30 junio 2014

Doña Berta y los "aires" de Papaloapan

Por más acompañada que esté, nadie logra quitarle la sensación a Doña Berta de que en cualquier momento llegarán los Zetas para terminar la faena y acabar con ella y con la única superviviente de aquella matazón, una niña de cuatro años.
Tres Valles es un pueblo pequeño de unos 3.000 habitantes. Con su plaza con reloj, sus indígenas, su cortadores de caña de azúcar, sus trenes de hierro abandonados y sus puestos callejeros de tacos y mondongo. Un lugar perdido en la selva veracruzana del que jamás se hablaría ni saldría en las noticias salvo por la aparición el 18 de junio de varias fosas con 31 cadáveres despedazados en su interior.

Da igual que sea una de las regiones más abandonadas del país, controlada, desde los alcaldes a la piratería, por el sanguinario cártel de los Zetas. Da igual también que decenas de madres lleven años recorriendo morgues, cárceles, mercados, comisarías o estaciones de autobús buscando a sus desaparecidos. Ellas tampoco saldrán en los telediarios.

Tres Valles será siempre recordado como el pueblo de las fosas. Estamos en la cuenca del Papaloapan, una selvática región del sur de Veracruz en la frontera con el estado de Oaxaca y aquí la belleza más absoluta se mezcla con lo más podrido. Literal. Los buitres que sobrevolaban el paraje ayudaron a la policía a localizar la inmensa fosa que contenía en su interior los cuerpos desmembrados y torturados con bates de béisbol.



En los últimos tres años se han encontrado en México 246 fosas como esta de Tres Valles con 534 cadáveres en su interior. El jueves apareció un nuevo cementerio en Michoacán con otras 11 personas dentro. El viernes 13 de junio, día que se llevaron a su hija Rosalía, y sus cuatro nietos,



Doña Berta, avisada por los vecinos, se presentó en su casa de la colonia Patricio Chirinos en la que vivía hasta ese día su hija, pero allí sólo quedaba Verónica, la niña de cuatro años, única superviviente de la matanza.

Cuando Berta la encontró sola en el salón de la casa ni lloraba, ni gritaba, ni hablaba, simplemente esperaba a que alguien llegara. Así que su bisabuela tomó de la mano a la pequeña Verónica y regresó a su casa arrastrando los pies cansados de 68 años "a la espera de una llamada, un recado o un mensaje de alguien exigiendo un rescate" se lamenta después de muchas horas de lágrimas y silencio.

Los vecinos corren la cortina cuando ven a extraños o hacen que barren sin levantar la vista del suelo cuando se les pregunta por lo ocurrido. Ni siquiera repiten lo que todo el mundo sabe: que un comando armado entró a la casa de su hija Rosalía, una guapa mujer de 39 años  y se llevaron entre disparos, empujones, gritos y sangre a su novio Gerardo y a los cuatro hijos; Jeremi (15 años) que estudiaba secundaria, Rosendo (19) que cortaba caña en el ingenio azucarero por 50 euros semanales, Noé (23) y Berta (22) que estudiaba enfermería.

Y todo eso sucedió a la misma hora que el pueblo lo pasaba en grande durante el baile que celebraba el fin de la zafra. El ruido de la música se confundió con los disparos percutidos.  Doña Berta habla con la naturalidad de saber que prácticamente todos los pobladores o han sido extorsionados o han tenido un conocido secuestrado. Cuatro días después confirmó que su hija y sus nietos estaban en la fosa descubierta a 10 minutos de su casa.  El ejército descubrió 13 fosas con más de 30 cuerpos que llevaban enterrados de seis días (el de su hija y los nietos) a cuatro meses.

"Había manos, pies, trozos de cuerpo y al menos nueve personas decapitadas", recuerda  uno de los policías que se metió en el agujero a sacar huesos. Durante cuatro días toda la Policía dejó a un lado las armas y se dedicó a sacar cuerpos que iban amarrando con cuerdas. Primero eran cinco, luego ocho, luego 17, más tarde 25 y cuando iban 31 dejaron de contar sin saberse aún a ciencia cierta cuantos hay bajo tierra.

