GENERAL AL SISI |
Saben que ventilar el tema en cuestión, el imperio económico amasado por los militares en las últimas tres décadas, bastaría para ser perseguido por delito de alta traición. Pero lo cierto es que los intereses castrenses en la economía egipcia, ajenos a cualquier luz y taquígrafo, sirven para entender algunas de las claves del golpe de Estado que ha desbancado del poder y arrestado al islamista Mohamed Mursi.
El ejército controla un boyante holding empresarial que ya quisieran para sí la familia Ruiz Mateos y sus dos Rumasas caídas en desgracia. Un pedazo nada despreciable de un indicador económico que en 2012 se cifraba en 537.800 millones de dólares y situaba a la tierra de los faraones en el puesto 27 del ranking mundial, según la CIA. Pero, ¿cuál es el porcentaje exacto? Aquí los militares imponen también un silencio marcial.
Ante la ausencia de la más liviana de las auditorías, el catedrátrico Springborg echa cuentas al aire. El puño castrense, que ingresa anualmente 1.300 millones de dólares de ayuda estadounidense, hace caja a manos llenas. Se podría decir que sus productos están hasta en la sopa. Y hasta eso sería escrupulosamente cierto porque la marca de sopas Reina depende del Ministerio de Producción Militar. Y, como ella, otros tantos productos que se pueden hallar en los estantes de las tiendas de alimentación egipcias como el agua mineral, los encurtidos y el aceite de oliva Safi, los zumos y salsas Sinaí, las mermeladas Faraón o el pollo Watania (Nacional, en árabe).
Su territorio económico es ubicuo e inescrutable: restaurantes, hoteles y complejos turísticos en todas las ciudades egipcias y en primera líneas de las cotizadas aguas turquesas del Mar Rojo; inmobiliarias; servicios de limpieza; carpinterías; fábricas de electrodomésticos; productos químicos; automóviles o informática y telecomunicaciones.
El cerebro desde donde se controla este bullir financiero es la Organización Nacional de Proyectos de Servicio, una institución adscrita al ministro de Producción Militar por el que pasó Al Sisi, el nuevo hombre fuerte de Egipto. En su cuartel general se controlan las distintas ramificaciones del negocio y se rastrean nuevas oportunidades empresariales. Todo un capital de información absolutamente reservada.
Tratar de desentrañar los datos y hacerlos de dominio público es un delito juzgado en los tribunales militares. Un secreto de seguridad nacional que no deben conocer enemigos como Israel. La última start-up, la tableta electrónica Enar, se presentó hace unas semanas entre alharacas. Entonces, con el viento de la opinión pública a favor, los militares no ocultaron que el iPad egipcio había sido fraguado en su laboratorio. Es más, convirtieron su lugar de fabricación en rentable reclamo publicitario para colocar en un mercado ya saturado de marcas extranjeras un producto desconocido: resolución de 720 por 1024 pixeles, un peso de 750 gramos, capacidad de almacenamiento entre 8 y 32 GB y sistema operativo Android 4.0.
El pelotón de reclutas que cada año entra en la institución proporciona savia joven y maleable a un engranaje que se aprovecha además de una ley que le permite adquirir tierras propiedad del estado con las que mejorar sus dividendos con el pretexto de la "defensa nacional". En las fábricas del ejército ni siquiera hay que aplicar la ya de por sí frágil legislación laboral egipcia porque, remacha Springborg, "la mayor parte de esa mano de obra es proporcionada por quienes hacen el servicio militar obligatorio".
Los ex gobernadores de Luxor y Asuán, las dos ciudades turísticas del sur de Egipto con decenas de templos faraónicos, también se vieron involucrados en escándalos de corrupción urbanística. Y es que las sombras resultan aún más alargadas si se cuentan los negocios privados de oficiales jubilados y una red de influencias y poder que creció al calor de seis décadas de régimen militar, con los tres presidentes (Gamal Abdel Naser, Anuar el Sadat y Hosni Mubarak) que administraron el país más poblado del mundo árabe con puño de hierro.
El abultado bolsillo de la élite castrense contrasta con una raquítica economía incapaz de detener la hemorragia de reservas de divisa extranjera, la devaluación de la moneda local, el derrumbe del turismo o la espantada de los inversores internacionales. La inestabilidad política, jalonado de espasmos de violencia, ha agravado además la carestía de la mitad de la población que vive bajo el umbral de la pobreza.
Carrión
faraones uniformados
Señor Tella, otro extraordinario post.
ResponderEliminarDON MAMUNA
EliminarMuchas gracias por tus generosas palabras pero estos temas siempre me han gustado porque contienen la clave del porqué suceden las cosas en algunos sitios.
El general SiSi ése tiene aspecto de auténtica momia egipcia. Menos mal que aparece, deslumbrante, la prima Mari Sol para compensar.
ResponderEliminarLo más curioso del reportaje es que, pese a todo el poderío del ejército egipcio, los hebreos les han dado por saco cuando les ha dado la gana.
DON BWANA
EliminarSí, es usted muy perspicaz porque el SISI tiene más pinta de estatua que de otra cosa, pero ya ve : se dedican a llenarse los bolsillos a base de utilizar a las tropas fabricando mermeladas y croissantitos.
Con esa preparación es imposible que los israeliés no les den hasta en la etiqueta de los calzoncillos (marca registrada de los milicos también la de los calzoncillos).
Lo único bueno que conlleva esa piara de mangantes es que el Islamismo dificilmente va a quitarlos. Con sus mansiones en Moreiras y sus yates en Port Said, no hay profeta que les pueda inocular teoría alguna.