05 julio 2009

Justicia española : como el jamón muy curado


DOSCIENTOS días. Eso es lo que ha tardado la justicia americana en dictar sentencia sobre la estafa piramidal de Bernard Madoff y dejar caer sobre la cabeza (¿de turco?) del timador una condena equivalente a la cadena perpetua.

Dice Ignacio Camacho que se puede pensar si el reo habría recibido un veredicto tan duro en el caso de haber estafado a gente del común en vez de a una constelación planetaria de millonarios deslumbrados por el brillo del dinero fácil, pero lo que resulta indiscutible es la celeridad ejemplar con que el sistema ha evacuado la depuración del fraude, incluyendo la reparación parcial de los daños causados a la clientela a través de una forzosa negociación bancaria.

En los primeros seis meses de un proceso de esa envergadura, la justicia española apenas tendría tiempo para las diligencias previas y los recursos preliminares, y pasarían años antes de que las víctimas supiesen apenas el paradero de sus evaporados caudales.

No es especulación; los clientes de Fórum y Afinsa aún no saben cuánto dinero han extraviado, ni siquiera si han sido o no objetos de estafa.

Diluido el efecto mediático del escándalo y disipada la posibilidad de encontrar en él piezas de caza mayor política, el caso parece haber perdido prioridad para descaminarse entre los recovecos polvorientos del kafkiano castillo judicial español, donde yacen amontonados sumarios de corrupción, pleitos indemnizatorios, contenciosos de larga duración y hasta escalofriantes procesos penales. Algunos de esos aletargados expedientes fueron en su día instruidos bajo el irónico epígrafe del procedimiento abreviado.

Eso sí, los comienzos de cada causa resultan de lo más prometedores. En esos arranques efervescentes con multitudinarios "paseíllos" de juzgado se arruinan reputaciones, se siembran incertidumbres, se ejecutan sumarísimos veredictos de opinión pública y se aplica a los sospechosos pena de telediario.

Luego se va perdiendo el gas en un frufrú decadente de burbujas que acaba en un desmadejamiento disimulado en trámites garantistas, y al cabo de los años, si es que antes el papeleo no se empantana en archivazo, se presenta ante el tribunal un demacrado Club de Canas en busca de un remedo de justicia tardía.

Acaso de esa costumbre dilatoria provenga la afición de ciertos magistrados por remover fosas de la guerra (in)civil y hasta pedir el certificado de defunción de Franco; acostumbrados a su propio ritmo deben de pensar que están desatascando urgencias.

Con esta justicia de ultratumba no es improbable que en la vista del presunto fraude filatélico acaben declarando algunos herederos de los inversores que hoy siguen preguntándose por el borroso destino de sus ahorros malogrados.

Aquí un tipo como Madoff, que tiene 70 años, necesitaría tres vidas para llegar a sentarse en el banquillo de acusados. Que se lo pregunten a los primos de la gabardina (los "albertos"), esos que estafaron miles de millones y siguen viviendo tan ricamente (en el término literal).

Tellagorri

Córdoba


3 comentarios:

  1. Has tocado dos temas importantes, por un lado la justicia, lenta (con lo que deja de ser justicia) y completamente alejada de las necesidades e inquietudes de la sociedad, vive su propio tiempo, o mejor dicho, en su propio tiempo, no ya decimonónico sino casi diría yo Isabelino (por la católica no la otra...aunque no sé por qué me da que comparativamente ésta era inclusive más eficiente).

    El segundo "apunte" es el que me ha encendido, es LAMENTABLE cómo el dinero condiciona las sentencias. Es evidente que no es lo mismo el trato a unos estafados (Afinsa) que a unos estafadores (los Albertos).

    Pues anda, a robar, a hacerse amiguitos del que un día dicen fue buen rey, y a vivir por encima del bien y del mal.

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  2. Pues, sí, ISRA. Así viene siendo esta Justicia desde que Felipe el Gatazo modificó todo el sistema judicial.
    No digo que en tiempos de Franco o de Primo de Rivera fue ejemplar, pero sí que los jueces necesariamente tenian que ser muy PROFESIONALES y muy activos.

    Hoy están bajo órdenes de jefes jueces (Consejo General del Poder Judicial) que han sido designados como tales por los políticos de turno.
    Y los procesos son diez mil veces más que en el franquismo, con similar cantidad de ropones o jueces que cuando reinaba Alfonso XIII.

    Cómo se van a leer expedientes de hasta diez mil folios y además entenderlos (porque la mayoría son de Letras y de temas económicos saben lo mismo que los ujieres de los juzgados.
    Por eso hacen caso a lo que les dicen los "enterados" o abogados untadores.

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  3. Yo resaltaría el párrafo de su artículo donde dice que la diligencia de los arranques de los juzgados arruina reputaciones y crea veredictos de opinión pública.

    Se mezclan muchísimos intereses en los juicios, y cuando es la administración pública la que está en una de las partes, suele poner al otro de poco menos que ser malévolo. Es curioso como la justicia española puede echar a perder algo tan español como en otros tiempos fue el honor.

    Un saludo

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