“Hoy tenemos con nosotros a una figura determinante del siglo XX español, un hombre que cuenta en su currículum con una brillante carrera militar que le llevó a ser el general más joven de Europa; un hombre al que las circunstancias le pondrían al frente de la rebelión militar que acabaría con la República, un hombre que terminaría siendo el Jefe del Estado hasta su muerte”.
“Hoy está con nosotros Francisco Franco Bahamonde”. Así presentó Cebrian la entrevista más esperada del año.
Habían pasado cuarenta días, con sus cuarenta noches, desde que el vigilante nocturno del Valle de los Caídos se había encontrado cara a cara con el dictador. En un principio nadie lo creyó, e incluso el pobre apareció en el programa de Buenafuente. Las burlas habían sido insoportables, pero hoy acabaría su particular calvario.
Desde aquel primer comentario de Eustaquio, el vigilante nocturno, se habían ido acumulando nuevos testimonios corroborando su increíble historia. También había sido visto por un estanquero de Valencia una semana después, y por un taxidermista de Burgos a los dos días, y por un repartidor de Telepizza de Santander al día siguiente; y así se fueron acumulando cientos de testimonios corroborando la historia de Eustaquio. El rumor se hizo cuerpo y hoy, por fin, Francisco “¡Franco, Franco, Franco!” aparecía ante millones de telespectadores.
“Buenas noches, general”, dijo Cebrian mirando al dictador a los ojos.
“Buenas noches, Juan Luís.” Y añadió con una sonrisa benevolente “Pero debería vd. saber que un general es general hasta que muere, y yo ya he muerto.”
“¿Entonces cómo quiere que me refiera a vd.?”, le pregunto el periodista abriendo sus manos y separándolas ligeramente de su cuerpo.
“Llámame simplemente Franco”, dijo Franco con toda naturalidad.
“Bien Sr. Franco”, dijo Cebrian mientras se reacomodaba en su sillón para preguntar a continuación “¿Qué ha estado haciendo desde que resucitó, hace ya cuarenta días, en el Valle de los Caídos?”.
“Pues he estado recorriendo España. He estado viendo lo que habéis hecho de ella en estos treinta años”.
El rostro sombrío con el que Franco acompañó estas últimas palabras hicieron que Cebrian le preguntase, “¿Y no le ha gustado lo que ha visto?”.
El pequeño ex general atravesó con una mirada fría como el hielo al periodista, y dijo: “¿Gustarme? ¿gustarme?”, ese segundo “gustarme” sonó como el último chillido de un cerdo encima de la mesa del matarife. Y siguió, “yo me morí creyendo que lo había dejado todo atado y bien atado, cuando en verdad lo había dejado todo en manos de unos traidores”.
El periodista se incorporó en su silla y preguntó. “¿Entonces no le gusta nuestro actual sistema político?”.
“Por favor...”, dijo dejando caer su mano derecha sobre el brazo del sillón de cuero en que estaba sentado, “Esta democracia liberal representa todo aquello contra lo que luché durante mi larga vida.”. Y continuó, “Desorden y libertinaje, eso es lo que visto en estos cuarenta días. Desorden y libertinaje en toda España... Bueno en casi toda España”.
“¿Piensa vd. hacer algo para solucionarlo? ¿Entrará en la vida pública?”, y yendo más allá el periodista acabó preguntando, “¿Ha pensado en encabezar un nuevo dieciocho de julio?”.
Ante esta última pregunta el rostro de Franco dejó ver una profunda tristeza, “¿Un nuevo alzamiento? Por favor no sea ridículo. Si sus padres, con los que yo estuve luchando hombro con hombro, no tardaron ni un lustro en traicionarme ¿qué puedo esperar de sus hijos?. Unos chicos que ahora se dedican a ir de hermanitas de la caridad por esos países de Dios. ¡Menudos militares! ¿Un nuevo alzamiento? No sea ridículo...”
Juan Luís Cebrian se removió una vez más en su sillón, tragó saliva y continuó la entrevista, “¿Entonces renuncia a la vida pública?”.
