10 mayo 2017

La buenas maneras


La mala educación admite hoy muchas más variedades que antaño. Sin embargo, ya ni se conoce el canon mínimo de civilidad, que está quedando desdibujado. Ni las groserías tradicionales ni las nuevas son objeto actual de atención, porque han dejado de ser materia reglada en la enseñanza escolar y tampoco son cuestiones a las que las familias presten atención, sustituidas en estas y en tantísimas otras cosas más por las emisoras de televisión y la conexión permanente a internet. A esto se suma también la matraca de la ideología de género, que no sabes si infringes cuando te muestras caballeroso con una mujer, le dejas pasar delante o aguardas a que se siente en una mesa para hacerlo tú después.

La cortesía es, sin duda, la faz refinada del respeto al otro. No conozco a nadie al que le disguste encontrarse con alguien que dé muestras de cortesía. Aunque se abuse de ella, como sucede con los cursis, siempre son preferibles a los groseros, empeñados en exteriorizar su vulgaridad e ignorancia.


La buena educación, además, no es contraria a la naturalidad, sino uno de sus más eficaces aliados. Esa confusa ecuación actual que conecta lo espontáneo con lo que corresponde hacer nos llevará bien pronto a eliminar las puertas de los cuartos de baño o a acabar compartiendo aquello que siempre hemos hurtado a las miradas ajenas.
Ser natural no es ser zafio, sino que la zafiedad es propia de animales, cosa bien distinta y que hoy se tiende a mezclar, desafortunadamente.

Toca, pues, retornar sin complejos a las buenas maneras, a la elegancia en las formas, a la belleza de las relaciones humanas. Al respeto que unos nos debemos a otros, en definitiva.




10 comentarios:

  1. Buena falta hay de retomar las tradicionales enseñanzas de buenas maneras. Hoy prima lo grosero y hasta algunas féminas se vuelven agresivas si se les deja pasar antes por una puerta.

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  2. He observado en meriendas de niños de 10 años que algunos o muchos ni saben utilizar los cubiertos para comer de un plato.

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    1. DON JORGE.
      Sí, también yo lo he observado y los niños saben utilizar los cubiertos porque sus padres tampoco lo saben.

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  3. Los primeros que deben aprender las reglas de urbanidad y cortesía son los profesores. Que algunos, por no decir la mayoría, van a clase como cuando van al monte.

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    1. DON JUAN CARLOS.
      Es una verguenza hasta dónde ha llegado el no uso de las reglas de URBANIDAD mínimas.

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  4. Mal momento para la cortesía. A mas nihilismo, a menos familia, a mas individualismo del malo, del egoista, surgen individuos ajenos a la cortesía y la educacion. Solo hay que poner la tv y mirar a los que son iconos casi en cualquier nivel.

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    1. SEÑOR OGRO.
      Yo observo las carencias de mínima urbanidad y de usos corteses en los bares. O al entrar y salir de comercios. No sabe el gentío comportarse con un mínimo de educación. Y también es ostensible en las puertas de buses y trenes que los que van a entrar no dejan salir a los que se bajan o pretenden hacerlo.

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  5. Hace unos días, en los pasillos del instituto, me crucé con un muchacho que me dejó pasar antes de cruzar él una puerta. No le dí un abrazo para evitar que me acusaran de pederastia, pero si que le di las gracias por algo que antes era normal y ahora se ha convertido en motivo de sorpresa.

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    1. DON TRECCE
      A ese muchacho habría que ponerle una medalla por comportarse civilizadamente. Cada vez hay menos casos de éstos y por eso llaman tanto la atención.
      Si te fijas hasta los negritos manteros son mucho más educados que los nativos de aquí.

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