Para arruinarse, alquile un ezquerro catalufo

Siempre que por cualquier infortunio ERC ha tenido algún control sobre el destino de Cataluña las cosas no han podido ir peor. El presidente Lluís Companys fue una calamidad, pese a que su desastrosa trayectoria política quedó olvidada por su condición de fusilado. Un mérito escaso y que dio unos frutos aún más escasos.

Era un pobre sindicalista que, acomplejado porque su catalanismo se ponía siempre en duda, organizó el funesto golpe del 6 de Octubre, proclamando el Estado catalán dentro de la República Federal Española. Estrepitoso fracaso.

Después del levantamiento militar de Franco, permitió que la FAI tomara el poder (y las armas) y que asesinaran a placer y sin piedad en uno de los momentos de peor vacío moral de la Historia de Cataluña.

Muchos años más tarde, la ERC de Carod-Rovira volvió a tener bastante poder. No alcanzó los diputados necesarios para ser presidente, pero sí que tuvo los suficientes para ser él quien decidiera quién iba a serlo.

Primero eligió al extravagante Pasqual Maragall, de cuya cordura y estabilidad todo el mundo dudaba. La segunda opción fue Montilla, tal vez el político más mediocre y gris de Cataluña, y de biblioteca más escasa, por decirlo sin que suene como un insulto.

Acomplejado como Companys, Carod quiso demostrar desde el primer momento que era más catalanista y bravo que Jordi Pujol, y enzarzó al país en una reforma estatutaria que ya se ha visto el penoso resultado que ha dado, incomodando a todo el mundo y no satisfaciendo a nadie.

No contento con haber organizado semejante pollo, la euforia del hombre fue tanta en 2003, cuando desalojó a CiU del poder, que quiso demostrar que no sólo era capaz de resolver los problemas de Cataluña, sino que podía también con los del País Vasco y con los de toda España y, en una de las actuaciones políticas más cínicas e irresponsables de nuestra vida moderna, partió hacia Perpiñán a entrevistarse con ETA dándose la añadida circunstancia de que aquellos días ejercía de presidente en funciones, al encontrarse Maragall de viaje oficial en el extranjero.

Sólo en este contexto de absoluta incompetencia política de ERC, se puede entender que Carod-Rovira tuviera la funesta idea de redactar un Estatut nuevo, cuando en lo que en el fondo había acuerdo era en la necesidad de un nuevo sistema de financiación, que es lo que Artur Mas y CiU reclaman ahora, superado el lío del Tribunal Constitucional y estas agitaciones callejeras a las que sólo tendrían que recurrir los que se quedan sin argumentos y sin ideas y no los políticos de inteligencia razonadora.

Si nos abandonamos al populismo y a la demagogia, a la muchedumbre y a la pancarta, cada vez va a ser más difícil distinguir a los unos de los otros. Y esto es trágico.

Es muy probable que Esquerra sea arrasada en las próximas elecciones autonómicas, y que tarde en volver a tener algún poder.

Todas estas cosas suceden siempre con gente acomplejada y resentida social. No creo que haya en el País Vasco un solo peneuvero que no sea un acomplejado de aldeanismo.

Tellagorri

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