De los 510 millones de kilómetros cuadrados de superficie que tiene nuestro planeta, 361 están cubiertos por agua.
Eso significa, en términos más fáciles de entender, que el 71 % de la piel de la Tierra pertenece a un mundo en el que apenas hemos podido adentrarnos, y del que desconocemos buena parte de sus secretos.
-Ni Marte, ni egipcios, ni extraterrestres terminarán intrigándonos tanto como los tesoros que nos aguardan en el fondo marino.y tenía razón.
Existe esta curiosa paradoja: en tiempos de Ulises, el Mediterráneo no tenía exactamente las mismas costas que hoy. Aunque tampoco el resto de océanos del planeta.
Cambios bruscos, enormes, en el perfil de las costas se han producido hasta épocas tan "recientes" como el 8.000 a. J.c., causados por el progresivo derretimiento de los hielos polares.
El calentamiento de nuestra atmósfera ha reducido esa inmensidad helada a sólo 27 millones de kilómetros cuadrados de superficie. Todas las civilizaciones antiguas hablaron en un momento u otro de grandes islas o masas continentales que desaparecieron bajo las aguas.
El mito platónico de la Atlántida, la leyenda de Lemuria y tantas otras tradiciones pudieron estar refiriéndose a un hecho cierto. Una catástrofe geológica real que modificó el perfil de las playas del mundo hace miles de años.
Sin duda, una de las historias favoritas es la de la desaparición de la isla Krakatoa en 1883, en el estrecho de Sundra, entre Java Y Sumatra.Una sola erupción volcánica la destruyó en mil pedazos. Provocó tsunamis con olas de cuarenta metros de altura, y la explosión se oyó hasta en Madagascar. En 1928, en el mismo lugar en el que se hundió Krakatoa, volvió a emerger una isla. Hoy la llaman Anak Krakatoa,"hija de Krakatoa", y en unas décadas será tan grande como su madre.
Y hoy los expertos en paleoclimatología tampoco niegan ya esos cambios. Es más, sostienen que las alteraciones en la masa helada del planeta comenzaron a notarse por primera vez hace sesenta mil años y que no se han detenido aún.
El brusco ascenso de las aguas durante el último cambio climático global, hace ocho milenios, sepultó islas, antiguas bahías y, quizá, ciudades y hasta civilizaciones enteras. Tal vez incluso nos empujó a nuestra Edad de Piedra, sumergiendo para siempre esa mítica Edad de Oro de la que: hablan todas las tradiciones.
¿Acaso esa hipótesis no explicaría de un modo convincente por qué existen más de un centenar de leyendas que hablan de un Diluvio Universal en los cuatro rincones del planeta?
¿No serán esos mitos los últimos recuerdos de un tiempo anterior al origen oficial de nuestra civilización?
El caso del Mediterráneo es aún más excepcional si cabe.
Glenn Milne, profesor del Departamento de Geología de la Universidad de Durham, trabaja desde 1970 en un programa informático capaz de recrear el modo en el que han ido cambiando las costas de la Tierra desde hace veintidós mil años. Él llama a su trabajo "mapas de inundación", y al aplicados al Mare Nostrum se ha llevado una verdadera sorpresa: este pequeño mar fue protagonista de grandes alteraciones en sus costas que comenzaron a sucederse hace "unos dieciocho mil trescientos años.
El estrecho de Gibraltar era aún más sucinto que hoy; Córcega y Cerdeña formaban una sola isla, y Malta tenía entre 8 y 12 kilómetros más de anchura. Al iniciarse el deshielo de Europa, una enorme masa de agua se derramó sobre el Mediterráneo. Gibraltar fue incapaz de drenarla al Atlántico, y el Mare Nostrum subió ¡hasta 60 metros de nivel!
¿En qué afectó esa catástrofe a la humanidad?
Para la mayoría de historiadores, en casi nada. Sin embargo, una cada vez más creciente comunidad de investigadores cree que antes del 10.000 a. J.C. existieron una o varias civilizaciones avanzadas en las costas mediterráneas, que se perdieron para siempre bajo las aguas.Según esos especialistas, al subir bruscamente el nivel del mar decenas de núcleos urbanos desaparecieron, devolviendo a la humanidad a la época de las cavernas.
De repente, las descripciones de Hesíodo en Los trabajos y los días, y las de Ovidio en sus Metamorfosis, cobraban un realismo inesperado: esa Edad de Oro de la humanidad que los dioses del Olimpo decidieron barrer de la Historia con una gran inundación no fue un simple mito.
Ahora bien, ¿sabemos dónde están hoy esas ciudades sumergidas? ¿Podríamos, con el concurso de la moderna tecnología, descubrir ese fabuloso legado olvidado y rescatar una parte fundamental de nuestro pasado?
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