01 julio 2016

El "UKULI BULA"


Los hamer viven a orillas del río Omo, en el Rift etíope, cerca de la frontera con Kenia. Suman apenas 60.000 almas y poseen una extensión aproximada de cinco mil kilómetros cuadrados de territorio, entre los 500 y 2.000 metros de altura. Su principal medio de vida es el ganado, vacas, cabras y ovejas, que pastorean sin cesar.

Uno de los momentos más importantes de la vida de un joven hamer es el Ukuli Bula, el rito de paso que ha de superar para convertirse en adulto, en un miembro de pleno derecho de la tribu, con voz y voto, lo que le capacita para poseer ganado, casarse y tener hijos. El momento y lugar del ritual lo determinan los padres, generalmente tras haber acabado las labores de la cosecha. Se fija una fecha y se prepara la ceremonia a conciencia. Antes, el joven se acerca a todas las aldeas colindantes para dar cuenta del evento e invitar a todos a participar en él.
Los hombres seleccionan un buen número de vacas de tamaño parejo y las reúnen en un claro apartado. Mientras, en otro lugar, se concentran las mujeres jóvenes del clan que no cesan de danzar con sus faldas de piel de vaca y sus camisetas del Barça, del Manchester, del Bayern…, es decir, con sus mejores galas, ya que normalmente exhiben los pechos al aire con toda naturalidad.

Llevan unos enormes cascabeles de metal atados debajo de la rodilla, de tal modo que suenan rítmicamente al mover las piernas en la danza. Ese ritmo les guía a una suerte de trance hipnótico. Todas ellas forman parte del mismo clan, son las hermanas, primas, amigas o vecinas del iniciante y no se paran en barras a la hora de mostrarle su apoyo.

La forma más común y extrema es hacerse azotar. De pronto, un toque exaltado de corneta rasga el silencio de la tarde. Enseguida resuena un trallazo seco y comienza a brotar una línea de sangre carmesí en la espalda de la joven que sopló el pequeño y rústico cornete de metal. No hay más. Ni un grito, ni una queja, ni un aspaviento. Nadie se inmuta.

La danza continúa avanzando en círculo con el ritmo de los cascabeles de metal que las bailarinas portan en las piernas. Todas parecen estar en trance, con la mirada perdida. De pronto, otra se lleva su cornetín a la boca, resuena un nuevo latigazo, brota nueva sangre y la danza circular sigue con su rítmico cascabeleo. Son los sobrecogedores prolegómenos del ‘Salto del toro’.


Cuando llega el momento, todo el mundo se dirige en procesión al lugar donde esperan las vacas. Los miembros del clan se afanan en alinearlas una junto a otra, hasta catorce o más, sujetándolas del rabo y de los cuernos. Los animales no se lo ponen fácil y no paran de moverse, haciendo muy difícil el salto.
El saltador permanece apartado, completamente desnudo y debidamente rasurado de la cabeza a los pies. Antes se ha rebozado con arena y se ha bañado en el río en un ritual de purificación. Después le frotan con boñigas para aportarle fortaleza y le cruzan el pecho en aspa con dos cuerdas de fibra de corteza, una forma de protección espiritual. La tribu al completo permanece expectante. Las mujeres siguen danzando.


Cuando, finalmente, las vacas están alineadas, el aspirante toma carrera y salta sobre el lomo de la primera; después ha de seguir corriendo por el espinazo de las otras trece hasta tocar el suelo al otro lado. Si todo ha ido bien, ha de hacer la misma carrera en sentido inverso, y así hasta cuatro veces.

Cualquier fallo o caída prematura supone no pasar la prueba, con la consiguiente frustración de las chicas y abatimiento del aspirante. Tal fue el caso que presencié. El mozo quería seguir intentándolo tras varios intentos fallidos, pero los hombres le sujetaban para impedirlo. Nadie podía con él, hasta que una joven se le acercó y comenzó a increparle. El hombre se vino abajo, desencajado y humillado. Otras se unieron al coro. Ninguna le expresó simpatía ni le brindó consuelo. Era un fracasado y las chicas se había mutilado para nada.



(F. Lopez Seivane)

4 comentarios:

  1. En ese ritual para jóvenes las que lo tienen duro son las chicas. Ellos se limitan a saltar sobre unas vacas.

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    1. DON PEPEC.
      Es que aún no les ha llegado la Ley de Igualdad de Género de ZP.

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  2. Esos Hamer montan mucho ruído para los adolescentes pero la juerga la tienen en dar latigazos a las yogurinas.

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    1. BIENVENIDO DON JUANDO.
      Sí, todo parece indicar que lo festivo del ritual reide en los latigazos que dan a las mujeres participantes.

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