11 octubre 2008

ZP está siguiendo los pasos de ALLENDE






El 3 de noviembre de 1970 Allende fue instaurado en su cargo.Con un Gobierno de quince miembros, de los que cuatro pertenecían a su partido socialista y tres al comunista, Allende inició lo que denominó la "vía chilena hacia el socialismo".

En el área agraria aceleró el proceso reformador iniciado por Frei y procedió a expropiar un millón cuatrocientas mil hectáreas en los seis primeros meses de mandato. En la laboral, el salario mínimo aumentó en un 35 por ciento, una medida demagógica que tuvo funestas consecuencias precisamente para los más desfavorecidos de la sociedad. Al mismo tiempo, el 12 de noviembre el Gobierno anunció que desistía de las acciones legales emprendidas por delitos contra la seguridad del Estado, lo que benefició especialmentea a los terroristas de extrema izquierda del MIR.

Con ese trasfondo de demagogia, benevolencia hacia el terrorismo de izquierdas y falta de respeto hacia la propiedad privada, el 21 de diciembre de 1970 Allende propuso una enmienda constitucional que autorizaba la nacionalización de la industria chilena del cobre. La expropiación fue acompañada de compensaciones, de las que se excluyó a la Kennecott y a la Anaconda por los beneficios obtenidos en el pasado.

El siguiente paso de Allende fue asaltar la banca e intentar controlar la administración de justicia, ya que una justicia independiente podía ser un obstáculo formidable para su proyecto de desmontar el sistema constitucional. El 31 de diciembre Allende anunció su proyecto de nacionalización de la banca y, en enero de1972, creó los tribunales populares siguiendo el modelo cubano.

Por si fuera poco, en una nueva señal de benevolencia hacia los terroristas de izquierdas, ese mismo mes anunció que éstos quedaban indultados.

Las medidas de Allende eran dudosamente legales y, desde luego, su gestión no incluía contener a los que desbordaran el marco constitucional si su impulso era de izquierdas.

Cuando el l2 de marzo de 1971 el MCR, rama del MIR, tachó la reforma agraria de burguesa y realizó un llamamiento para ocupar las fincas sin reserva ni indemnización, Allende no se opuso e incluso el 17 del mismo mes comentó en una entrevista a Regis Debray que para llevar a cabo sus planes estaba dispuesto a reformar la administración de justicia, algo, dicho sea de paso, que ya había co-menzado a hacer.

Al control de la banca y de la justicia, Allende quiso además sumar el de los medios de comunicación. Durante ese mismo mes de marzo, la asamblea de periodistas de izquierda solicitó la nacionalización de la prensa y, en septiembre de 1971, el Gobierno vetó la extensión de los canales de TV a provincias.

Si la libertad de expresión y la independencia de la justicia estaban claramente amenazadas no podía suceder menos con la propiedad privada.

En mayo, el Gobierno de Allende dio un nuevo salto revolucionario -e ilegal- al promulgar el "decreto de requisición de empresas textiles" y sancionar la ocupación de fábricas por parte de los trabajadores sin ningún tipo de trámite legal. A mediados del mes siguiente, Eduardo Frei instó a Allende a que disolviera las bandas armadas mientras la justicia invalidaba una tras otra las medidas tomadas por el Gobierno.Por supuesto, el presidente no escuchó ninguna de las voces, embarcado en un proceso abiertamente revolucionario que en septiembre se caracterizó sobre todo por la ocupación violenta de fincas agrícolas.

Aparte del descoyuntamiento del orden constitucional y de un verdadero caos social, las medidas de Allende tuvieron entre otras consecuencias que la ayuda del Banco Interamericano deDesarrolIo se redujera en un 95 por ciento y el Banco Export-Import, que previamente había autorizado créditos, los suprimiera por completo.

Además se bloqueó la venta de repuestosy herramientas destinadas a los medios de producción, con lo que en pocos meses los vehículos que no podían circular por esta razón ascendían a varios millares. Por si fuera poco, el precio del cobre en el mercado internacional se redujo a la mitad.

La inflacción ascendió a un 160 por ciento (la más alta delmundo industrializado) y corrió en paralelo con una espantosa escasez de bienes alimenticios y de consumo que, cuando se intentó controlar desde una mayor intervención estatal, provocó el florecimiento del mercado negro.La reacción popular ante un suefio utópico convertido en espacio de tan pocos meses en pesadilla no se hizo esperar.

