoral. Sin importarnos un carajo que el que está en el Poder nos ha arruinado.

Competimos porque gane nuestro partido, sin entrar nunca a cuestionar qué es exactamente lo que estamos haciendo y lo que estamos consintiendo.

Consentimos, por ejemplo, que se nos niegue el derecho a educar a nuestros hijos en nuestra lengua. Y no hay diferencias partidistas en ese desafuero. Porque en Cataluña o Baleares o Vasconia es el frente social-nacionalista quien ahoga las libertades en ese terreno, pero en Valencia o Galicia son los populares los que se encargan de hacer valer la ley lingüística del embudo.

Consentimos también que la corrupción se generalice. Y seguimos votando a candidatos demostrada o supuestamente corruptos, simplemente porque esos candidatos son tan corruptos como los de enfrente, pero son de nuestro partido.

Todo lo cual indica, por supuesto, que hemos llegado a aceptar como inevitable la corrupción y la limitación de las libertades Es decir, hemos llegado a una situación en la que nuestra máxima aspiración no es otra que competir en fastidiar al otro que es de diferente opinión.
Cuando, en realidad, lo que tendríamos que hacer, en lugar de perdernos en idiotas luchas con los que tenemos al lado, es dirigir nuestro malestar hacia arriba, quemar de una vez el puñetero espíritu de envidia y colgar de las pelotas al cretino del señor que manda.

A nivel de Occidente viene sucediendo lo mismo.
Sólo la inflexibilidad de los Estados Unidos consiguió la demolición del muro de Berlín. Digo con toda precisión los Estados Unidos, y no Occidente en su conjunto, porque en Europa seguía y sigue dominando en todas las instituciones y en todos los partidos el espíritu de Munich: mejor un mal negocio en paz que un triunfo obtenido mediante la firmeza y, cuando hace falta, mediante la guerra o la amenaza de guerra.
Mejor la alianza de civilizaciones que un enfrentamiento con los productores de petróleo. Obama es una encarnación más del espíritu de Munich, un mulato esencialmente europeo en términos ideológicos, que prefiere ignorar, igual que Carter y Clinton, que su país no sólo tuvo que venir a sacarle las castañas del fuego a la Europa libre en dos ocasiones, sino que cargó con el peso de la reconstrucción y asumió casi en soledad la guerra fría.

Aquella pared de Berlín, no muy gruesa, no más gruesa que las que cierran las cárceles corrientes, y de algo más de tres metros, resultó muy resistente, e hizo falta un halcón muy astuto como era Reagan para echarla abajo. O, siendo aún más precisos, y ésa es la clave, para que los mismos que lo habían construido lo declararan políticamente inútil.

Lo último es el bloqueo mental de Occidente para hacer frente al Islam. El muro que han levantado los progres para no hacer nada y que nos adoctrinen y avasallen los muslimes.

Tellagorri

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