¿Qué es arte? Porque si es todo lo que aseguran sus autores, vamos a tener más artistas que parados por la crisis inmobiliaria. Arte ha sido, y esperemos siga siendo, la elevación de lo particular a lo universal.
El Caballero de la Mano en el Pecho no es un vecino toledano de El Greco, sino el taciturno y un tanto avinagrado caballero español de aquella época. Como los girasoles de Van Gogh no son los que tenía sobre su mesa, sino la esencia de todos los girasoles, y las demoiselles d´Avignon, todas las casas de putas del mundo.
Lo circunstancial convertido en universal de la mano del genio. Mientras el arte moderno se empeña en recorrer el camino inverso: convertir lo universal en particular. Deconstrucción del arte le llaman. ¿No será más bien destrucción ante la incapacidad de crear un arte realmente nuevo?
Me he preguntado muchas veces la razón de estas extravagancias -la última que he visto eran unos corderos despellejados, conservados en formol (por cierto: ¿quién era el artista, el matarife, el embalsamador o el firmante?)- y sólo he encontrado una: la complicidad del crítico.
La obra artística no venía necesitando a nadie para ser entendida. Pero con la llegada del nuevo arte empezó a necesitar un intérprete: el crítico, que pasó a incorporarse a la obra como traductor de la misma, ya que sin él era un arcano al común de los mortales. Y los críticos no renuncian a ese papel de coautores por nada del mundo, así que celebran ese tipo de arte, por estrafalario que sea, más que ningún otro, no importa su trascendencia.
Imagino que en todos los tiempos ha habido montones de cuadros, esculturas, novelas, dramas y composiciones musicales mediocres, con sólo unas cuantas que cumplían las exigentes normas de la auténtica creación artística. Son las que han quedado y hoy podemos seguir gozando de ellas. Pero en nuestros días, debido a los críticos, sólo se habla de las mediocres. Esperemos que el tiempo, que lo arregla todo, ponga las cosas en su sitio.
Por fortuna, siguen produciéndose obras universales, que desafían el tiempo y el espacio. Pocas, como siempre, pues el genio es la excepción, no la regla. EsaGran Vía o el retrato de Carretero de Antonio López, por ejemplo, que simbolizan a todos grandes de la tierra, no importa la raza o el color, que esperan al viajero en la Estación de Atocha, para recordarle que el verdadero artista puede detener el latido del universo y convertirlo en suspiro enamorado.
Por Carrascal
El Caballero de la Mano en el Pecho no es un vecino toledano de El Greco, sino el taciturno y un tanto avinagrado caballero español de aquella época. Como los girasoles de Van Gogh no son los que tenía sobre su mesa, sino la esencia de todos los girasoles, y las demoiselles d´Avignon, todas las casas de putas del mundo.
Lo circunstancial convertido en universal de la mano del genio. Mientras el arte moderno se empeña en recorrer el camino inverso: convertir lo universal en particular. Deconstrucción del arte le llaman. ¿No será más bien destrucción ante la incapacidad de crear un arte realmente nuevo?
Me he preguntado muchas veces la razón de estas extravagancias -la última que he visto eran unos corderos despellejados, conservados en formol (por cierto: ¿quién era el artista, el matarife, el embalsamador o el firmante?)- y sólo he encontrado una: la complicidad del crítico.
La obra artística no venía necesitando a nadie para ser entendida. Pero con la llegada del nuevo arte empezó a necesitar un intérprete: el crítico, que pasó a incorporarse a la obra como traductor de la misma, ya que sin él era un arcano al común de los mortales. Y los críticos no renuncian a ese papel de coautores por nada del mundo, así que celebran ese tipo de arte, por estrafalario que sea, más que ningún otro, no importa su trascendencia.
Imagino que en todos los tiempos ha habido montones de cuadros, esculturas, novelas, dramas y composiciones musicales mediocres, con sólo unas cuantas que cumplían las exigentes normas de la auténtica creación artística. Son las que han quedado y hoy podemos seguir gozando de ellas. Pero en nuestros días, debido a los críticos, sólo se habla de las mediocres. Esperemos que el tiempo, que lo arregla todo, ponga las cosas en su sitio.
Por fortuna, siguen produciéndose obras universales, que desafían el tiempo y el espacio. Pocas, como siempre, pues el genio es la excepción, no la regla. EsaGran Vía o el retrato de Carretero de Antonio López, por ejemplo, que simbolizan a todos grandes de la tierra, no importa la raza o el color, que esperan al viajero en la Estación de Atocha, para recordarle que el verdadero artista puede detener el latido del universo y convertirlo en suspiro enamorado.
Por Carrascal
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