Vamos a ver, en torno al fenómeno de la corrupción política hay algunos aspectos que siempre me han causado una perplejidad. Uno de ellos es la insolencia con que se lleva a cabo y la consiguiente desfachatez con que se exhiben sus frutos. Como si nadie fuera a darse cuenta.
Cuando lo cierto es que una de las principales características de la corrupción es precisamente su visibilidad. La gente la huele al vuelo. La percibe antes que la prensa. Y, por supuesto, mucho antes que los jueces. Se habla del asunto en los bares y a menudo se difunde entre improperios y carcajadas.
Otra de las particularidades del fenómeno es el hecho de que con frecuencia, desde determinados sectores, se pretenda disculpar al corrupto apelando a su ingenuidad. O sea, dando a entender que no sabía lo que hacía. O que lo más seguro es que no se diera cuenta de dónde se estaba metiendo.
Como si el dinero se multiplicara graciosamente y por arte de bóbilis, bóbilis, ante la simple aparición de determinados seres elegidos.
Y ya, abundando en lo anterior, quizá, lo más llamativo de todo (visto al menos desde la canalla perspectiva de la calle), sea, más que la presunta candidez del corrupto, su aparente incapacidad para prever la gravedad de las consecuencias. Eso sí que no me entraba en la cabeza hasta hace poco.
Me decía a mí mismo: pero, ¿es posible que fuera tan estúpido como para no haber pensado en las consecuencias que eso iba a acarrearle, no solo a él, sino también a toda su familia?
El ingenuo soy yo, me temo. Porque, al parecer, a determinada altura, se relajan mucho las cosas. Y la moral se enrarece y se distrae. Todo se ve fácil. Y hasta natural. Y uno tiende a considerarse un poco por encima de las leyes. Y a sentirse placenteramente invulnerable. Como cuando no sé qué político declaró hace no mucho algo así como que era imposible que se le condenara por la sencilla razón de que el juez y él eran amigos íntimos.
Estas cosas llegan a ocurrir. Es cierto, parece mentira, pero pasan. De hecho, se repiten sin parar. Es un delirio propio de las élites ( élite en el sentido de estar sentados en el mando).
Un tipo que se hacía llamar Shopenhauer (vaya capricho, con lo simple que es llamarse Agapito Perez) decía más o menos así: "En todo grupo grande orientado a fines prácticos, habrá siempre dos o más granujas que se reconocerán prácticamente en el acto, como si ambos llevaran una insignia, y que rápidamente se pondrán de acuerdo para perpetrar abusos y traiciones"
Pues eso.
entre granujas estamos
La verdad. siempre nos hemos dado cuenta de la corrupcion en el ambito politico.El problema es que ahora no funciona la Guillotina,Veo que usted es un amante de Shopenhauer.El si que supo retratar las miserias humanas.un saludo y perdone mi talante radical.
ResponderEliminarAlgunos piensan que si no lo hacen ahora que pueden y les toca, quedaran como unos maulas. La misma mujer le dirá "si es que eres un inútil y un gilipollas, mira fulanito y menganito esos si que han tenido cojones y no tú". Y ademas como dices muchos del people les disculpan pensando que ellos harían lo mismo si estuvieran en su lugar.
ResponderEliminarSaluditos.
DON AGUSTÍN
ResponderEliminarSoy un ferviente preconizador de que la Guillotina funcione cada un tiempo y con los políticos en exclusiva. Gracias a ella La France nos lleva dos siglos de ventaja en Educación, gobernación y ausencia de fanatismos secesionistas.
Shopenhauer decía verdades como puños.
Todo esto se basa en unos pilares tan conocidos como la propia mangancia:
ResponderEliminar- Partitocracia: las ratas se protegen en listas de partido y saben los votantes nunca les votarán a ellos, pero sí al Partido. Además, a más alto en el Partido, más acérrima la defensa.
- Aforamiento: esa inmundicia que rompe todo principio de justicia e igualdad. Y junto al aforamiento, el aparato estatal dispuesto a "crujir" a insinuadores y periodistas díscolos (los que queden).
- Justicia: no me extiendo en esto, es archiconocido.
Si unimos a esto la cultura hooligan que el español medio tiene por la política, el plato de la impunidad esta servido. Buen provecho.
DON ZORRETE
ResponderEliminarLo retratas muy bien : si no es la tertulia de la tasca es la parienta los que empujan al granuja a serlo. Naturalmente, hay una concreta predisposición a ello en muchos.
SEÑOR OGRO
ResponderEliminarEntre el sistema de listas cerradas y no representación personal por distritos pequeños, el medieval privilegio del "aforamiento" más propio de cuando el Obispo Gelmirez allá por los años 1.000, y la existencia de ropones-lacayos en vez de jueces, tal como detallas, son en efecto la causa última de que se vayan de rositas. La causa primera es la carencia de educación cívica.
Da igual, es muy sencillo, el legislador es el ladrón, no todos pero miran a otro lado.
ResponderEliminarEsto no se cambia si no es con partidos políticos nuevos, y ni están ni se les espera (no me vale Rosa Díez... ésta sabe lo que puede pillar y sabe cómo hacerlo).
Aquí se asume que se robe... sin llamar mucho la atención, eso si que es feo.
DON ISRA
ResponderEliminarSi sólo fuera el LEGISLADOR, no estaría tan mal. Es que la cultura del pelotazo desde el cargo se ha extendido desde esos a los ujieres, a los yernos de rey y a alcaldes y concejales de aldeas.
Lo de "sin llamar la atención" no les sirve tampoco. ¿Para qué iba a querer el Bono disponer de caballos y de una villa en Somosaguas si no pudiera presumir de ellos ante los amiguetes?. Les pasa como a Dominguin tras pasar la noche con Ava Gadner. Necesitaba contarlo en la barra del bar y sin tiempo a desayunar.
Hoy me he cruzado con siete moras, con sus correspondientes vástagos, de diferentes edades. Cuando esos niños sean mayores y consigan el poder en Estepaís, creo que se afanará menos por miedo a perder la mano con la mini-guillotina.
ResponderEliminarDON BWANA
ResponderEliminarMire, no es mala idea de futuro. Sabiendo que nos van a dominar, al menos éstos tienen sus métodos contra el robo. Y bastante efectivos. De paso que se lleven también a la ingente marea de maricones que pululan por nuestras televisiones.
Algo se aprendió desde los GAL, es mejor dar carta de naturalidad a la corrupción porque llega un momento en el que mucha gente la asimila y hasta, los más tontos, la justifican.
ResponderEliminarEs una huida hacia adelante que tiene éxito mientras hay dinero, me refiero a mientras la gente normal tiene dinero. Si te fijas poca gente habla de faisán o del 11M, en cambio cuando les tocan la pela...
DOÑA CANDELA
ResponderEliminarYo no creo que esta mentalidad de granujería sea producto de ahora, aunque sí su impunidad. Los sociatas trajeron, como dices, la naturalidad de los 11-M y los Faisan o las gasolineras pero la masa popular siempre ha creído que los que tienen a su alcance dinero ajeno son tontos si no se apropian de él.
Ya los aristócratas, desde la Edad Media, impusieron aquí la costumbre de enriquecerse con dinero público.