"Es fascinante", sentencia Boncinelli, quien, puestos a elegir, se considera por encima de todo un neurocientífico.
PREGUNTA.- ¿Cómo ha cambiado genéticamente el hombre de hoy con respecto al de hace 100.000 años?
RESPUESTA.- Absolutamente nada. El hombre es genéticamente idéntico desde hace exactamente 150.000 años. Lo importante del genoma no ha cambiado.
P.- ¿Ni siquiera nuestro cerebro?
R.- Absolutamente no. Todo lo que se dice al respecto son pamplinas. Y debemos agradecerle a Dios que el cerebro no haya cambiado. Piense si no lo que ocurriría si alguien creciera en una familia equivocada, de personas que razonan mal desde hace generaciones: se convertiría también en alguien equivocado. Pero cuando nacemos estamos limpios, vírgenes, puros. Después de algunos meses, o de algunos años, claro está, nos convertimos en ciudadanos del presente, ciudadanos de una nación, inmersos en el clima cultural correspondiente.
P.- ¿Pero cómo es posible que nuestro cerebro no haya cambiado, con lo mucho que ha cambiado el mundo? ¿Cómo se ha adaptado?
R.- Eso es lo maravilloso del ser humano: mientras los animales sólo tienen la evolución biológica, y por lo tanto una adaptación lentísima, el hombre, además de la evolución biológica también tiene una evolución cultural, que va rapidísima, quizás demasiado. Nosotros nacemos exactamente como los hombres de hace 150.000 años. Pero tenemos una suerte de doble nacimiento porque bastan pocos meses, pocos años, para que un niño de tres años hoy sea distinto del niño de tres años de la era de las cavernas. A los cinco o seis años un niño de hoy es muy, muy distinto del niño de hace 150.000 años.
P.- ¿Y cual es la explicación biológica?
R.- Es muy simple: nosotros somos los animales que nacemos con el cerebro más inmaduro. Cuando llegamos a este mundo, nuestro cerebro es pequeño y está vacío. Es como si yo comprara un ordenador cuyo hardware no está terminado, sino que se perfecciona mientras funciona. Por eso las primeras nociones no se fijan al cerebro sino que se esculpen en él y, de hecho, son las que nunca olvidaremos. Nuestro cerebro es totalmente maleable y en los primeros cinco, seis, 15 años, todo lo que pasa por él queda grabado como si hubiera estado ahí desde el nacimiento. Esa es la gran diferencia.
P.- Entonces, a los 15 años el cerebro ya está plena e irreversiblemente formado...
R.- Digamos a los 15 años. En realidad, la maduración tiene lugar a los 18-20 años. Pero a los 15 ya pasó todo. Esto no quiere decir que no podamos también aprender a los 60 o a los 70. Pero, por ejemplo, un idioma aprendido a los dos años no es lo mismo que uno que se estudia a los 15.
P.- ¿Todavía podemos evolucionar a nivel biológico?
R.- Seguramente, pero tenemos que pensar que harán falta 200.000 o 300.000 años. Nadie puede prever el futuro, pero ése es el ritmo de la evolución. Yo creo que antes de que evolucionemos de manera biológica, el hombre intervendrá sobre su genoma. Porque en unas dos décadas será posible intervenir artificialmente sobre nuestro genoma, algo que será un evento excepcional. A partir de ese momento, la evolución biológica empalidecerá respecto a la evolución que el hombre habrá impuesto a través del genoma.
P.- ¿Cómo cree que reaccionará la naturaleza ante esa manipulación genética?
R.- La naturaleza no existe... Lo que nosotros llamamos naturaleza es el nombre que designa una serie de impulsos y contraimpulsos ciegos. Lo que puedo decir es que la naturaleza no lo sabrá. Pero el ambiente se dará cuenta, como ya se ha dado cuenta de que los hombres, que antes eran pocos, ahora son mucho más numerosos. Y todo hace pensar que lo serán más aún, y el ambiente sentirá ese peso.
P.- ¿Y qué opina sobre el problema ético y moral que muchos consideran que entraña la manipulación genética?
