31 octubre 2009

Disraeli


Uno de los políticos europeos que más he admirado es el inglés Benjamín Disraeli, de origen sefardi, o sea español.

Unicamente para quienes desconozcan al personaje me atrevo a insertar su trayectoria. Sin más objetivo.Es llamativo el individuo porque comenzó siendo escritor y terminó creando un imperio para la reina Victoria.

Existe una magnífica biografía suya escrita por el francés André Maurois.

Nacido en una familia judía sefardí, pertenecía a la primera generación bautizada por la Iglesia de Inglaterra (en 1817).
Tras hacerse abogado, se dedicó a la literatura desde 1824. Su juventud fue una sucesión de fracasos: perdió todo el dinero que invirtió en la Bolsa, no consiguió sacar adelante el periódico que fundó y perdió cinco elecciones parlamentarias.

Cuando por fin entró en la Cámara de los Comunes gracias a su incondicional apoyo al jefe de los conservadores (Robert Peel), los diputados recibieron entre risas su primer y extravagante discurso (1837).

Su carrera política se vio congelada cuando, a pesar de sus nada velados deseos por obtener un puesto en el gobierno, Peel decidió ignorarlo al formar el suyo en 1841. Ganó en aquella época más fama y prestigio por sus novelas, que escribía en parte por dinero, pero que le permitieron desarrollar tranquilamente algunas de las ideas sociales y políticas más en boga en el momento.

Su creciente, y cada vez más aguijonada, oposición a Peel le hizo merecedor de una fama cada vez mayor. Hasta tal punto fue así que, cuando su gran enemigo cayó en desgracia, fue elegido como líder en la Cámara de los Comunes. En ese desempeño ganó una formidable experiencia y peso político, lo que se pronunció aún más tras su matrimonio con la rica Mary Anne, viuda de un distinguido parlamentario conservador.

Fue durante unos años Ministro de Hacienda, y sus enfrentamientos con su enemigo liberal, Gladstone, hicieron historia. Para 1974, Disraeli había tomado totalmente el mando de los tories, y por fin pudo ganar unas elecciones liderando a su propio partido, algo para lo que llevaba toda su vida preparándose.

Sus años como Primer Ministro, que fueron desde 1874 hasta 1880, estuvieron marcados por sus reformas democráticas y su legislación social, algo que sorprendió incluso a viejos compañeros de generación, pues eran estos temas que nunca habían estado en el ideario conservador.

Su inquebrantable lealtad hacia el Partido Conservador, su energía a prueba de bombas, su afilada retórica, y su patriótico intervencionismo en el exterior, siempre para hacer crecer el Imperio Británico, fueron los elementos que hicieron de Disraeli un líder para la posteridad entre sus seguidores conservadores.

En efecto, Randolph Churchill y quienes hubieron de suceder al carismático líder, no dejarían de construir una mitología disraeliana que, si bien dejaba al margen muchas partes de su política, ensalzarían una figura que pasó a la historia en todos los sentidos. Disraeli, podría decirse, cumplió su sueño de acaparar fama, poder y prestigio.

Cuando accedió a un segundo mandato como primer ministro (1874-80), puso en marcha el ambicioso programa imperialista que había anunciado en su discurso del Crystal Palace (1872): anexión de las islas Fidji (1874), adquisición de las acciones egipcias que otorgarían a Gran Bretaña el control del canal de Suez (1875), coronación de la reina Victoria como emperatriz de la India (1876) y guerras coloniales en Afganistán y Sudáfrica (tanto contra los zulúes como, tras la anexión del Transvaal en 1877, contra los bóers).

Su agresividad en política exterior le permitió frenar el expansionismo ruso defendiendo al Imperio Otomano (al que hizo pagar su apoyo en 1878 con la entrega de Chipre).
En 1880 perdió las elecciones y al año siguiente murió de una bronquitis.

Tellagorri



3 comentarios:

  1. Muy bien traído ese gran estadista.

    Siempre me han interesado los imperios y el británico no iba a ser una excepción, por lo que esta figura siempre me atrajo especialmente.

    Puede parecer una gilipollez pero ya en el instituto me fijé en este hombre por algo irrelevante, me hacía gracia la semejanza de su apellido con mi nombre, y a raíz de esa tontería descubrí una época apasionante (como dijo aquél, los caminos del señor...)

    Y voy a terminar con una frase suya que tiene gran vigencia y que me hace recordar y añorar tiempos pasados (discurso recurrente que cada dos por tres suelto con lo de De Gasperi, De Gaulle, Adenauer, Schuman...):

    "...el mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndoles en políticos..."

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  2. Me encanta saber que ya te gustaba este estadista.

    La frase, recurrente o no, va al pelo para los otros estadistas que has citado (incluyendo a éste).

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  3. Aquí poco que comentar, sólo dejar mi testimonio de que sigo aprendiendo.

    No sé cómo te lo voy a pagar.

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