Con la llegada del gobernador del PRI, Fidel Herrera el cártel de los Zetas creció como la espuma. Al principio sólo controlaban el trasiego de droga. Luego empezaron a manejar el tráfico de migrantes, más tarde pasaron a cobrar el conocido como derecho de piso (extorsión que se cobra a los dueños de los negocios) y finalmente terminaron controlando la piratería y a los vendedores ambulantes. Nada ni nadie generaba un peso en Veracruz sin que le diera cuenta a los Zetas.

FOSAS CON CLANDESTINOS
El 18 de junio la noticia de la aparición de un cementerio clandestino estremecía al país y corría por las redes sociales mientras el gobierno local minimizaba el hallazgo reduciéndolo a siete cuerpos. Sin embargo la masacre se le iba de las manos. La noticia empezó a correr de boca entre decenas de mujeres que se presentaron frente al macabro agujero blandiendo la foto de sus hijos. Luego fueron a la morgue de Cosamaloapan y esperaron hasta que cansadas apartaron al vigilante, empujaron la puerta y ellas mismas se cubrieron el rostro con la camiseta y abrieron las bolsas negras con los cuerpos putrefactos recién salidos de la tierra. Todas mujeres y todas madres, algunas de ellas llegadas desde muy lejos y que han recorrido muchas de las 246 fosas con 534 cadáveres aparecidas en los últimos tres años, según cifras oficiales del ejército mexicano.

Tamaulipas es la entidad con el mayor número de fosas, con 99. En una de ella, hace dos años, aparecieron 72 centroamericanos. Otros lugares como Guerrero (Acapulco) se han encontrado 30 y en Veracruz 24 fosas. 
En México hay unos 20.000 desaparecidos en los últimos seis años en el contexto de la guerra entre y contra el narco emprendida por Calderón pero luego silenciada por Peña Nieto, que insiste en que todo va mejor.
Las autoridades de Veracruz zanjaron de un plumazo cualquier investigación: "Ninguno de los que estaba ahí eran gente decente".
Doña Berta se pregunta si entra esa gente que estaba metida en algo se refieren también a su nieto, que con 15 años, lo sacaron del barro con un puñado de canicas en el bolsillo. O la pequeña Verónica de 4 años que grita por las noches y se pasa horas enteras hablándole a la foto de su mamá.

(Información del diario El Mundo)


6 comentarios:

  1. Lo he dicho muchas veces y lo repito: que pena me da Mexico y sus gentes.
    Los Zetas no deberian pasar por carcel alguna, todos colgados del cuello. Que cualquier identificado como miembro de esa, u otra banda parecida, amaneciera colgado del cuello.

    Eso o lo dificil, que Mexico tuviera unos gobernantes dignos de tal nombre.

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    1. SEÑOR OGRO
      Sí, eso sería lo adecuado : colgarlos. Pero no es posible porque desde el Presidente de la república hasta el último poli de pueblo están comprados y al servicio de los capos del narcotráfico.

      Según los expertos SAVIANO y SALAS el único modo de cortar todo eso sería que desde USA se les embargara en todo el Mundo a los narcos sus inmensos caudales de dinero en efectivo. Pero no lo quieren hacer porque también los gringos necesitan de esos caudales de dinero negro para sus sucias y clandestinas operaciones con la CIA por el Mundo.

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  2. Los vídeos más crudos que he visto en la Red han tenido como protagonistas a miembros de estas hordas mejicanas. Algo increíble que también pasa desapercibido para el gran público, que mira para otro lado.

    Un desastre para el que no hay justificación ni perdón.

    Un saludo, Javier.

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    1. DON HEREP
      Creo que te sucede lo mismo que al 90% de los que miramos pantallas de algo : que prefirimos ignorar las barbaridades de México porque son no digestibles mentalmente.

      No hay nada que pueda evitar ese baño permanente de sangre si no se fusila antes a todo el gobierno de ese país.

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