R.- Para mí es una discusión muy interesante que aún está por llevarse a cabo. Los periódicos hablan de hijos rubios con ojos azules, pero a mí eso me parece una de las estupideces más grandes que se pueden imaginar. En cambio sí se puede hablar de hijos más inteligentes, más longevos, más sanos, que ya no sufran ciertas enfermedades... Aunque mi apuesta es que los primeros genes que se tocarán serán aquellos que regulan la longevidad. Porque ahora los hombres podemos llegar a vivir cerca de 100 años, pero tocando algunos genes podremos vivir 200 o 300. Cuando eso suceda, seguramente el mundo dará un vuelco. Para mí habría que comenzar a discutir el tema ya hoy, pero el hombre nunca discute antes, sino que primero hace las cosas, y después las discute.
P.- ¿La manipulación genética puede hacer al hombre moralmente mejor?
R.- Esa es una buena pregunta. Yo primero le doy una respuesta científica: todos los caracteres complejos, como la inteligencia, la docilidad, la bondad y la voluntad no son controlados por un solo gen, ni tampoco por cientos o por mil, sino probablemente por miles de millones de genes.
P.- ¿Pero son características controladas genéticamente?
R.- Sí, son ampliamente genéticas, pero no podemos esperar que cambiando uno o 10 genes obtengamos grandes resultados. Es decir, el problema técnico es hacer las cosas justas progresivamente. Respecto al problema moral, yo escribí un libro titulado El mal, en el que dejé claro que el mal y el bien son dos conceptos relativos, que, de hecho, cambian en la historia. Hay que ver en el momento qué es lo que la humanidad, no una nación sí y otra no, considera el mal y considera el bien. Yo no sé qué es bien y qué es mal. Sí, lo sé con mi vida, con mis hijos, con mi mujer, pero nunca me pondría a decirle a otro qué es bien y qué es mal como hace la Iglesia. Es la humanidad la que debe decidir dónde quiere ir. Parados no podemos estar.
P.- ¿La espiritualidad, o la ideología también tienen una dimensión genética?
R.- En todo hay un componente genético, en mayor o menor parte.
P.- Nuestro cerebro está controlado por aproximadamente 20.000 genes, los mismos de un gusano o un arbusto...
R.- Sí, es verdad que el número de genes del hombre no es muy grande. No sólo eso, sino que hace 25 años descubrimos, yo mismo contribuí a ello, que los genes importantes son iguales en todos lados. Por ejemplo: todos tenemos cabeza, tórax y abdomen. Usted no encontrará ningún animal sin cabeza, tórax y abdomen, porque hay genes -que yo descubrí en 1985- que conforman eso. Son los genes que yo llamé «arquitecto» porque son los que hacen de cimientos de una casa. Pero los demás son diferentes, son los que permiten que a mí me salga una mano, al delfín una aleta, al lobo una pata, a la cigüeña una zanca... Es decir, los genes importantes son los mismos, el número más o menos es el mismo, pero los genes que nosotros llamamos «ejecutores», es decir, los que hacen efectivamente la mano, la boca, la nariz, son diferentes en cada especie.
P.- Intuyo que está usted a favor de la investigación con células madre. ¿Acierto?
R.- Sí, porque es la esperanza del futuro. Aunque no sé cuando se materializará esa esperanza, no lo sé, quizás arrancamos con demasiado entusiasmo. Yo mismo hace 10 años decía que era inminente su utilización, pero en cambio todo esta yendo más lento. Por un lado hay gente que frena, por otro hay gente que promete el oro y el moro y que tendremos todo mañana. Le puedo decir que no será mañana, porque todavía hay cosas que no sabemos hacer.
P.- ¿Qué les diría a los que afirman que las células madre son individuos?
P.- No se trata de que las células no sean individuos. Hablemos por ejemplo del zigoto, es decir, del óvulo fecundado. ¿Es un individuo? Hay quien así lo cree. Yo personalmente, habiéndolos visto y manejado durante 30 años, pienso que no. ¿Pero cómo podemos decir quién tiene razón? Objetivamente no se puede decir. Lo que yo no entiendo es como en Italia es legal el aborto, que supone la eliminación de un embrión de dos o tres meses, y es ilegal la investigación con células madre. No tiene sentido, ¿no le parece? Yo no logro entender, me parece una contradicción total.