Extendiendo sus dedos índices y agitando las manos delante de su rostro respondió: “No, no, qué va. La verdad es que ya me he afiliado a un partido”.
“¿Sí? Supongo que se habrá afiliado a Falange”.
“¿Pero por quién me toma?”, el humor del dictador se estaba agriando por momentos, “¿Cómo puede vd. pensar que yo me juntaría con esa pandilla? Cuando tomé el poder usé a Falange porque era útil, ¿pero, hoy en día, qué utilidad tiene ese grupillo?”.
“Entonces se habrá afiliado al PP…”
Franco no le dejó continuar, y gritó: “¿Al PP? ¿al PP?”. Parecía que el periodista lo estaba sacando de sus casillas, “¿Cree vd. que yo me afiliaría a un partido que no sabe lo que quiere?” El dictador dejó ver todo su desprecio en la forma que arrastró la “ere” de “lo que quiere”.
“Estoy desconcertado Sr. Franco”, reconoció Cebrian, “por favor, díganos vd. a qué partido se ha afiliado”.
“Al PNV hombre, al PNV”, fue la respuesta.
Después de un balbuceo inicial Juan Luis Cebrian acertó a decir: “Ahora sí que me deja vd. sin palabras, parece que la muerte le ha hecho dar un giro de ciento ochenta grados en sus posicionamientos políticos”.
Tras estas palabras Franco ya estaba realmente enfadado: “¿Ciento ochenta grados? ¿Yo, ciento ochenta grados? Perdone Cebrian, yo estoy donde siempre he estado. Otros han sido los que han cambiado, no yo”.
“¿Si vd. no ha cambiado, cómo explica su afiliación al PNV?”.
“Mire, en esta España multicultural, multinacional, multirracial multireligiosa, multilingüe, multi, multi… multitodo, el único sitio donde encuentro el orden que siempre defendí es en el PNV.
Una única nación, una única lengua, una única cultura, una única raza, un partido vertical que acoge en su seno desde el primer empresario hasta el último trabajador, un partido que es uno con la Santa Madre Iglesia... Además, ¿qué mejor día para la fiesta nacional que el Domingo de Resurrección?”.
"Yo nunca me atreví a tanto”, y continuó, “¡Ay, si yo hubiera sabido cuán fácil era gobernar en “democracia”, cuántos problemas me hubiera evitado! ¡Arzalluz sí que ha sabido cómo se lleva el timón de una nación!
Tengo que reconocer que la idea de una fuerza paramilitar a la que sólo se combate sobre el papel es la idea más brillante que ha tenido ningún dictador en el último siglo.
"También tengo que reconocer lo tonto que fui en su momento intentando controlar a la plebe con leyes y tribunales, cuando con un simple grupo de asesinos se puede silenciar a la masa mientras se va matando a los más molestos. Y además todo ello sin tener que sufrir el desagradable acoso de la opinión pública internacional. En el PNV sí que sabemos hacer las cosas”.
“Bien, pues esto ha sido todo por hoy. Volveremos la semana que viene con un nuevo e interesante invitado”, y girándose hacía el entrevistado añadió:
“Buenas noches Sr. Franco”.
“Agur” respondió el peneuvista.
Tellagorri Zaldumbide
hoy,francoseria,pnv
Genial, simplemente GENIAL.
ResponderEliminarSobran mas palabras.
Así es Javier, me hace mucha gracia que se hable de una dictadura, cuando en España hoy en día hay varias.
ResponderEliminarSaludos
Magnífico,Tellagorri.
ResponderEliminarPero más que Gabilondo,lo suyo es que la entrevista se la hubiese hecho Cebrián,que para eso fue director de informativos en TVE durante el franquismo.
Sería un retorno al huevo,al origen de todo.
Ya lo decía Vizcaino Casas en aquel magnífico "...Y al tercer dia resucitó"; "Muchos serían los que desempolvasen la camisa azul como si nada hubiera pasado..."
Sigo tu consejo, Natalia, y procedo a modificar el nombre del entrevistador.
ResponderEliminarGracias