En diciembre de 1971 se produjo en Santiago la denominada "marcha de las ollas vacías", en el curso de la cual cinco mil amas de casa de clases altas y medias recorrieron la ciudad protestando por la carestía y haciendo ruido con cucharas y perolas después ante el despacho del presidente. Era sólo un anticipo de lo que le esperaba al Gobierno de la UP al año siguiente.

En 1972 las huelgas y las manifestaciones anti-allendistas se multiplicaron, erosionando poderosamente al Gobierno. Sus protagonistas eran decenas de miles de ciudadanos de a pie a los que la crisis económica estaba empujando a una situación desesperada. Ése fue el caso de los mineros de la mina de cobre de Chuquicamata, o del carbón, de los envasadores de refrescos, de los fabricantes de electrodomésticos, o de los cincuenta mil propietarios de pequeños comercios de Santiago, cuya manifestación en agosto concluyó de manera violenta.

En paralelo, proseguían las ocupaciones ilegales de fábricas y el MIR se consideraba tan fuerte como para enfrentarse a tiros a las unidades de policía.

La respuesta de Allende no fue obligar a los delincuentes a enfrentarse con la ley. Por el contrario, legitimó el uso de la violencia cuando,por ejemplo, el 30 de agosto, afirmó en un discurso que "la juventud debe poner atajo a los fascistas" y que "si hubiera una guerra civil la ganaríamos".

La escalada de las huelgas llegó a su punto álgido cuando,unos días después de la requisa ilegal de seis fábricas (cuatro de aceite y dos de textiles), los miembros de la Confederación Chilena de Propietarios de Camiones, temiendo una nacionalización del transporte, fueron a la huelga el 10 de octubre. Los comercios cerraron al no recibir los bienes de consumo y las fábricas por falta de materias primas. Al mismo tiempo, el transporte se colapsó.

En la práctica, la huelga significó la paralización del país. Allende no estaba dispuesto a recurrir a la ley para evitar el uso de la violencia por parte de la izquierda, pero ahora respondió a la huelga decretando la ley marcial en un área de quinientos kilómetros entorno a Santiago y estableciendo una precaria red de transporte sostenida por camiones militares. No sólo eso. La huelga fue declarada sediciosa y se procedió a la detención de los dirigentes sindicales. El Gobierno había recuperado el control y Allende se sintió lo suficientemente fuerte como para realizar en diciembre de 1972 un viaje oficial por México, la URSS, Argelia y Cuba, donde afirmó su identificación con las dictaduras comunistas. Ésta llegó a ser tan considerable que la misma URSS temió las consecuencias.

En documentos recientemente desclasificados aparece la reticencia del embajador soviético en Chile a secundar los planes de Allende para crear una Cuba en los Andes, fundamentalmente por los costes que la dictadura de Castro ya significaban para la URSS.

Con todo, los créditos y ayuda militar recibidos de la dictadura comunista por Allende fueron muy considerables.La política de Allende y la oposición cada vez mayor contra la misma tuvieron como consecuencia una rápida polarización de la opinión pública.

Mientras amplios sectores de izquierdas la apoyaban -considerando que había que mantener la lucha contra el imperialismo y las clases altas-, otros fueron adoptando una "actitud acentuadamente contraria.

Incluso muchos reformistas se preguntaban si había sido sensato en tan breve plazo aumentar el salario mínimo en un 35 por ciento, si era posible esperar inversiones cuando se acosaba a terratenientes y empresarios, si podría esperarse ayuda internacional cuando se expropiaban las compañías norteamericanas y, sobre todo, si era tolerableque la democracia chilena estuviera siendo sustituida a ojos vista por una dictadura como la cubana.

En marzo de 1973 tenían que celebrarse los comicios que permitirían renovar la mitad del Senado y toda la Cámara de losDiputados. Dado que todos los sondeos electorales preveían un fuerte retroceso para Allende, las fuerzas de la derecha llegaron a acariciar la idea de obtener una mayoría de dos tercios que permitiera desplazar de la presidencia a un presidente socialista que no había dejado de quebrantar el ordenamiento jurídico desde su toma del poder y que, además, no ocultaba su benevolencia hacia el terrorismo de extrema izquierda.

