07 julio 2017

Pamplona el 7 de Julio


El mundo entero ve a través de la televisión una masa formada por miles de corredores, seis toros bravos y seis cabestros recorriendo el casco viejo de Pamplona desde una cuesta muy empinada hasta una plaza abarrotada.
Algunos se interesan por el asunto, leen a Hemingway y al año siguiente se unen a la fiesta. La cosa podría quedarse ahí pero el encierro de Pamplona merece ser explicado y entendido, aunque probablemente ambas cosas sean imposibles.
"En el encierro es difícil mantener la prudencia una vez que empiezas a correr", asegura Apaolaza, pues "hay días que crees que te vas a comer el mundo, vas a coger el centro de la calle porque te sientes superpoderoso y en cambio llegan tres toros hacia ti y te vas hacia la pared y te cagas".

'Tener más cuidado' no garantiza nada ante seis toros bravos y otros seis animales mansos, sí, pero que más vale que ninguna parte del cuerpo quede debajo de sus pezuñas.
En el encierro, como en la plaza, se muere. En Pamplona, en 115 años, 14 toros mataron a 16 personas, ya que hubo dos que mataron a dos mozos cada uno.
Sobrevivir a esa carrera ante el abismo no puede provocar otra cosa que alegría. La alegría más fuerte que se pueda imaginar. Los toros pasaron, estamos todos enteros, tenemos 24 horas hasta el próximo.

Con los toros en los corrales de la plaza la ciudad se pone en marcha: "San Fermín nos ayuda a comernos un revuelto o unas magras con tomate y decir, joder, qué maravillosa es la vida. Cuando sale un toro disparado, que abre la manada, ha cogido tanta velocidad que no te da tiempo casi ni apartarte. La gente se va quitando y de repente hay uno que lo recibe, que lo coge. A veces lo ves y no hay tiempo ni de tirarse al suelo.




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