Gitanos : Sarkozy imitando a Ensenada

Treinta de Agosto.
Un día posiblemente escogido ex profeso para sorprender a la población gitana donde siempre mora, más en verano: a la intemperie, en campo abierto, en la calle. Sabemos algo más: que el día 30 de agosto de l749 cayó en miercoles. Tampoco sería casual esa elección. Martes o viernes solían ser día de mercado, y la aglomeración de gente en torno a los puestos de venta en las plazas de pueblos y ciudades hubiera dificultado la detención de los gitanos y favorecido su huida.

Lo ocurrido aquel día en España adquiere actualidad e interés por culpa de la actuación de Nicolás Sarkozy, que también ha aprovechado agosto para expulsar de Francia a varios centenares de gitanos rumanos y búlgaros. Esta cantidad aumentará, probablemente, hasta el millar.
¿De qué dependerá? Se supone que de la reacción que la medida provoque en casa, fuera y en determinados foros.
Aunque se tratase de varios miles de deportaciones, la operación, ni económicamente (a 300 euros por adulto y 100 por cada menor, más el viaje), ni social, ni policial ni políticamente es de gran envergadura. Y menos al lado de la gran redada que, de acuerdo con el Rey Fernando VI, organizó el marqués de la Ensenada para detener, sólo en un día, de nueve a 12.000 gitanos en toda España.

Primera consideración: para realizar tal acción en 24 horas, hace más de 250 años, Ensenada demostró que era, no ya un estadista de primera, sino un ministro del Interior superior a Fouché, por no abandonar las comparaciones con Francia. Hoy, esto no lo consigue Rubalcaba ni con los 120.000 policías y guardias civiles que tiene a sus órdenes.
La operación de Ensenada era secreta y triunfó porque fue perfectamente sincronizada y porque contó con la colaboración y delación de los payos.

Detrás de esta gran redada (sólo superada por la que se organizó en Madrid, con Santiago Carrillo al frente, en los días 7,8 y 9 de noviembre de l936 para detener no a gitanos sino a cualquiera no comunista), estaba el fracaso de las medidas adoptadas años antes por Felipe V, al ver que Madrid se había llenado de gitanos y las ordenanzas de l707 eran ineficaces.
Otra razón era el catastro (el primero serio) que estaba realizando Ensenada: no podía admitir que un número tan elevado de habitantes no estuvieran censados. Y otra, más perversa, era que España necesitaba mano de obra para la realización simultánea de tres grandes puertos y arsenales que han sido y son el orgullo de la Armada: Ferrol, Cádiz y Cartagena. Los tres fueron construidos con sudor y sangre gitanos.

Los gitanos varones fueron internados en los arsenales y las mujeres y niños, en cárceles y fábricas. Si la operación se prolongó durante una década, es de sospechar que afectaría a cerca de 100.000.

¿Cuál es el periodo histórico en que hubo más población gitana en nuestro país? Se reconoce que el Censo de finales del siglo XVIII, fue el primero y último que se ha hecho en España de los gitanos.
Sin datos del siglo XIX, tenemos otros fiables de comienzos del siglo XX, antes de la Primera Gran Guerra, porque desde entonces hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, años 50, con persecuciones y dispersiones, las cifras son disparatadas. Los gitanos, confundiéndose en el Holocausto, se han atribuido cifras desorbitadas para equipararse a la raza judía en el genocidio.

Las cifras con que se contaba hace cien años sobre la población gitana en Europa eran de 280.000 en Hungría, 250.000 en Rumanía, 30.000 en Bulgaria, 2.000 en Alemania, 2.000 en Francia, 32.000 en Italia y 50.000 en España.
Multiplíquense por dos (por tres, como mucho) y obtendremos la población actual. Veremos que en Hungría y Rumania la cifra sí es escandalosamente alta, pero no en España, donde no superaría los 200.000.
Los 300.000 gitanos andaluces que reconoce la Junta son un brindis al sol pero sería imposible confirmar esa cifra o la de medio millón en toda España.

Con 55 millones de turistas, 20 millones de españoles que salen al extranjero y el tránsito anual de un millón de marroquíes y medio millón de portugueses, los cinco millones de desplazamientos nacionales que se producen en nuestro territorio muchos fines de semana minimizan e invalidan cualquier control de los gitanos que en todas las pragmáticas, eran acusados por su inveterada condición de nómadas, trashumantes y vagos.
La Ley franquista que perseguía a vagos y maleantes se refería no a los perezosos, sino a los que vagaban, como una herencia de las pragmáticas de los Reyes Católicos, de Carlos II y de Carlos III, siempre obsesionados con el vano propósito de que los gitanos fuesen sedentarios.

Si Carlos II insiste en que "la tercera vez que se hallasen vagando sean cautivos por toda su vida", Carlos III, que tan bien se porta cuando reconoce que no son una raza maldita y que pueden dedicarse a cualquier oficio, mientras sanciona a quienes les nieguen la admisión en sitio alguno, sigue tratando como vagos a quienes continúen "vagando por los caminos, aunque sea con el pretexto de ferias y mercados".
Esta animadversión a los que vagan también afectaba a los frailes que, cuando eran giróvagos con el pretexto de mendicar o visitar, eran castigados severamente.

Hoy, ¿quién no es giróvago, con todo el mundo en la carretera, en las estaciones de ferrocarril y en los aeropuertos? Ni los gitanos, que siempre vivían debajo de un puente, no entienden lo de los puentes aéreos. También están maravillados de cómo les gustan a los payos los puentes… del fin de semana.

Ellos también padecen los cambios. El gitano español se ha quejado de que, a la par que han desaparecido los sentimientos de repulsa, desaparecen también sus antiguas y veneradas costumbres. Naturalmente, nuestros gitanos ya son cosa nuestra, y cualquier español defendería que nada tienen que ver los nuestros con otros como los rumanos, que mandan a sus niños a robar a las grandes avenidas de toda ciudad de España o Francia.

Por volver a la expulsión de gitanos rumanos emprendida por Sarkozy, digamos que los centenares de ahora son parte de los 4.346 que ya deportó el año pasado y los miles que piensa seguir devolviendo a sus países de origen. Esto nos permite saber que, junto a las expulsiones de judíos y moriscos, cuyas cifras algún día habrá que revisar, España nunca ha expulsado masivamente a gitanos.

El vuelco dado en los últimos años al abandonar la religión católica, que antes practicaban, e ingresar en sectas protestantes, afecta ya a más de la mitad de los gitanos españoles. Quizás no ha habido apostasía porque no hubo antes confesionalidad. Como no puede haber ciudadanía, ni obligaciones, ni derechos civiles porque (y ellos lo explican mejor que García Lorca) "por cama tienen el suelo, por techo tienen el cielo, tienen por lindes… la mar".
Su nación no existe; su país es imaginario.
Gran mérito, a pesar de su actuación, el del Marqués de la Ensenada que, un 30 de agosto de l749, organizó algo que hoy se nos antoja imposible: la gran redada de gitanos; quizás la única manera de, al menos, contar a la gente de esta raza que no pasa por el aro. Que no se deja siquiera inventariar.

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