No faltaban razones para mantener un cierto optimismo al respecto. Pese a todo, los resultados electorales fueron interpretados por muchos como un refrendo de la política de Allende, que alcanz6 un 43,4 por ciento de los sufragios, es decir, una cifra superior a la que lo llevó a lapresidencia de Chile, y un aumento neto de ocho escaños que le situaba muy cerca de la mayoría. A pesar de todo, durante los meses siguientes menudearon los conflictos sociales y en ellos se vieron involucrados crecientemente las fuerzas armadas.

No resulta extraño que, en aquellos momentos, el general Prats fuera el blanco de las iras del sector del ejército que se iba desplazando cada vez más en favor de una solución armada. El 22 de agosto las esposas de trescientos oficiales se manifestaron ante la vivienda de Prats para mostrar su repulsa por el apoyo que había estado proporcionando a Allende hasta la fecha. Prats tardó apenas veinticuatro horas en dimitir, convencido de que un importante segmento del ejército ya no obedecería sus órdenes.

Le sustituiría el general Augusto Pinochet.La situaci6n que atravesaba el país era extraordinariamente tensa y cuando, a finales de junio de 1973, el diputado socialista Mario Palestrero afirm6 que la UP estaba formando milicias para practicar "la violencia revolucionaria" y que, en su momento,irían "al barrio alto y los que serían fusilados no serían obreros ni campesinos" la tensión se agudizó.

El 23 de agosto, de manera comprensible y harto justificada,la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de acuerdo que invitaba a Allende y al Gobierno a "restituir la normalidad democráticadel país" y a poner "término a todas las situaciones de hecho que infringen la Constitución y las leyes".

Una vez más, Allende desoyó la voz de la legalidad. Cuando el último día de agosto, el Colegio de Abogados emitió un informe señalando que, de acuerdo con el artículo 43.4 dela Constitución, Allende estaba incapacitado para el ejercicio de su mandato, la respuesta fue fulminante. Allende pensó en convocar un referéndum para el ll de septiembre con el propósito de que si la mayoría de los sufragios se inclinaba por él, disolvería el Congreso y convocaría unas nuevas elecciones.

La solución propuesta por el socialista volvía a mostrar el desprecio por la legalidad que había caracterizado a Allende y a sus partidarios y resultaba total-mente inaceptable en la medida en que desbordaba totalmente lo contenido en la Constitución. Se trataba de un mero plebiscito para ocultar lo evidente.

De hecho, el referéndum ilegal hubiera podido servir para que Allende disfrutara siquiera de una apariencia de legitimidad para continuar manteniendo las riendas del Gobierno en sus manos. Durante los últimos tiempos, la resistencia social frente al proceso revolucionario desencadenado por Allende había ido creciendo, ahora a ella iba a sumarse el ejército.

Una serie de circunstancias especiales iba a favorecer la puesta en funcionamiento de un mecanismo que abortara la revolución de Allende. La principal, sin lugar a dudas, era que septiembre era un mes en el que las fuerzas navales chilenas y norteamericanas llevaban a cabo unas maniobras conjuntas denominadas Operación Unitas.

Con ese telón de fondo, los militares partidarios del golpe no sólo podrían movilizar a sus fuerzas sin provocar sospechas sino que además contarían con la ayuda directa de Estados Unidos.

El domingo, 9 de septiembre, anclaron en la región más septentrional del país diversos navíos de guerra norteamericanos. Aquella noche, el general Augusto Pinochet, comandante en jefe del ejército; el general Gustavo Leigh, de aviación y el vicealmirante José Toribio Merino al mando de la zona naval de Valparaíso,se intercambiaron una nota en la que se señalaba como día D elmartes 11 a las seis de la mañana.El lunes 10 de septiembre, a las cuatro de la tarde, un conjunto de barcos de guerra chilenos abandonaron Valparaíso para encontrarse con cuatro navíos norteamericanos anclados frente ala costa del país. Apenas unas horas más tarde, el convoy aprovechó la oscuridad de la noche para regresar al puerto.

El desembarco de las tropas golpistas fue seguido por el control de las comunicaciones, la detención -en arresto domiciliario- del almirante Moreno y el confinamiento de sospechosos en los barcos.Hacia las tres de la madrugada Valparaíso estaba firmemente en manos de los rebeldes. La acción de Valparaíso tuvo paralelos en todo el territorio nacional.

