Reían mientras cocinaban, ebrios de alcoholes y drogas. Una vez cocido todo, hicieron comer aquella sopa siniestra a la madre moribunda, en presencia de sus amigos y amigas. La pobre niña murió entre sufrimientos atroces.
Eso es la guerra. He escuchado esta historia en un canal de televisión, espléndido reportaje periodístico, por cierto, sobre el Congo, hoy. Me he acordado de hace casi cuarenta años cuando fui corresponsal de guerra en aquel país, enviado por el ABC verdadero.
Entonces no había ordenadores ni teléfonos móviles ni tribus de Leguineche ni vainas en vinagre. Sólo dos españoles estuvimos allí: Quadra-Salcedo, que filmó unas escenas de televisión y se fue en cuarenta horas, y yo, que pasé un mes en la guerra del Congo.
Me quedé hasta el fin, hasta la liberación de las monjas españolas con las que regresé en un vuelo que nunca olvidaré y que aterrizó en Madrid entre la apoteosis popular, el despliegue del No-Do y la expectación periodística.
Pasé la Nochebuena y la Navidad de aquel año 1964 en el Congo. Viví la guerra en su más descarnada expresión. Entré con los mercenarios en Stanleyville. Huyó el ejército de Lumumba a la selva. Los vencedores, entre los que yo me encontraba, tuvieron la deferencia de adjudicarme la habitación del capitán Calistrat para dormir en el hotel Congo Palace. Era aquel mercenario un rumano inteligente e idealista, con un valor que erizaba.
Junto al hotel, una jovencita de ojos extraviados y piel de leche negra se pasaba las horas inmóvil. Un matrimonio belga me contó la historia. Los simbas la habían atado en una silla dentro de la tienda de alimentación que ellos regentaban.
Tomaron luego su bebé, lo metieron vivo en la máquina de cortar jamón y, delante de la madre, hicieron lonchas a la criatura. Lo conté todo en una crónica. A aquella niña de ojos extraviados la llevé de la mano al psiquiátrico de Leopoldville, gracias a un permiso especial que me concedió el capitán Calistrat.
Fue entonces cuando comprendí que no hay guerras santas ni justas ni necesarias ni inevitables. Todas son una atrocidad. Mi vida profesional me llevó a ser corresponsal de guerra siete veces en Vietnam, dos en Camboya, otras dos en Israel... No cambié de opinión. Estoy, por principio, contra la guerra, contra todas las guerras. Goya tenía razón. Sus desastres de la guerra son la verdad profunda de lo que ocurre cuando se desatan los instintos primarios del hombre.
Hablé del Congo con Vargas Llosa en la Academia. He visto varios reportajes de televisión sobre la situación actual. Lo que allí está ocurriendo es lo mismo a lo que yo asistí hace casi cincuenta años. Nihil novum sub sole.
Se están reproduciendo las mismas salvajadas de entonces. Que nadie me justifique la guerra. Ninguna guerra. Sé que Israel no puede aceptar que un presidente enloquecido como Ahmadineyad disponga de misiles certeros y puntas atómicas.
Si Obama no aplasta las instalaciones nucleares persas, lo hará Israel, que en 1981 bombardeó las de Sadam Hussein, la gente se olvida. La de Irán es la guerra que viene.
LO CUENTA : Anson
Es posible toda la crueldad más primitiva, tanto hace dos mil años como hoy, y los "civilizados" seguimos jugando a trincar la pasta del vecino cuanto más mejor. Lo de Africa clama a los dioses del Olimpo y lo del Congo por la desidia de belgas, europeos y gringos, todos en busca del "pringue" allí, mientras los bastardos hijos de puta negroides alivian sus instintos de exterminio del prójimo. Y sigo sin oír una sola sílaba sobre las pobres gentes de Africa por parte de los que siempre tienen los mofletes hinchados a cuenta de la palabreja "solidaridad". Sí esa cuadrilla de retro-progre-pijos.
Sí, se nos queda la cara como a esa imagen de Picasso encima de estas lineas : cara de jilipollas.
Congo,asieslaguerra
La descolonización tiene estas consecuencias: se dejaron "estados independientes" en los que realmente no había "estados" en el sentido descrito por Hobbes y Bodin.
ResponderEliminarSolo unas estructura vacía... Y así les va.
Gracias Adamantio por tu opinión. Yo creo que el problema no radica solo en la mala descolonización, sino en la codicia de belgas, useños, alemanes y otros por las minas congoleñas tras la independencia, en la que Lumumba (apoyado por la URSS) casi extermina a media población del Congo. Y le imitaron los gobernantes posteriores, siempre apoyados por las potencias occidentales.
ResponderEliminarLa situación del CONGO es una de esas lacras de la presuntamente civilizada humanidad; casi nunca se habla de la guerra del Congo con excepción, que yo sepa, de alguna revista de misioneros, de pequeña tirada, alguna pagina web de estos y la pagina web de medicos sin frontera; seguro que habrá más aunque los desconozco; por eso es laudable que los blogueros, aunque sea de vez en cuando, dediquemos algún artículo a este tema.Éste es particularmente interesante y apropiado para que en estos dias de PAZ recordemos a los hermanos que tan intensamente sufren y mueren en esta tragedia; yo mismo, modestia a parte, en mi blog hace alguna semanas bajé también un post sobre el tema.
ResponderEliminarExcelente el reportaje. Aprovecho para expresarte mis mejores deseos porque en este nuevo año se logren tus metas, mucha salud y prosperidad en unión de tu familia y seres queridos.
ResponderEliminarAbrazos