Por una y mil causas, a mediados del siglo XIX, se produjo un intenso proceso de industrialización del País Vasco, menos intenso o ausente en el resto de España, salvo Cataluña.
En poco tiempo con el hierro de sus minas en Vizcaya y Guipúzcoa se fabricó acero y con el acero vasco, los vascos construyeron barcos, bicicletas, armas, maquinarias y ferrocarriles.
Desarrollando un talento financiero conspicuamente ausente en Madrid, que antes y después de la "restauración" había pasado de ser un molesto y soportable quiste de burócratas a convertirse en un insoportable tumor de parásitos, los vascos, especialmente los bilbaínos, organizaron bancos que financiaron telares, fábricas de papel y empresas de toda índole, generando una riqueza que la perezosa burocracia madrileña dilapidaba alegremente.
Una formidable generación de empresarios vascos, modernos, eficientes, trabajadores -entre los cuales se destacaron Víctor Chávarri, la familia Ybarra, Horacio Echavarrieta, Eduardo Aznar, Federico Echavarria,(en Guipúzcoa debe recordarse a los Kutz, Brunet,Elorza,Gurruchaga,Oreja,Alberdi,Echaide,Usandizaga, etc) y muchos más- crearon riqueza y prosperidad.
Con ello, la población vasca, siempre equilibrada o en merma, por la constante emigración de vascos a todas partes del mundo, se enriqueció y con ello, creció su animadversión por el estéril centralismo de Madrid.
Ello se enredó con los movimientos románticos de autonomía cultural propios del siglo XIX como la Renaixensa catalana pero se envenenó de un nacionalismo xenófobo racista y enfermizo.
La curiosa singularidad de la historia y la cultura del pueblo vasco -indudable e innegable- empezó entonces un proceso de idealización y tergiversación y falsificación que condicionó la visión demencial que de ellos mismos tomaron algunas minorías de las nuevas generaciones de vascos, que llevaron a algunos grupos a transitar por los peligrosos caminos del fanatismo nacionalista que conducen al abismo de la violencia irracional que como cáncer maligno, se nutre de su propio veneno.
Totalmente de acuerdo. Antes de esta generación de empresarios durante la primera mitad del siglo XIX en Madrid destacó otra no menos importante. Francisco de las Rivas, Mateo Murga y Michelena, Estanislao Urquijo entre otros.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por el comentario. Sí, ciertamente, faltan muchísimos apellidos, dignos de recordar, que fueron los auténticos artífices de que los vascos pasaramos del cuidado de las vacas a la era industrial y a ser la vanguardia de las tecnologias.
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