La cuestión es que la izquierda no ha criticado a Aznar, lo ha odiado. El odio es un sentimiento irracional. Esa parte de crítica común, no ha sido más que la excusa o el revestimiento de la diabolización: la consideración de Aznar como el mal con ausencia de todo bien.
Es ese odio el que merece un detenido análisis. ¿Por qué la izquierda ha odiado tanto a Aznar, hasta identificarle como un ‘asesino’, con las ‘manos manchadas de sangre’, ‘culpable’ de la masacre de Atocha? ¿Por qué la izquierda, instalada ya en el poder, alimenta de continuo ese odio?
La izquierda -al margen de la engañifa del talante, para el que precisaba el contraste de la caricatura grotesca de Aznar- está preparada para odiar. El marxismo, en el que se ha formado, era una ideología con insondables reservas de odio. Lo que la izquierda precisa es canalizar sus torrenteras de resentimiento y en Aznar ha encontrado un objetivo claro.
Una primera respuesta se mueve en el rencor, el nivel más bajo de ese sentimiento insano. Rencor hacia quien ha vencido a la izquierda en dos contiendas electorales y la ha mantenido durante un interregno de ocho años alejada del poder, en la intemperie de la oposición. Ese rencor es muy acusado en Felipe González, quien siempre subestimó a Aznar –le parecía ridículo imaginar su imagen junto a Helmut Kohl. La izquierda nunca le ha perdonado su denuncia de la corrupción y del terrorismo de Estado.
Ese rencor se prolonga en el revanchismo, seña de identidad definitoria del retorno socialista al poder. Va más allá de la disputa democrática y hunde sus raíces en la trastienda antidemocrática de la izquierda, de su visión patrimonialista del poder, de la convicción, tan infundada como profunda, de que la derecha está ilegitimada para gobernar en democracia, pues ello representa un riesgo de retorno al franquismo. Es ese retorno instintivo al guerracivilismo.
El mismo gesto de Zapatero de homenaje a su abuelo fusilado, que sería considerado obsceno si se recordaran las sacas de Paracuellos, las chekas o los ‘paseos’. La mitología victimista –y la mala conciencia de tantos franquistas reconvertidos en líderes morales de la izquierda- permitió a ésta considerarse legitimada para intentar derribar -desde la calle y la algarada- al gobierno durante la campaña del ‘No a la guerra’ y con el golpismo residual del 13 de marzo. ¡El odio a Aznar sería el de los vencidos hacia los vencedores de la guerra civil!
En cuanto a las críticas expuestas a su personalismo, no se puede dejar de considerar que Aznar resistió a las tentaciones mefistofélicas del poder cumpliendo su compromiso de abandonarlo, en pleno apogeo, tras dos legislaturas. Hecho tan inusual, y meritorio, que durante tiempo fue tenido por artimaña y puesto bajo sospecha, por si se volvería atrás. Ese gesto, lejos de haber reducido el odio, lo ha retroalimentado. Una muestra más de su irracionalidad.
En la consigna de los SMS del 13 de marzo no se hablaba de Rajoy, sino de “Aznar de rositas”. Que Aznar fue derrotado el 14 de marzo, a pesar del hecho notorio de no presentarse, ha sido obsesivo en la izquierda. La izquierda no le perdona ni le perdonará que se hurtara a la derrota, si bien Aznar no era un candidato invicto, pues antes de acceder a La Moncloa fue vencido en dos citas electorales.
Con el estilo que ya se ha hecho marca del Grupo Prisa, el 22 de julio de 2004, la cadena SER colgaba en su página web la siguiente falsa noticia: “Aznar pagó con dinero público a un lobby de Washington para conseguir la medalla del Congreso de EEUU”. El titular es todo un ejemplo de manipulación. Todo vale en el intento de demolición. Aznar no habría conseguido tal medalla “por ser un aliado firme e incondicional de Estados Unidos y por su apoyo a la guerra contra el terrorismo”, sino porque la había comprado, con fondos públicos.
A pesar del tufo a filtración interesada en estado puro, los socialistas se hicieron de nuevas. Como en el caso del inventado kamikaze de los trenes de la muerte, estamos ante un uso alternativo de la información. ¿Existe demostración mayor de la impostura de la cadena SER, que la continuidad del contrato bajo el gobierno Zapatero, con certeza indudable, el filtrador de la noticia?
Este episodio no se entiende sin la convicción de que el periodismo ha muerto o una cierta concepción de él, en el que todavía era posible la deontología. El Grupo de los nuevos clérigos por excelencia le dio un golpe de muerte entre el 11 y el 14 de marzo. El periodismo, en el que los hechos pretendían cuanto menos ser sagrados, ha caído bajo la moral relativista de la secta, esa mezcla de sublimaciones e intereses, la falta de escrúpulos y límites, en la que los periodistas son meros peones.
En materia de escándalos, los socialistas tienen amnesia galopante. Los lobbys en Estados Unidos son perfectamente legales y están regulados. Pagan IVA, al contrario que Filesa, el gran lobby generado por Ferraz.