Una tras otra, las regiones militares se sumaron a la ejecución del golpe, deteniendo o ejecutando desde las primeras horas a las personas que se consideraban sospechosas de allendismo. La resistencia fue muy débil en todo el país si exceptuamos Santiago. Se trataba de una circunstancia que debería llevar a reflexión sobre el apoyo real con el que contaba Allende, pero que, de manera comprensible, ha sido orillada. En este caso, la oposición al golpe provino directamente del propio Allende.

Despertado poco más tarde de las seis de la mañana por las noticias de que las fuerzas militares se dirigían hacia el palacio de la Moneda, inmediatamente se aprestó a defenderlo.A las siete, llegó al enclave con su guardia personal-veinte hombres-- y telefoneó a su esposa para indicarle que seguramente no volverían a verse. A las nueve, aprovechando que dos de las veintinueve emisoras de radio de Santiago no habían caído en manos de los golpistas, se dirigió al pueblo de Chile por última vez.

En este mensaje final insistió en su respeto continuo a la Constitución y las leyes -lo que no dejaba de ser una falsedad descarada- y deploró la traición de los militares a su juramento de lealtad. En el mismo se dejaba traslucir también que no esperaba detener elgolpe, pero que confiaba en la tendencia de la Historia hacia el progreso y en la imposibilidad de parar los procesos sociales.

Allende estaba obviamente decidido a convertirse en un mártir, pero los golpistas no deseaban otorgarle esa baza final.

Apenas unos minutos después de que concluyera su proclama, Allende recibió la llamada del vicealmirante Patricio Carvajal ofreciéndolela salida del país para él y su familia si se rendía de manera inmediata. Allende se negó con una firmeza absoluta y los golpistas emitieron un comunicado señalando que el palacio de la Moneda sería atacado por la aviación a las once del mediodía.

En realidad,la incursión aérea tuvo lugar apenas unos minutos antes de la doce y fue realizada por dos Hunter Hawk. A continuación, el regimiento de blindados número 2, el mismo que el 29 de junio había intentado derribar a Allende, atacó el palacio. Lo que se produjo entonces fue una defensa suicida del presidente socialista y cuarenta y dos leales frente a varios centenares de soldados que contaban con apoyo de blindados y de aviación.

Allende no sobrevivió a la lucha y no tardaron en circular las versiones más atrabiliarias sobre su muerte. La cuestión, en términos históricos, quedó zanjada hace mucho tiempo.

Como señalarían después su amante, la comunista conocida popularmente como la Payita, y su médico personal, Allende se suicidó.

Así acababa el experimento de creación de una Cuba andina.Las razones de su fracaso y, especialmente, del golpe que lo abortó son diversas, como hemos podido ver. Por un lado, se hallaba la carencia de naturaleza democrática de Allende manifestada en su voluntad clara de aniquilar el sistema constitucional chileno en su vía hacia el socialismo. Con un centro y una derecha que fiaban aún en la vía de la legalidad y que no contaban con milicias armadas -como la UP- Allende hubiera podido consumar sus proyectos de mediar dos condiciones de carácter internacional como eran la abstención de Estados Unidos y el apoyo decidido de la URSS.

Sin embargo, en 1973, Estados Unidos no estaba dispuesto a tener un nuevo Castro en el continente y la URSS tenía ya demasiados problemas internos como para aceptar una nueva hemorragia económica padecida a causa de la dictadura cubana. Así, a diferencia del dictador cubano, Allende se vio solo frente al ejército sin haber podido articular una fuerza armada suficiente (como la que había estado al servicio de Castro).


El resultado fue el triunfo del golpe, la terrible represión subsiguiente y el advenimiento de una dictadura que, al fin y a la postre, y también por razones internacionales, se autoconcluiría dejando paso a una transición democrática.

Sin embargo, todo ese drama hubiera podido evitarse si Allende hubiera respetado la ley, si no hubiera quebrantado las más elementales reglas democráticas, si no hubiera mostrado una clara benevolencia hacia el terrorismo de extrema izquierda, si no hubiera buscado vez tras vez el alineamiento con las dictaduras socialistas y si no hubiera ido erosionando todos y cada uno de los mecanismos de una sociedad libre, todo ello con la finalidad de implantar su modelo socialista y utópico.

Al final, esa conducta fue la que acabó provocando una reacción de defensa anti-revolucionaria. Y es que afirmar que Allende fue un demócrata no pasa de ser una gran mentira histórica.

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