10 noviembre 2007

LA LOCURA DE LOS BIOCARBURANTES




En un reciente artículo, “How Biofuels Could Starve the Poor” (cómo los biocarburantes podrían matar de hambre a los pobres), Runge y Senauer observan que el maíz cultivado para este propósito requiere grandes cantidades de fertilizantes, pesticidas y compuestos nitrogenados.
Y no se detiene ahí el asunto. Además estos cultivos contribuyen a la erosión del terreno y son la causa directa de una extensa zona muerta en la desembocadura del Mississipi, en el Golfo de México (esta zona es este año más amplia, pues la cosecha de maíz es la tercera más grande que se registra hasta ahora).



La subvención del biocarburante podría tener sentido si favoreciese a otro combustible celulósico distinto al etanol, empleando para la elaboración otras partes fibrosas de la planta (como el tallo) en vez de su núcleo. Esa técnica no sólo no representaría una presión directa sobre los precios de los productos alimentarios si no que, además, conllevaría la reducción de los mismos, al abrirse un nuevo mercado para los residuos agrícolas.



Nos prometen que la técnica de la transformación de la celulosa conlleva una reducción en un 80% de las emisiones de CO2, comparadas con los hidrocarburos de origen fósil. Pero se cuidarán mucho de aclararnos que se necesitan aún varios años para conseguir que esta tecnología pueda resultar económicamente competitiva.



Incluso cuando se llegue a ese punto, en el que el etanol celulósico llegue a ser competitivo, solamente representará una parte de la teórica solución al calentamiento global. Esto es así porque los biocarburantes nunca conseguirán alcanzar lo que tan brillantemente hacen los carburantes fósiles: 2 litros de gasolina sintetizan la energía recogida del sol y de 89.560 kilogramos de restos fósiles de plantas y animales. Para producir el gas natural, carbón y petróleo que estamos extrayendo ahora, el planeta se tomó la friolera de 700 millones de años.
Sustituir los medios tradicionales con biofuel viene a significar que sólo podemos extraer la energía de lo que hoy sembremos, y eso no es mucho. Durante el transcurso de un año, una plantación de maíz de ½ Ha únicamente puede proporcionar, en el mejor de los casos, 227 litros de etanol, una vez que restamos lo que corresponde a los combustibles fósiles empleados para sembrar, recoger y refinar la cosecha.


Trasladémonos al futuro, a unos cinco años vista. Dos veces al mes tendremos que pasar por la estación de servicio para llenar el tanque de 95 litros de nuestro eco-deportivo-coche (pretenden que nos despidamos con un beso de nuestro automóvil actual). Pues bien, para este modesto nivel de consumo de energía se necesita que una granja de unas 4 Ha se dedique exclusivamente a tal menester. Puede que esto no suene demasiado mal, pero pensemos que únicamente en los Estados Unidos hay más de 200 millones de vehículos. Esto representa que si los norteamericanos se limitasen a consumir la conservadora cantidad de 190 litros de biocarburante al mes, los EE.UU precisan disponer exclusivamente de 8.000.000.000 de Ha dedicadas exclusivamente a este cultivo, mientras que el país únicamente cuenta con 3.23.680.000 Ha potencialmente cultivables.


Aún siendo insuficientes las extensiones cultivables para proporcionar biocarburantes ¿dónde se sembrarán los alimentos?


Los felices discursos de la biodiversidad comportan más problemas de los que solucionan, pues la fauna es ya una víctima prominente del biofuel. Por ejemplo, el pasado año, los agricultores americanos debieron proteger 14.568.682 de Ha para cumplir con el programa de conservación de las reservas (CRP) y restaurar la degradación por erosión de las tierras para mantener el habitat de la fauna local.



Quienes apoyan al biofuel y la biodiversidad siempre tienen en mente las tierras del programa CRP en sus felices charlas, pero los granjeros ven este asunto de otra forma bien distinta y comparan los 21 dólares que les reporta el CRP por cada ½ Ha con los 174 que pueden obtener por la misma extensión de siembra en maíz o soja dedicada a los biocarburantes.



Lo mismo ocurre en otros países. Indonesia y Malasia están llevando a cabo extensas deforestaciones de la selva tropical para obtener bioiesel de la palma de aceite. Un estudio realizado recientemente por Naciones Unidas estima que el 98% de los bosques de Indonesia serán destruidos en un plazo de tiempo no superior a 15 años por este motivo. Muchas de estas nuevas plantaciones estarán en la isla de Borneo, donde se halla una importante reserva de diversidad biológica.


Además de los daños causados a la flora y fauna, los bosques indonesios son el peor lugar para las plantaciones de biofuel, pues crecen sobre la concentración de la turba más rica del mundo -que tampoco es renovable-

Cuando se quema o deseca esta turba para hacer espacio a una plantación, emite enormes cantidades de CO2. De esta forma nos encontramos con que, a pesar su subdesarrollada economía, Indonesia es el tercer país en importancia de emisiones de gases invernadero (después de China y de EE.UU). Agregado el efecto de la turba al biodisel indonesio, resulta que éste es hasta ocho veces más contaminante que la gasolina.


Y ahora una ironía. The Christian Science Monitor ha venido a informar recientemente que, debido a como están redactadas las leyes sobre los biocarburantes en EE.UU, petroleros extranjeros cargados de biodiesel indonesio pueden arribar brevemente a cualquier puerto americano, mezclarlo con fuel ordinario y marcarlo como combustible subsidiado (esto se llama “splash and dash”) y luego siguen su ruta hacia Europa, donde conseguirán subsidios adicionales.
Todo en nombre de combustibles más ecológicos.


Nada de lo comentado nos ha sido explicado (sin embargo nos explicarán muy bien los riesgos de la energía nuclear). No debemos dejarnos deslumbrar por los discursos y hemos de comenzar a examinar con detenimiento y detalle las realidades, antes de que el ciego entusiasmo nos conduzca a catástrofes ambientales o económicas.



Los discursos sobre medidas de conservación y eficiencia puede que no suenen tan bien como los que nos cantan las excelencias de fuentes de energía incierta, pero objetiva y típicamente, permiten ocuparse con mayor rapidez de los problemas combinados del calentamiento global e invitan a acentuar los rasgos de ahorro e ingeniosidad.



Por Ibaia y Wild Tux (Con la colaboración de las revistas científicas de más seriedad y prestigio del Mundo)

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