Pues aquí estábamos, cuatro o cinco siglos después de Cristo, en plena burbuja inmobiliaria, viviendo como ciudadanos del imperio romano; que era algo parecido a vivir como obispos pero en laico, con minas, agricultura, calzadas y acueductos, prósperos y tal, con el último modelo de cuadriga aparcado en la puerta, hipotecándonos para ir de vacaciones a las termas o comprar una segunda domus en el litoral de la Bética o la Tarraconense. Viviendo de puta madre.
Y con el boom del denario, y la exportación de ánforas de vino, y la agricultura, la ganadería, las minas y el comercio y las bailarinas de Gades todo iba como una traca. Y entonces llegó la crisis. La gente dejó el campo para ir a las ciudades, la metrópoli absorbía cada vez más recursos empobreciendo las provincias, los propietarios se tornaron más ambiciosos y rapaces atrincherados en sus latifundios, los pobres fueron más pobres y los ricos más ricos.
Y por si éramos pocos, parió la abuela: nos hicimos cristianos para ir al Cielo. Ahí echaron sus primeros dientes el fanatismo y la intransigencia religiosa que ya no nos abandonarían nunca, y el alto clero hispano empezó a mojar en todas las salsas, incluida la gran propiedad rural y la política.
A todo esto, los antiguos legionarios que habían conquistado el mundo se amariconaron mucho, y en vez de apiolar bárbaros (originalmente, bárbaro no significa salvaje, sino extranjero) como era su obligación, se metieron también en política, poniendo y quitando emperadores. Treinta y nueve hubo en medio siglo; y muchos, asesinados por sus colegas.
Entonces, para guarnecer las fronteras, el limes del Danubio, el muro de Adriano y sitios así, les dijeron a los bárbaros de enfrente: "Oye, Olaf, quédate tú aquí de guardia con el casco y la lanza que yo voy a Roma a por tabaco". Y Olaf se instaló a este lado de la frontera con la familia, y cuando se vio solo y con lanza llamó a sus compadres Sigerico y Odilón y les dijo: "Venid pacá, colegas, que estos idiotas nos lo están poniendo a huevo".
Y aquí se vinieron todos, afilando el hacha. Y fue lo que se llamaron invasiones bárbaras. Y para más Inri (que es una palabra romana) dentro de Roma estaban otros inmigrantes, que eran los teutones, partos, pictos, númidas, garamantes y otros fulanos que habían venido como esclavos, por la cara, o voluntarios para hacer los trabajos que a los romanos, ya muy tiquismiquis, les daba pereza hacer; y ahora con la crisis esos desgraciados no tenían otra que meterse a gladiadores y luego rebelarse como Espartaco, o buscarse la vida aun de peor manera.
Y a ésos, por si fueran pocos, se les juntaron los romanos de carnet, o sea, las clases media y baja empobrecidas por la crisis económica, enloquecidas por los impuestos de los Montorus Hijoputus de la época, asfixiadas por los latifundistas y acogotadas por los curas que encima prohibían fornicar, último consuelo de los pobres.
Así que entre todos empezaron a hacerle la cama al imperio romano desde fuera y desde dentro, con muchas ganas. Imagínense a la clase política de entonces, más o menos como ahora la clase dirigente española, con el imperio-Estado hecho una piltrafa, la corrupción, la mangancia y la vagancia, los senadores Anasagastis, la peña indignada cuando todavía no se habían puesto de moda las maneras políticamente correctas y todo se arreglaba degollando.
Añadan el sálvese quien pueda habitual, y será fácil imaginar cómo aquello crujió por las costuras, acabándose lo de "Para frenar el furor de la guerra, inclinar la cabeza bajo las mismas leyes" (que escribió un tal Prudencio, de nombre adecuado al caso).
Las invasiones empezaron en plan serio a principios del siglo V: suevos y vándalos, que eran pueblos germánicos rubios y tal, y alanos, que eran asiáticos, morenos de pelo, y que se habían dado (calculen, desde Ucrania o por allí) un paseo de veinte pares de narices porque habían oído que Hispania era Jauja y había dos tabernas por habitante. El caso es que, uno tras otro, esos animales liaron la pajarraca saqueando ciudades e iglesias, violando a las respetables matronas que aún fueran respetables, y haciendo otras barbaridades, como el sustantivo indica, propias de bárbaros.
Con lo que la Hispania civilizada, o lo que quedaba de ella, se fue a tomar por saco. Para frenar a esas tribus, Roma ya no tenía fuerzas propias. Ni ganas. Así que contrató mano de obra temporal para el asunto. Godos, se llamaban. Con nombres raros como Ataúlfo y Turismundo. Y eran otra tribu bárbara, aunque un poquito menos.
