10 noviembre 2012

Monjas de la bandera

Hace algunos años, en el canal de entrada de San Juan de Puerto Rico, frente a los castillos del Morro y San Cristóbal, me llamó la atención una enorme bandera española que alguien ondeaba en un edificio blanco próximo a la embocadura.

"Son las monjas", dijo quien me acompañaba, que era mi amigo y editor en Puerto Rico Miguel Tapia. "Y eso es que está entrando un barco español." No hablamos más en ese momento, pues estábamos ocupados en otras cosas; pero lo de la bandera y las monjas me picó la curiosidad. Así que después procuré enterarme bien del asunto, que resultó ser una bella historia de lealtades y nostalgias. Algo que realmente comenzó hace más de un siglo, el 16 de julio de 1898.

Aquel fue el año del desastre. Trece días antes, la escuadra del almirante Cervera, que había salido a combatir sin esperanza en el combate más estúpido y heroico de nuestra historia, había sido aniquilada en Santiago de Cuba por el abrumador poder naval norteamericano.
Los buques de guerra yanquis bloqueaban la isla de Puerto Rico, impidiendo la llegada de refuerzos y suministros a las tropas cercadas. En esas circunstancias, el Antonio López, un moderno y rápido buque mercante que había salido de Cádiz con armas y pertrechos para la guarnición, recibió un telegrama con el texto: "Es Que Usted Haga Llegar Preciso El Cargamento Un Puerto Rico Aunque Sí Pierda El Barco".

Veterano, disciplinado, profesional, con los aparejos en su sitio, el capitán del Antonio López, que se llamaba don Ginés Carreras, intentó burlar el bloqueo estadounidense. No lo consiguió.

El 28 de junio, cuando navegando sin luces y pegado a la costa intentaba entrar en San Juan, fue localizado por el USS Yosemite, que lo cañoneó. El capitán Carreras logró escapar a medias, varando el barco en Ensenada Honda, cerca de la playa de Socorro, desde donde en los días siguientes intentó llevar a tierra cuanto podía salvarse del cargamento. Pero dos semanas más tarde, el USS New Orleans se acercó para dar el golpe de gracia, destrozándolo a cañonazos.

Fue entonces cuando se tejió la historia que les cuento. Bajo el bombardeo, un tripulante del Antonio López, que se había atado la bandera del barco a la cintura antes de echarse al agua para intentar ganar tierra a nado, llegó gravemente herido a la orilla. Nunca pudo averiguarse su nombre, pues murió en brazos de un puertorriqueño de los que acudieron a ayudar a los náufragos.

"Que no la agarren", suplicó el marinero mientras moría, señalando la bandera. Y el puertorriqueño cumplió su palabra, quizá porque se llamaba Rocaforte y era de padres gallegos. Hombre supersticioso o religioso, y en cualquier caso hombre de bien, por no incumplir la demanda de un moribundo, la guardó en su casa durante años. Y al fin, un día, pensó en las monjas.

Eran españolas, de las Siervas de María, instaladas en la isla desde 1897. Atendían un hospital junto a la boca del puerto, y permanecieron allí después de la salida de España y la descarada apropiación de la isla por los Estados Unidos. Acabada la guerra, las hermanas, con la natural nostalgia, adoptaron la costumbre de saludar desde la galería del hospital, agitando sus pañuelos, cada vez que un barco de su lejana patria entraba o salía en el puerto.

Eso dio a Rocaforte la idea de confiarles la bandera. Se presentó en el hospital, contó la historia a la madre superiora, y le entregó la enseña. Y desde entonces, cuando entraba o salía de San Juan un barco español, las monjas hacían ondear en la galería, en vez de pañuelos, la vieja bandera del barco perdido.

Todavía lo hacen, un siglo después. De las veintisiete monjas que atienden hoy el hospital de las Siervas de María, ya sólo cinco son compatriotas nuestras. Pero cada vez que un barco español pasa frente al hospital, navegando lentamente por la canal de boyas, su capitán cumple el viejo ritual de dar tres toques de sirena y hacer ondear la bandera en respuesta al saludo de las monjas, que desde la galería agitan la suya.
De haberlo sabido, aquel anónimo marinero del Antonio López que hace ciento doce años se arrojó al mar, intentando ganar la playa bajo el fuego norteamericano con la enseña de su barco atada a la cintura, estaría satisfecho.

