26 mayo 2009

¿Es posible ser LIBERAL de Izquierda o de Extrema derecha?


Uno de los grandes encantos del Liberalismo es que no se trata de una ideología, sobre todo en su vertiente menos anarquista: no nos propone la “solución” apriorística a ningún problema, sino que presupone que el individuo es quien se halla en la mejor disposición para procurarse sus propias soluciones, puesto que es quien mejor conoce sus propios problemas, y que la mejor forma de permitirle buscar dichas soluciones es dejarle obrar en libertad.

En ese sentido, el Liberalismo no son meras especulaciones y, a diferencia de la mayor parte de las ideologías, ha probado su eficacia: existen numerosos estudios donde se ponen en relación el nivel de libertad de mercado de los países con sus respectivos niveles de prosperidad, justicia, educación y satisfacción de las necesidades humanas de toda índole, hallando que un mejor nivel de lo primero se corresponde invariablemente con mejores niveles de lo segundo.

Dicho esto, ¿qué propugna la Izquierda política? Para responder a esa pregunta debemos hacer un poco de memoria y recordar de dónde procede y cómo se ha manifestado esa ideología.

La Izquierda como hoy la conocemos deriva de una u otra forma de las teorías políticas y económicas de Marx y de su plasmación práctica a través de los procesos revolucionarios del s. XX.

Dicha ideología se basa, fundamentalmente, en la crítica del Capitalismo como sistema básicamente injusto que permite la existencia de ricos (dueños de los medios de producción) y de pobres (o proletariado, dueño del recurso económico por excelencia, el trabajo), y en la propuesta de otro sistema, no por azar llamado comunismo, donde los medios de producción sean comunes y la acción de los hombres se supedite al interés de un ente supraindividual, la sociedad, identificada aquí con el proletariado.
La idea central de la Izquierda, por tanto, será la puesta en valor del colectivo por encima del individuo como sujeto de derechos o intereses de rango superior a los que cabe atribuir a este último.

La ideología izquierdista (en este caso, sí cabe hablar de ideología, por cuanto propugna una serie de medidas apriorísticas como mejores medios para procurar al hombre lo que necesita) puede llevarse al extremo, como en el caso de los colectivismos comunistas (Cuba, Corea del Norte) donde, por voluntad del Estado, no existen ni la propiedad privada ni el mercado; o puede atemperarse mucho, como sucede en el caso de las socialdemocracias occidentales, que reconocen el Capitalismo y conceden a los ciudadanos una alta cota de libertad individual, pero tienen un contenido social muy acusado y propugnan medidas tendentes a favorecer la igualdad por encima de la libertad a través de medidas dirigidas a la redistribución de la riqueza, la preservación de ciertos sectores o funciones productivas en contra de las leyes mecánicas del mercado, etc.


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¿Se puede ser liberal e izquierdista o fascista?

Atendidas sus características, es obvio que el Liberalismo y la Izquierda preconizan, precisamente, cosas opuestas, cabe decir que incluso cosmovisiones opuestas, y que todo acercamiento a la Izquierda comporta un paralelo alejamiento del Liberalismo, por lo que muy mal se podrá ser “liberal y de izquierdas” ni "liberal y fascista".

O se es liberal o se es de izquierdas o se es fascista o, asumido que es imposible la plasmación material de cualquiera de las posturas en su pureza teórica, se deambula por algún punto del largo camino que separa a a las TRES.

La primera pregunta es que, si el Liberalismo es lo contrario de la Izquierda, ¿equivale por tanto a la Derecha? La segunda pregunta es si, entonces, apoyar el libre comercio y consumo de drogas, el aborto libre, el matrimonio entre homosexuales o la investigación con células madre es “antiliberal”.

Haciendo un complejo ejercicio de abstracción, y considerando que en aquellos países donde existe el juego partidista podamos considerar “Derecha” simplemente todo aquello que “no es Izquierda”, encontraremos que la derecha suele manifestarse por medio de principios de acción política que, en parte, coinciden con el Liberalismo tal como se ha enunciado más arriba: defensa del Mercado como sistema de confluencia de los intereses de los individuos, reducción del Estado y de los impuestos, fomento de la iniciativa privada, supresión de la industria de titularidad pública, etc.

Esto, naturalmente, no significa que el Liberalismo sea “de derechas”; significa, más bien, que la Derecha, o lo que suele entenderse por Derecha, es frecuentemente liberal además de reunir otras connotaciones (cristiana, conservadora) que conviven, generalmente en difícil tensión, con el Liberalismo, pero que no necesariamente se le contraponen como sí el colectivismo izquierdista y el fascismo totalizador.

Obviamente, y no es ocioso repetirlo, habrá que descartar el mito absurdo de que el Nazismo o el Fascismo son manifestaciones extremas de la derecha política; ambas ideologías y las formas de gobierno a que dieron lugar tienen muchos más puntos de contacto con el socialismo y el comunismo que con cualquier otra forma de gobierno.

Muy bien, entonces ¿qué pasa con esas reivindicaciones tradicionalmente asociadas a la Izquierda y que muchos liberales hacen suyas? ¿No significará eso que el Liberalismo participa de algún modo de los ideales de la Izquierda, es decir, que al fin y al cabo sí existe un Liberalismo izquierdista?

Tal es el caso de la legalización de ciertas drogas. Este afán liberalizador parece más bien una excepción dentro del complicado sistema de reglas planificadoras que caracterizan a la Izquierda y de su constante preocupación por el bienestar de los individuos, aun a costa de su libertad.