P.- Volviendo a su amigo el cerebro, ¿qué tiene el cerebro humano que nos haya permitido desarrollar el lenguaje?
R.- Esta es una pregunta cuya respuesta me encantaría saber antes de morirme. ¿Qué hace que nosotros aprendamos y usemos el lenguaje y los animales no? Es una de las preguntas más interesantes que se puedan plantear. En los genes que nosotros conocemos no está escrito, por lo tanto debe estar escrito en esa parte del genoma que todavía no conocemos. No en el sentido que no la hayamos descifrado, la hemos descifrado pero no la sabemos leer. Cómo está escrito que yo no tengo pelos y el chimpancé sí, que yo tengo el mentón hecho de una manera y el chimpancé, en otra. Pero éstas son preguntas menos interesantes.
P.- Pero sabemos muchas cosas. Por ejemplo, en su último libro, Cómo nacen las ideas, usted explica que hay una zona del cerebro donde están los nombres genéricos (cómo por ejemplo árbol) y otra donde están los nombres particulares (sauce, olivo, roble, tilo...).
R.- Sí, hemos aprendimos muchas cosas sobre el lenguaje. Sabemos que nuestro cerebro tiene un área para los verbos y otra para los nombres, algo que los maestros de escuela intuyeron siempre. Pero por qué tenemos la capacidad de aprender el lenguaje es algo que todavía no sabemos. En los últimos 20 años hemos aprendido muchísimas cosas, y en los próximos aún 20 sabremos más.También sobre cuestiones que a los hombres no les gustan, como, por ejemplo, que nunca somos racionales. Aun cuando nos empeñamos, cuando tratamos con todas nuestras fuerzas de ser racionales, no lo somos. Nunca somos racionales porque nuestro cerebro es perezoso, y prefiere sacar conclusiones rápidas y equivocadas, antes que lentas y rigurosas.
P.- ¿Ni siquiera usted, que es un científico, es racional?
R.- Claro, nadie lo es. Nuestro cerebro, insisto, es perezoso. Y, por otra parte, fue hecho 150.000 años atrás, cuando no tenía que hacer pólizas de seguros de coches sino que tenía que ver llegar al león y escapar, o ver a una chica guapa y correr tras ella... No estaba hecho para las sutilezas de hoy. Pero lo sabemos todos, no hay de qué sorprenderse: cuando algo cuesta 10 euros, suele anunciarse como que vale 9.99 euros. La diferencia es ridícula, pero nuestro modo aproximativo y veloz de razonar hace que nos parezca más barato y lo compremos.
- Usted sostiene que el hombre es el resultado de tres cosas: la genética, el ambiente y la casualidad. ¿Cuánto pesa el azar?
- Hasta hace 20 o 30 años se pensaba que contaba un 2-3%. Hoy, en cambio, todo parece indicar que cuenta aproximadamente un tercio, porque, visto que el cerebro nace inmaduro y a lo largo de su andadura debe madurar, debe tomar toda una serie de decisiones de conexiones. Si hay motivos válidos para tomar una decisión en lugar de otra, bien; pero si no la hay, como lo debe hacer igualmente, porque hay unas ventanas temporales en las cuales debe tomar decisiones, las toma casualmente. Y esto confirma que todos somos diferentes. Y no sólo eso: de una familia de gente muy inteligente puede nacer un hijo que 'no vale nada', y que de una familia que durante generaciones no aportó nada puede nacer un genio. La casualidad no se puede controlar, pero tampoco se puede controlar la genética. Lo único que se puede controlar, y sólo dentro de ciertos límites, es la educación.
Información de El Mundo.es
cerebro,genoma
Me ha resultado interesantísimo; le felicito por su publicación en este blog, que sigo asiduamente.
ResponderEliminarGracias, FJ.
ResponderEliminarSaludos
De estos temas, que parece que ya sabiamos todo, siempre aprendemos montones de datos que nos enriquecen.
ResponderEliminarMuy bueno el post.
Interesante post y bonito blog Tellagorri.
ResponderEliminarSlds
Gracias, BITNICK. Saludos cordiales
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