31 julio 2008

DE CÓMO SER MAJADERO EN ESPAÑA



En una reunión de oncohematología celebrada en Estocolmo y a la que asistía como médico consorte, el representante de una delegación de galenos catalanes inició su intervención en su idioma. Le rogaron que se pasara al inglés, lengua franca de estos congresos, ante lo que dio parada de burro.
Los suecos no se rindieron y le ofertaron traducción simultánea español-inglés, porque catalán-inglés no tenían. Don erre que erre lo rechazó y continuó en catalán mientras se vaciaba el auditorio, porque nadie entendía nada. No hubo preguntas ni debate, pero los catalanes se retiraron muy ufanos, convencidos de haber ganado una batalla científico-lingüística.

Estos surrealismos retratan el síndrome de Babel que padecemos.

En España faltan médicos, y especialmente pediatras. El Gobierno vasco ha dado un paso de gigante liberando a los facultativos de acudir al hospital durante dos años a cambio de que aprendan euskara para curar las paperas con mayor eficacia.

El desbarre viene de lejos porque ya se primaba el conocimiento de la lengua vernácula sobre los títulos científicos, lo que ha degradado la medicina vasca.

No se extrañen de ver tanto niño vasco con cáncer en el Hospital del Niño Jesús, donde son atendidos gratuitamente por la Comunidad de Madrid, como a todos los españoles y extranjeros que requieran ayuda. La sanidad vasca te deriva a Santander o Burgos si no eres autóctono, aunque lleves el bazo en la mano. Será porque no entienden en español a los heridos.

Tuve una charla con el rumano Vintila Horia, premio Goncourt por "Dios ha nacido en el exilio", y me intrigaba la variedad idiomática de su obra. "Sencillo: escribo novelas en francés porque es más narrativo; el ensayo en español, que me da más amplitud de miras; y la poesía en rumano, mi lengua materna. Salto de un idioma a otro sin problemas porque hablo y escribo muy buen latín".

Romances con el castellano, el catalán y el gallego (a los vascos no les convencieron los romanos), y a algún inteligente se le ocurrió privar del latín a los escolares españoles, extendiendo nuestros idiomas al valenciano y el balear.

En ESPAÑA el síndrome de Babel es franquismo al revés. No logró la dictadura reprimir el catalán, pese a la inestimable ayuda de la burguesía local que estimaba su idioma como de clase baja y mimaba el español de sus niños.

Hoy es al contrario, y el mozo boliviano de un restaurante pretencioso no te sabe traducir la carta exclusivamente en catalán. Como dice el Manifiesto, que tanto duele, sólo se trata de devolver al español su derecho a ser aprendido en cualquier punto del país al igual que las otras lenguas cooficiales. Ni siquiera se pide para el castellano la primacía que tiene en España y el mundo, sino dejar estar, dejar ser, dejar hacer.

Los idiomas no se imponen porque siempre queda el refugio de entrecasa, y desaparecen solos, como las civilizaciones.
El español tiene la retaguardia americana y no va a menguar. Ya es lingua franca hasta en Manhattan. La globalización impulsa el plurilingüismo, pero ¡ay! de los que se queden solos con el catalán, el gallego o el euskara.


Por MARTIN PRIETO


Blogalaxia Tags:

No hay comentarios:

Publicar un comentario