El garrote consistía en una cuerda atada a un palo o una argolla de hierro que permitía al verdugo estrangular mediante un torniquete a la víctima, que podía estar sentada o de pie, aunque siempre atada a un poste o una silla adosada al poste, describe Eladio Romero García en su libro "Garrote vil".
El reo moría por rotura del cuello o fractura de la columna cervical, "lo que esencialmente constituía una dislocación de la apófisis de la vértebra axis" que provocaba "el inmediato coma cerebral y consecuentemente el rápido fallecimiento", según detalla el doctor en Historia.
Nacido en el mundo romano o acaso antes, fue empleado en muchos países, incluida China (...), aunque al final donde más acabó arraigando fue en España y sus colonias, relata Romero García, que resalta cómo "en aquellos tiempos siempre se consideró el garrote como una forma más humana de ejecución, frente a la lista de crueles maneras de matar que comenzaba con la hoguera y podía concluir con el descuartizamiento".
Felipe V ya había aprobado en 1734 el garrote en lugar de la decapitación o el degüello para los nobles. La horca, considerada infamante, quedaba reservada a los plebeyos porque "morir sentado resultaba más digno que hacerlo suspendido en el aire. El garrote noble exigía que el condenado fuera trasladado en caballería y con la cabeza descubierta, mientras que en el vil debía hacerse en burro y el reo iba al revés y con la cabeza cubierta. Aunque la denominación de "garrote vil" desapareció del Código Penal en 1848, el nombre pervivió entre la gente.
"A mí me pueden venir sueltos o esposados, con la cara cubierta o descubierta..., me da igual. La cosa es rápida haciéndolo bien (...). Se sientan, les pongo el asunto y ya no se mueven", decía Vicente López Copete, que en 1954 agarrotó a Enrique Sánchez "el Mula". Copete iba a ser el último verdugo español, ya que le correspondía ejecutar a Salvador Puig Antich en 1974, pero por esas fechas fue condenado por estupro. El anarquista catalán y el alemán Georg Michael Welzel, ejecutados el mismo día con escasos minutos de diferencia, fueron los últimos de una larga lista.
Esta pena capital sería abolida definitivamente por la Constitución de 1978.
Antonio López Sierra, Vicente López Copete, VERDUGOS. |
Bueno, no se si era el mejor metodo posible pero para la epoca ni tan mal. La pena de muerte, algo que la mayoría yo creo que rechaza (por motivos diversos), pero que TODOS en algun momento deseariamos estuviera activa. Y es que la cantidad de gentuza que por tantas tierran pululan, es simplemente inadmisible.
ResponderEliminarSEÑOR OGRO.
EliminarLa pena de muerte sigue siendo objeto de discusión pero es obvio que si no cumple con la idea de ejemplaridad, si sirve para quitar de mitad de la sociedad a los irrecuperables SESINOS de toda época.
Respecto a sus modos lo cierto es que mejor que el garrote no eran ni el hacha que usaban los british ni la guillotina francesa, y menos la horca. Y otra majadería y que funciona con graves fallos es la silla eléctrica.
De los últimos ejecutados por garrote en España, allá por 1975, el verdugo oficial era un tipo que ni había visto en su vida el cómo usarlo ni sabía cómo funcionaba el aparato. Y se lo aplicó a un anarquista alemán con el que hizo una escabechina de las que se ven en pelis de terror. El tal verdugo era el que figura en la foto y que se llamaba Lopez Sierra.
No estaría mal instaurarla para los casos de corrupción de cargos públicos ( ya que desde hace tiempo están jugando con el futuro de nuestras vidas )
ResponderEliminarDON JUAN CARLOS.
EliminarHombre el garrote para los CORRUPTOS es un poco fuerte, a esos habría que exigirles que no volvieran a ver la luz del día hasta que devolvieran hasta el último céntimo robado.
Sí lo aplicaría a los violadores reincidentes con resultado de muerte de la víctima, y a los terroristas.
Don Javier, leyendo tu comentario me he acordado del crimen de Vitoria que nos conmocionó a todos. Aquel del enfermo este que se acostó con una chica brasileña y se despertó en mitad de la noche y descubrió que estaba violando a su bebe de un año y que lo acabó tirando por la ventana con resultado de la muerte de la pequeña.
ResponderEliminarYo personalmente, la pena de muerte no me gusta, me parece una venganza que además es irreparable (por aquello de los errores judiciales, que nos tienen tan acostumbrados en las américas). Solo la aplicaría para casos muy extremos como el descrito arriba.
Un saludo
DON JAVICHU.
EliminarTodos los que la aplican creen que es unicamente en casos muy estrictos, por ejemplo los Estados Usa que lo hacen. En sí los condenados son canalla muy de horca por sus antecedentes. Pero de vez en cuando condenan a alguien equivocado.
Qué bruticos...yo opino igual que vuesa merced en su respuesta a Juan Carlos, y es que hay por ahí psicópatas en serie irrecuperables y siempre algún progre o tontucio biempensante, es casi lo mismo, que crea que ya no es un peligro para la sociedad.
ResponderEliminarDOÑA MARIBELUCA.
EliminarLo de eliminar a los enfermos criminaloides es una baza aplicada siempre en la historia porque lo de "enfermos" es un añadido. Son siempre un peligro potencial además de autores de consumados crímenes. Y con los terroristas no cabe esperar que se hagan ermitaños de golpe.
En la Europa del XIX no se andaban con mermeladas a la hora de sentenciar y ejecutar a autores de asesinatos, pero llegó un italiano penalista llamado LAMBROSO que predicó que eran enfermos y había que REHABILTARLOS. Y ahí se jodió el equilibrio porque ya hasta los que ponian bombas tenian sus atenuantes.
Un asunto muy complicado lo de la pena de muerte, sobre el que no me siento capacitado para dar una opinión válida. Siempre me ha parecido terrible la previa a la ejecución, sea cual sea el método para llevarla a cabo. Esos momentos de preparación tienen que ser espeluznantes.
ResponderEliminarDON BWANA.
EliminarSí, si es tema complicado pero hay que afrontarlo. Sea no aplicándola o regulándola como pena para casos de terroristas y criminales en serie. En cualquier caso, tal como comenta, muy duros los preliminares de una ejecución.
Personalmente no tendría ningún escrúpulo en que ahoracar a KIM JUN UN de Corea o a Bocassa en Africa. Tampoco con los jefes degolladores del IS.
Sí, la verdad que con esos no.
ResponderEliminarDON JAVICHU
Eliminar¿Ves cómo con citar a unos cuantos merecedores de ser exterminados ya no se tienen escrúpulos ante la pena de muerte?
A mi no me causa ningún problema moral la pena de muerte. Mi única objeción es que una vez aplicada es una pena que no puede ser retirada, por ejemplo por errores judiciales.
ResponderEliminarDON REPÚBLICA.
EliminarLos errores judiciales una vez ejecuta la pena de muerteya no son solucionables.