Bajo el nombre técnico de Somniosus microcephalus con el que se le conoce en los ámbitos judiciales, alcanza a medir entre seis y siete metros de largo, señorea el Océano Glacial Ártico (pero, al parecer, se da largos garbeos, pues incluso se le ha visto, muy orondo también, en las fresquitas aguas del Antártico).
Es un tiburón medio ciego, va perdiendo la vista según pasan los... siglos. Acerca de su ceguera, se esgrimen dos teorías. Por el lado de la ciencia se nos dice que al pobre tiburón de Groenlandia se le meten a vivir en los ojos, para siempre, unos bichitos parásitos (bajo el nombre técnico de Ommatokoita elongata con el que se les conoce en todos los manuales de etiqueta), que tienen la muy desconsiderada costumbre de alimentarse, precisamente, del tejido ocular del malaventurado escualo que los hospeda.
Pero la verdad de su ceguera es otra, y no existe la más mínima duda literaria acerca de ella: el tiburón de Groenlandia sí que se vuelve ciego, pero es de tanto ver; por tener que ver tantas cosas y barbaridades a lo largo de sus años, décadas y siglos es que se vuelve ciego, el pobre tiburón de Groenlandia.
De tanto tiempo observando a la humanidad, se le han quitado las ganas de ver por completo. Porque los tiburones, amigos bañistas, siempre están cerca y nos observan con suma atención.
Una vida tan larga tiene que ser insoportablemente triste y aburrida.
Ese mismo tiburón, con sus propios y tristes ojos, tuvo que ver, por ejemplo, buena parte de las guerras de religión, así como los barcos de esclavos surcando el Atlántico y la Guerra de Sucesión Española (en realidad, una gran guerra civil europea), y las Guerras Napoleónicas, y las dos Guerras Mundiales, y las bombas atómicas... También fue testigo de tantas cuadraturas de círculos y de brutales golpes de estado a las palabras: palabras que significaban una cosa pasaron a significar justo lo contrario; arriba, abajo; negro, blanco; dentro, fuera; hambre, igualdad; oligarquía, democracia...
De verdad, la principal sorpresa de que vivan tantos siglos no es de orden biológico sino psicológico. Una vida tan larga tiene que ser insoportablemente triste y aburrida.
Jaime Romero
Sea con inutiles o con muy listos, vivir 400 años tiene que ser un coñazo. Repetir variadas veces el cuidado de hijos, nietos, biznietos, tataranietos, etc. y aprender forzosamente un montón sucesivo de chorradas tecnológicas.
ResponderEliminarDON JOSÉ.
EliminarTiene que ser aburridísimo, tal como indicas de sufrir repeticiones de conductas con cada generación nueva.
No se si seria aburrido. Mas que el cuanto, me preocuparia por el como. 400 años con mi familia, amigos.. teniendo un trabajo normal, etc... a ver, que no se, pero que yo ya probaria, que tiempo para morirse siempre hay luego.
ResponderEliminarSEÑOR OGRO.
EliminarClaro pero tu te apuntas a vivir 400 años en el estado de salud que tienes ahora. Y hay que tener en cuenta los sucesivos achaques que vienen según vas cumpliendo años, desde una próstata jodida a unas cataratas o hipertensiín, etc. Y ya una vez pasados los doscientos seguro que habrá que cambiar de huesos de rodillas y de caderas.
En fin, personalmente el entorno ya me tiene bastante harto y no creo que me gustaría pasar de los 110 años.
Sospecho que "la problema", más que el aburrimiento, sería la cuestión económica. ¿Podría la Seguridad Social seguir pagándome la pensión?
ResponderEliminarPor lo demás, sería interesantísimo apreciar los trajes de baño de la época en los cueros serranos de las Afroditas.
DON BWANA. Aunque la SS no nos pagara la pensión para eso están los sucesivos bisnietos y demás : para aportar a la caja mensual del abuelísimo.
EliminarEso sí. Me gustaría vivirlos unicamente por ver la EVOLUCIÓN de los trajes de baño de las serranas afroditas.
Yo no se si les pasa a todas las personas que van ya cumpliendo una determinada edad, pero el otro día conversaba con una tía mía que me decía: "Conforme vas cumpliendo años y van desapareciendo tus referentes te das cuenta que tu ciclo de vida ya ha pasado, te apegas menos a la vida y por tanto estás ya listo para emprender tu último viaje. Tu momento, ya ha pasado". Toda un pensamiento filosófico.
ResponderEliminarDON JAVICHU
EliminarTe aseguro que esa es una realidad auténtica y sin trampa.
Con los años vas perdiendo, en general, apego a la vida al faltar parientes, amigos y hasta costumbres habituales. Mucha gente mayor incluso no se adapta a las nuevas tecnologías que les obligan a usar tarjetas en cajeros o manejar, complejos para ellos, mandos de control de TV , etc.
Un amigo mío que es de mi edad (pasada la setentena) no quiere ni oir hablar de móviles tactiles porque dice que le costó mucho aprender a usar el suyo (uno simple de los de hace 15 años) y que no quiere complicarse la vida. Imagínate con el manejo de coches y demás aparatos que van evolucionando, así como con las carreteras llenas de nuevas intersecciones que obligan a estar alerta para salirse en la "salida" correspondiente de una autovía o autopista.
Yo, de poder elegir, preferiría vivir eternamente con veinticinco primaveras, pero creo que eso no va a ser posible.
ResponderEliminarEn cuanto al tema de la SS.... no deberían estar tan alegres y contentos, señores: visto lo visto, la quiebra del chiringuito no será sustituida por las aportaciones de nietos y bisnietos, más bien todo lo contrario, pues seguirán siendo los mayores quienes deban sufragar las necesidades de la sociedad ni-ni-ni.
Cuatrocientos años pagando los vicios de los jóvenes... ¡Qué cruz!
Un saludo.
DON HEREP.
EliminarLo de vivir eternamente con facultades de la edad de 25 años, FORBIDEN por los dioses.
Respecto a que no crees que bisnietos y demás mantengan al abuelete, completamente de acuerdo porque está claro que los vejetes debemos de cuidarnos nosotros de nostros sin esperar nada de otros. Y está el tema muy probado.
Al margen de fantasias se está estudiando cientificamente la forma de que el ser humano viva en los años 2050 hasta los 140 años, a base de CURAR LA VEJEZ del mismo modo que se cura el cancer u otra enfermedad.
El problema vendrá de los muchos solitarios (sin familia) que se harten de soportar su entorno y se suiciden.
Un cordial saludo.