ARTURO PEREZ REVERTE
cuando con
A veces el gran ARturo es devorado por su versión más grotesca, y cae en lo obtuso. Y me refiero a este párrafo:
ResponderEliminar"Y por si éramos pocos, parió la abuela: nos hicimos cristianos para ir al Cielo. Ahí echaron sus primeros dientes el fanatismo y la intransigencia religiosa que ya no nos abandonarían nunca, y el alto clero hispano empezó a mojar en todas las salsas, incluida la gran propiedad rural y la política"
¿Que es esto?...¿es que antes del cristiniasmo eramos una comuna jipi y superlaica? ¿no existian los fanatismo e intransigencias religiosas?. ¿los "religiosos" de le epoca no metian manos y pies en politica?..por favor.
La iglesia catolica claro se merece críticas, pero esto no son críticas, son fobias que se hacen pasar por pseudohistoria. Una actitud bastante lamentable en un tipo listo como Reverte.
SEÑOR OGRO
EliminarCon lo ecuánime que eres siempre no caigas en el "sectarismo religioso". Antes del Cristianismo eran politeistas y no había CLERO. Los cargos sacerdotales de ceremonias eran ELEGIBLES, igual que los de pretores y tribunos. Por tanto, no había curas.
Los absorbentes imposidores vinieron con las religiones MONOTEISTAS.
Vamos don Javier, no me caiga en el cuento del buen salvaje. No eran clero, serían chamanes, hombre religioso, o como fuera, pero era exactamente lo mismo.
EliminarDecir que con el cristianismo llegó el fanatismo religioso es creerse que los dioses anteriores o religiones politeistas eran una especie de alianza de civilizaciones, es creerse el cuento del beatífico chaman afin a la pachamama que justo hace sus rituales sin molestar y tal, todo muy jipi. Los aztecas tambien eran politeistas, y los mayas, pero claro, tendremos que creernos que sus religiones no llevaban al fanatismo y la intransigencia.
Ay ene.
Ay, ENÉ.
EliminarA mí me siguen encantando sus clases de historia, aunque sólo sea porque no son fruto de su imaginación, como hacen otros que todos sabemos.
ResponderEliminarGustará más o gustará menos pero yo SIEMPRE, me cagaré en la puta calavera de los aberchales, cabrones, que sois unos hijos de puta.
addenda - me he venido arriba Tella, pero con hijos de la gran puta no puedo, y encima si son de los que se cortan el pelo con bocados de perro menos aún, feas, que sois feas hasta pa perro y ellos huelen mal (aunque a las gorrinas les gusta).
MAÑANA OTRA LECCIÓN MÁS DE CÓMO HACER AMIGOS EN EL INFRAMUNDO NAZI-ONANISTA (por lo de las pajas mentales, creo que voy a registrar el término)
JODÓ Don ISRA, qué entusiasmo bloguero polemista lleva vuestra merced hoy. Aunque, respetando por supuesto la libertad de cada quién de decir lo que se le ponga en el moño o en el coño, no sé en dónde P. Reverte cita a esos del INFRAMUNDO NAZI-ONANISTA (bén calificativo) en este artículo sobre vándalos, alanos y suevos.
EliminarNo obstante, asumo todo lo que dice como propio.
No lo cita por ninguna parte Tella, simplemente me apetecía cagarme en la calavera de los nazios.
EliminarEntonces, que vos haya quedado descansado y relajado. Porque ha de saber vuestra merced que, por razones de la más baja condición humana, la existencia de este Blog produce permanente gastroenteritis a uno que se disfraza de lobo y que por ello "vive en un sin-vivir", elaborando persecuciones de hasta el Mossad.
EliminarDado que a vos el efecto es el contrario el que os produce, es decir os relaja, pláceme saber que aquí sentís el aliento en el cogote de Don Alonso Quixano.
Se agradece la clase de Historia; de vez en cuando conviene refrescar los conocimientos. Lo que me ha sorprendido es descubrir que los romanos ya conocían los problemas de la burbuja inmobiliaria; desconocía que tuvieran Bancos y Cajas de Ahorro.
ResponderEliminarDON BWANA
EliminarLo de Cajas de Ahorro lo ignoro y me extraña que tuvieran porque sabían que los "Decuriones" (jefes de cada diez familias del barrio) no eran fiables. Respecto a la burbuja inmobiliaria en sí lo fueron inventores de la misma ya que unos pocos eran los dueños de enormes barrios que alquilaban, y los abusados acostumbraban a pegarles fuego a manzanas enteras para que sus dueños se xodieran.
No olvide el detalle de que en la Roma imperial, al igual que en la España de ZP y Rajoy, sólo trabajaban los inmigrantes. Los demás se dedicaban a darle al vino, los toros o gladiadores y a dar sablazos al vecino.