Si la Izquierda ha abrazado la causa de la legalización de las drogas no se debe a que la causa en sí sea verdaderamente “izquierdista”, sino porque en ella ha percibido la oportunidad de aglutinar el voto de determinados sectores de la juventud que ven con muy buenos ojos el comercio libre de drogas, no por causa de una visión liberal objetiva, sino por un deseo subjetivo de acceder con mayor facilidad a las drogas, de las que son potencial o realmente consumidores. En dicha aspiración, el debate sobre la libertad simplemente no existe: sólo el debate sobre la conveniencia inmediata.

Otro tanto sucede con el matrimonio homosexual. La Izquierda ha hecho bandera de esa reivindicación, no porque esté en sus “genes” ideológicos (y basta comprobar el comportamiento de regímenes izquierdistas, como el cubano, con los homosexuales), sino porque ha percibido la oportunidad estratégica de captar el voto de numerosas personas subjetivamente vinculadas a la iniciativa (homosexuales deseosos de acceder al régimen jurídico privilegiado del matrimonio).

Además, la Izquierda ha visto en esta reivindicación una buena oportunidad de polemizar con la Derecha (en su vertiente cristiana y conservadora), esgrimiendo la legalización del matrimonio homosexual como una causa por la libertad, cuando en realidad la libertad no está en modo alguno en cuestión: desde un punto de vista liberal, cualquiera puede elegir libremente su régimen de convivencia sin necesidad de involucrar al Estado para que regule dicha elección libre.

No menos notable es el exquisito cuidado con que los radicales dejan fuera del debate otras reivindicaciones que el Liberalismo más o menos ortodoxo incluye en su particular vademecum, como sea la libertad de tener y portar armas.

Este derecho, que en las democracias occidentales ha sido subrogado en el Estado como depositario del “monopolio de la coacción física legítima”, no parece digno de la atención de los radicales, acaso porque choca frontalmente con los predicados tradicionales de la Izquierda.

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Harina de otro costal son el aborto o la investigación con células madre embrionarias. Definir ambos como “asuntos de pura libertad individual” es ignorar el debate filosófico científico que alienta detrás de ambos.

En el caso del aborto (o de la utilización de embriones con fines científicos; el hecho es, desde un punto de vista ético y jurídico, más o menos equivalente), el debate subyacente no es si se respeta o no la libertad de la madre, sino que se trata de saber si el feto es ya un ser humano o no.

En el primer caso, el feto es tan sujeto de derechos como la madre o como cualquier otra persona, tan luego del derecho primordial que es el derecho a vivir, y por tanto ningún interés de la madre será de rango suficiente como para privar al nasciturus de su derecho, no ya a nacer, sino a vivir.

Sólo en el segundo caso, es decir, en el caso de considerar que el feto no es un ser humano individual sino una parte del cuerpo de la madre, cabrá considerar que ésta obra dentro de la autonomía de su libertad eliminándolo.

Desde un punto de vista puramente científico, parece innegable que el feto es, desde el momento mismo de la concepción, un ser humano, con todas las condiciones para ser considerado tal, y por tanto, desde un punto de vista ético jurídico, sujeto de todos los derechos inherentes a la persona.

No existe un solo criterio que permita adjudicarle el feto la condición de “parte del cuerpo de la madre” que lo convierta, por tanto, en objeto de la libre disposición de ésta, y no siendo así, el feto es por fuerza un ser humano independiente.

Como conclusión de todo lo dicho, creo que no se puede, sin caer en grave inconsistencia ideológica, proclamar la existencia de un Liberalismo de izquierdas o de extrema derecha, verdadera contradictio in termini fruto de una simple confusión entre los elementos constitutivos de la ideología de Izquierda y del fascismo y ciertos componentes circunstanciales de su acción política, adoptados por mera conveniencia estratégica, los cuales, en muchos de los casos, ni siquiera pueden vincularse con facilidad al Liberalismo.

Tellagorri

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2 comentarios:

  1. creo que demasiado a menudo igualas todo el pensamiento de izquierdas con Cuba, Corea y Stalin and company. Digamos que existe algo mas que esos extremos, o acaso toda la derecha es Pinochet?. En cuanto al derecho al aborto pienso que una mujer tiene absoluto derecho a hacer lo quiera, no creo que llegemos al extremo de abortar por que si, por diversion. Y si no en cuanto queden embarazas las atamos a una cama y las alimentamos con papillas hasta que finalize el embarazo. Finalmente, las drogas, si queremos acabar con el agujero del dinero "mafioso", habra que regular la distribucion, consumo y venta tanto de las drogas como de la prostitucion, y dejarnos de hipocresias y mirar para otro lado. Si son malas que cada uno haga lo que quiera, total ya bebemos y fumamos a gusto, y el Estado se lleva una buena pasta de nuestros vicios.
    Un Saludo

    Alfonso

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  2. ALFONSO

    Con toda la cordialidad, en primer lugar gracias por el comentario, y en segundo, efectivamente habría que comenzar por definir qué es LA IZQUIERDA NO LENINISTA.
    Lo mismo que la DERECHA NO FASCISTA.

    En ese término medio se hallan los liberales más progresistas estilo laborismo británico y Demócrtas USA, y por el otro lado los conservadores estilo Alemania, o USA o Britannia.

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