Los únicos oprimidos con derecho a voto son los fumadores

Ni siquiera las tabacaleras protestan, paralizadas de miedo por la demonización social y política del tabaco. Los comerciantes, algo parecido. Con excepción de los verdaderamente expertos en tabaco, los demás, los que lo venden en grandes almacenes, por ejemplo, colocan los estancos en los lugares más desagradables y ponen detrás de la barra a los ganadores del concurso del peor dependiente del año, dejando bien claro que se trata de la zona de exclusión social del edificio.
La cosa llega al supremo ridículo de esos conocidos almacenes suecos que lo venden todo para el hogar excepto… ceniceros. Lo que no obsta para que expendan todo tipo de porquerías en la tienda de alimentación y en la cafetería de los susodichos centros.
Los únicos que protestan son los hosteleros, por la cuenta que les tiene la próxima prohibición total. Lo que no servirá de nada mientras no haya un solo político ni organización social que tenga el valor de enfrentarse a la estupidez argumental que sustenta esta prohibición.

Y no lo digo porque ponga en duda los efectos perniciosos del tabaco. O porque no me parezca recomendable abstenerse de este placentero vicio. Lo digo por la caprichosa discriminación establecida entre el tabaco y el resto de ataques a la salud que se infligen los humanos o se los infligen. Desde una buena parte de los componentes de nuestra alimentación, el alcohol, los baños de sol, los deportes peligrosos, hasta los coches veloces, los cientos de componentes industriales contaminantes y la propia contaminación ambiental.

"Se constata que 166 personas mueren al día por el tabaco, por eso hay que tomar medidas", ha dicho Trinidad Jiménez en una de sus últimas pedorretas.

Argumento según el cual habría que empezar vendiendo los coches con un cartelito bien grande "Este coche puede matarle". Y otro en las entradas de las playas "El sol provoca cáncer de piel". Y, a continuación, prohibir los coches que superen los 120 de velocidad máxima y las estancias de más de una hora en la playa. Y detener, quizá, a los padres que sometan a los niños a baños de sol más prolongados.

Voy a dejar de citar para no hacerlo largo, como elementos peligrosos para la salud, todos esos productos que nos venden en alimentación y cuyos ingredientes resultan peligrosos hasta para los patólogos que los analizan cuando se producen intoxicaciones gordas.
Y mira que es peligroso estar cuatro o seis horas sentados ante un televisor viendo programas basura y consumiendo pipas. O circular por un Hiper en agosto aspirando todas las sudoraciones ajenas para salir con los pulmones hechos polvo y con catarro por culpa del aire acondicionado y de las exhalaciones de los sobaquillos.

Delante de la entrada a la consulta de cada médico debiera de instalarse también el susodicho cartelito : "Nadie ni nada ha matado tanto como los médicos".
Estas cosas hay que decirlas así porque hay demasida gente que nunca se ha bajado de lo árboles y especialmente de los almendros en flor y de los ciruelos.

Tellagorri

los unicos oprimidos con derec