Me pregunto si quienes salieron a la calle tras el último partido del Mundial de Fútbol, llenándolo todo de colores rojo y amarillo, serían conscientes de que se trataba de la misma memoria y la misma bandera. Y de que, al ondearla con júbilo en calles y balcones, rendían también homenaje a tanta ingenua y pobre gente que, manipulada, engañada, manejada por los de siempre, ordenaron los que diseñan banderas pero nunca mueren defendiéndolas–, cumplió honradamente con lo que creía eran su deber y su vergüenza torera. Y esto incluye a las monjas de San Juan.

ARTURO PEREZ REVERTE


7 comentarios:

  1. ¡Uffff! Qué historión Don Tella, este Reverte si que tiene guerra encima. Jesús la de historias que podrá contar este hombre en invierno pegados a una lumbre bien provista de leña, con una jarra de ron y un buen habano.
    Saluditos.

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    1. DON ROBERT
      Es una bonita historia de las muchísimas que se sabe el Arturo sobre batallas de España.

      Es curioso que aquellos soldados y marineros, reclutados en mayoría por leva obligatoria, morian luchando por razones patrióticas. Nada que ver con lo que se respira en el ambiente social de hoy.

      Saludos

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  2. Veo que estás reeditando, buena idea. Creo que te comenté algo sobre la ceremonia de cierre del puerto de la Habana a raíz de este post.

    Dicen que el nacionalismo se cura viajando y, sobre todo, si en esos viajes encuentras parte de tu pasado son especialmente instructivos, te quitan las telarañas y los complejos.

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    1. DOÑA CANDELA
      En efecto, he traido varios posts del viejo Blog en atención a su interés, que personalmente considero no pasa en algunos como éste, y observo que tú recuerdas el escrito de su momento.

      No, no creas que el nacionalismo se cura VIAJANDO como decía Baroja. El se refería a un modo de aldeanismo que había que erradicar haciendo ver Mundo a los afectados. Pero personalmente creo que HOY es mucho más que aldeanismo : es una especie de talibinización de tal calibre que su adoctrinamiento no admite razonamiento de ningún tipo en contra precisamente porque está basado en lo EMOCIONAL y por tanto a millones de kilómetros del raciocionio.

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  3. La historia que tu nos recuentas y bien que te lo agradecemos, es de las que solo dejaría indiferente a un hijo de puta o similar, pero nos deja muy agusto a los españoles de bien, que todavía abundan, saber como bien dices que aquellos soldados y marinos obligados, mal pagados y peor comidos, no dejaban de lado su patriotismo en ningún momento.
    Solo un reproche Tella. ¿Que te ha hecho la prima Nati?, para que pongas a su lado a esa señora tan fea y con tan mala cara.
    Dile que se porte bien y ponle a cualquier político nefasto, pero por favor que no sea tan feo/a.
    Salud

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    1. DON JAIME
      Estamos en la misma onda de perspectiva sobre hechos como losque relata el amigo Arturo.
      Aquella gente que iba a la guerra de forma forzada por levas obligatorias, no por ello dejaban ni un segundo de su vida, a la hora de la verdad, de arriesgar la vida por su bandera.

      La "probe" Nati me hace sufrir sabiendo que tiene tan próxima a una bruja pirula y además tonta, pero es que entre los nefastos hay que ir eligiendo por orden y ésta lleva muchas papeletas con sus persecuciones a jubilatas y demás en los temas de Sanidad.

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  4. Conocía ésta historia es incluso le dediqué en su día un artículo en mi blog. Es una historia estremecedora que da que pensar que quizás en Puerto Rico siga viéndose tanto más extraña una bandera yanqui que una española. Sea cómo fuere, es un poco más de esa historia que no nos cuentan y que, sin embargo, todos deberíamos conocer.

    Un saludazo.

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