Cuenta Julio Feo que, en 1983, “para la visita a USA, habíamos contratado los servicios de la empresa de comunicación, relaciones públicas y relaciones gubernamentales, Haley, Kiss and Dowd. En Exteriores y en la embajada este comportamiento heterodoxo sentó muy mal, pero yo, que sin ninguna falsa modestia, presumo de conocer muy bien USA, sabía que era la única forma de asegurar el éxito de la visita”[9].
El asesor áulico de Felipe González no escatima elogios al trabajo del lobby. Así, “el presidente dio una cena en la embajada. En la confección de la lista de invitados colaboró Kiss con la embajada. El ‘todo Washington’ estuvo presente y fue un gran éxito”. Felipe González mantuvo entrevistas con Ronald Reagan, el vicepresidente Bush y Alexander Haig, gestiones todas ellas en la que colaboró activamente el lobby.
La lección, para Julio Feo, no puede ser más clara: es conveniente contar con la colaboración de un lobby para defender los intereses de España en el escenario político norteamericano. “La cobertura en medios norteamericanos del viaje del presidente fue excepcional. El trabajo de Haley, Kiss and Dowd, magnífico. Desgraciadamente no tuvo continuidad, pues, como ya he explicado, fue imposible convencer al servicio exterior español de la necesidad del servicio de una empresa así, apoyo con el que cuentan países como Alemania o Japón sin ningún rubor”[10].
¿Por qué es creíble la insidia subliminal que sitúa a Aznar como el político de una república –o monarquía- bananera a la búsqueda de alimentar su ego a golpe de talonario?
Unos meses antes la periodista Virginia Drake realizó una entrevista al “segundo” corresponsal de TVE en Estados Unidos. No se trata de una persona sospechosa de fervor aznarista. El título, de hecho, no era condescendiente para el PP, entonces en el poder: “los informativos de TVE están controlados desde el poder”.
Lorenzo Milá, el entrevistado, fue el primer contactado por Zapatero a su llegada a La Moncloa para ofrecerle la dirección de informativos de TVE. Pues bien, en la entrevista la periodista le pregunta si “¿en Estados Unidos ven a Aznar más alto, más sonriente y más guapo de lo que resulta en España?” He aquí la respuesta: “Es impresionante. Aznar aquí es recibido con todos los honores allá donde va. Es una cosa espectacular, realmente sorprendente”. Virginia Drake insiste reticente: “¿pese a que hay un porcentaje muy alto de americanos en contra de la guerra de Iraq?”. Lorenzo Milá responde: “sí, pero aquí la gente se ha sentido muy aislada en la ONU y valora el apoyo de Aznar. Llama la atención como su relación con Bush ha cambiado la percepción que los americanos tenían de España”.
O sea, que es Aznar quien hace mejorar la imagen de España en Estados Unidos. Lejos de ser un político desconocido, al que habría de promocionar un lobby, es un dirigente respetado, recibido con los brazos abiertos y en olor de multitudes, al que la medalla del Congreso le terminará llegando con un sentido claro de agradecimiento.
Dos millones de dólares no parece suma suficiente para comprar las voluntades de los congresistas, ni la concesión de la medalla a un presidente del Gobierno deja de estar relacionada con “los intereses de España”, mucho más allá del bufonesco episodio interno del laureado Bono.
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero, como estricto meritorio, buscó ‘robar’ una foto junto a George Bush en la reunión de la OTAN en Estambul y permanecer unos minutos –dicen que siete- junto a él, mediante el recurso de llamarle la atención –‘¿qué tal estás, George?’-, la ‘foto de las Azores’ no sólo adquiere toda su dimensión histórica, también es el recuerdo de una dignidad perdida.
No, el rencor no explica la persecución a Aznar después de abandonar el poder. La paranoia antiAznar pertenece al mundo del odium ideologicum, responde a estrictos resortes de secta.
Rompiendo con la tradición intervencionista, poniendo en práctica las fórmulas liberales en el terreno económico, Aznar ha demostrado la superioridad intelectual y ética del liberalismo sobre el socialismo. Ha puesto en evidencia la mentira profunda en que se sustenta el socialismo. Eso es imperdonable.
La izquierda odia a Aznar porque en el ejercicio del poder demostró superioridad ética y eficiencia superiores al socialismo. Ese odio entraña un reconocimiento. Ese rechinar de dientes del aparato de propaganda de la secta manifiesta un complejo de inferioridad. Ese intento de desprestigiar su figura no hace otra cosa que agrandarla.
Manifiesta miedo atávico a una profundización en el liberalismo, intento de demoler el consenso liberal establecido en las amplias clases medias, para evitar el debate.
Por Enrique de Diego
ElodioaAznar
La clave es esa, Aznar supo ganar unas elecciones y revalidar las siguientes con una mayoría absoluta. Aznar les hizo alejarse el horizonte de volver a gobernar en España, horizonte que alcanzaron gracias a un atentado que a día de hoy esta sin resolver.
ResponderEliminarAznar era un rival, ellos quieren oposiciones del tipo de la de Rajoy, que hoy sale muy moderado sonrojándose por las cifras del paro. Con este tipo en la oposición, tienen muy cerca el horizonte de ganar las próximas elecciones a pesar de haber arrasado nuestro país.
Saludos