07 julio 2016

Setentones en adelante y solitarios



Las estadísticas revelan que el número de personas mayores de 65 años que viven solas en España supera ya el millón. En el caso de la Comunidad gallega, esta cifra ronda los 120.000. Como Jaime, son muchos los que no tienen pareja ni una familia de la que echar mano. Es entonces cuando la soledad llama a la puerta. Aunque aquejado de reuma,
Jaime se ocupa bien de su casa. Cocina, limpia, cambia la cama, lava y tiende la ropa. "Lo único que no puedo  hacer es plancharme las camisas. Eso me lo hace una vecina", matiza apoyado en su bastón, con el que llega a cruzarse la ciudad a pie para hacer gimnasia en el puesto de la Cruz Roja.

Jaime pidió ayuda a una asistente social. Había dejado de dormir porque tenía miedo a que le ocurriese algo estando en casa y nadie pudiese socorrerlo. Y así, este septuagenario se convirtió en el primer lucense en tener un dispositivo GPS que lo localiza por satélite cuando sale a la calle.  De su cuello cuelga, además, un botón rojo del que nunca se separa. "Si me encuentro mal, me resbalo o me caigo, lo pulso y mandan a alguien que me ayude porque está conectado con el teléfono de casa".
En casos como los de Jaime, en los que no hay hijos ni un familiar próximo en el que apoyarse, los vecinos se convierten en una ayuda fundamental.

En Galicia hay más de 10.800 viviendas en las que solo viven mayores de 65 años. Y la cifra va a más
El temor que empujó a Jaime a solicitar protección en su casa no es infundado. Según la Policía local de Vigo, los casos de accidentes en el hogar de mayores que viven solos se han disparado en los últimos tiempos. También los de ancianos que tienen que ser atendidos en plena calle porque se desorientan o se desvanecen. Y las perspectivas no son halagüeñas. La cifra de viviendas unipersonales habitadas por mayores de 65 años aumentó en más de 10.800 en la Comunidad gallega en los dos últimos años y es seguro que irá a más.

Acostumbrado a los papeleos que acarreaba su trabajo como gestor en los equipos de fútbol, este inquieto anciano no dudó al hacerse cargo de la presidencia de la comunidad. "Mi mujer no quería, pero me metí. Ahora me ayuda mucho a estar distraído Ando pendiente de que arreglen los suelos, de que pinten las paredes..". Hasta se hizo cargo de la colocación de una treintena de cámaras de vigilancia que evitan que el edificio, ubicado en un barrio conflictivo de la urbe amurallada, se exponga a peligros.


8 comentarios:

  1. El modelo de vida ha cambiado, antes era la familia quien cuidaba de los mayores, pero aún en el caso de que no la tuvieran, el entorno echaba un vistazo y, cuando era necesario, una mano. En los pueblos era obvio y en las ciudades, la relación con los vecinos, en ocasiones los de toda la vida, era completamente distinta a la frialdad que hay ahora en muchos casos.

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    1. DON TRECCE.
      Es como dices y da tristeza la falta de responsabilidad de muchos hijos para con sus padres. Ahora o los vejetes se las arreglan por sí con ayuda de las instituciones, o deben de ingresa en una residencia.

      Creo, como comentas, que hay más solidaridad por parte de los vecinos en los PUEBLOS.

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    2. Antaño los habitantes de un bloque lo eran por décadas, algunos durante toda su vida. Muchos vecinos llevaban siéndolo 40 años. Un bloque era una mini-sociedad con usos y costumbres diferenciados. Hoy los vecinos no se conocen porque los vecinos se mudan con ligereza.

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    3. DON REPUBLICA.
      Eso sucede, sí. Ya casi nadie se conoce en cada barrio.

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  2. Y va a ir a más. Tenemos que prepararnos, y una buena idea sería también buscar ocupaciones para la gente mayor. En los pueblos siempre tienen el recurso de ir echando una mano en el campo, pero en la ciudad es más difícil. Y hay una gran cantidad de jubilados entre 65 y 75 que con buena salud pueden acabar sintiéndose inútiles, o creando problemas en casa.

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    1. DON CSC.
      Sí, los que tienen familia terminan por ser una carga porque se aburren y tampoco gustan de aprender nada nuevo como, por ejemplo, a usar ordenadores.
      Pero el problema, y que a mí me resulta una espina dolorosa como ser humano, es el de los setentones y ochentones SOLITARIOS.
      Es muy triste no tener con quién hablar o buscarse los modos de no morir aislado de un ictus o un infarto.

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  3. La soledad es un círculo vicioso: el mayor problema del solitario, en mi opinión, es que pasa demasiadas horas SIN HABLAR. En cuanto algún miembro de la familia viene a visitarlo, aprovecha la ocasión para ejercitar las cuerdas vocales, hablando hasta por los codos. Se llama a esta expresividad "las batallitas del abuelo", que suelen alejar al familiar, que procurará mantenerse a distancia el mayor tiempo posible.

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    1. DON BWANA.
      Efectivamente el mayor sufrimiento del solitario es el no poder hablar con nadie. Y cuando tiene a alguien a quien comunicar algo, lo aburre. Y cada vez se nota que hay más "verborreos" que deben de pasar días sin hablar con nadie.

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