14 marzo 2010

Alistair Urquhart en el Rio Kwai

Este hecho real va dedicado al bloguero más aficionado a la intriga y las descripciones de torturas, Isra.

Hace 65 años que Alistair Urquhart no puede dormir.

Antes, cuando caía la noche, salía a caminar por las calles desiertas y trasnochadas de Dundee, en Escocia, donde reside. Ahora, a los 90 años de edad y postrado en una silla de ruedas, hace cualquier cosa para no dormirse y dejar que las pesadillas le atormenten.

Teme la oscuridad, la noche, cerrar los ojos. Su familia nunca ha sabido qué era aquello que le arrebataba el sueño. Ahora, ya cerca del final de su vida y 17 años después de que muriera su esposa, lo ha escrito en un libro. En The Forgotten Highlander (acaba de salir a la venta en Reino Unido), Urquhart relata el terror de los tres años y medio que pasó como prisionero de guerra de los japoneses durante la II Guerra Mundial, en los que vivió esclavitud, torturas, decapitaciones, canibalismo, vampirismo y una crueldad y sadismo ilimitados.

Sus dos hijos no pudieron terminar de leer el libro.

Alistair Urquhart nació en el pueblo pesquero de Newtonhill, en el noreste de Escocia. Su padre luchó en la I Guerra Mundial enrolado en el regimiento escocés de los Gordon Highlanders, pero nunca contó su experiencia.

De pequeño nunca comprendió por qué su padre nunca hablaba de la guerra.

En 1941, con apenas 20 años, Alistair fue reclutado por el mismo batallón que su padre y enviado a Singapur. Al principio de la II Guerra Mundial la colonia británica era un destino privilegiado. Pero el 15 de febrero de 1942 la isla fue invadida por los japoneses y apresaron a 600 Highlanders.

Durante la invasión, cuenta Urquhart, los japoneses mataron a 300 enfermos de un hospital. Sería el inicio de su descenso sin fondo a los infiernos. Los 600 del batallón fueron metidos como ganado en los vagones vacíos de un tren sin saber a dónde los llevaban.

Hacinados en el interior del furgón, se oían gritos de "¡No podemos respirar! ¡Abrid! ¡Abrid!". Estaban tan apretados que no se podían ni sentar. No había lavabos y hacían las necesidades donde podían. La mayoría padecía disentería, malaria y diarrea. Él también.

Pasaron cinco días encerrados en el asfixiante compartimento sin beber ni comer. Algunos no resistieron.
Cuando se abrieron las puertas,estaban en medio de la selva tailandesa. Aún tuvieron que caminar 160 kilómetros a través de la jungla hasta el campo de prisioneros.

"Estaba totalmente aturdido —escribe el anciano insomne—.Padecía disentería ymalaria y no había medicamentos. Si tenías una camiseta eras afortunado. Si tenías un gorro,eras extremadamente afortunado.Me arrastraba con sarna y piojos y perdía peso".

A los compañeros que caían enfermos o exhaustos, les clavaban la bayoneta en el pecho. Les azotaban con látigos de bambú. "Un corte de bambú te provocaba úlceras tropicales que causaban gangrena, y entonces te tenían que amputar sin anestesia", relata.

"Nos poníamos gusanos en las úlceras, sentías como te mordisqueaban la carne, pero esos gusanos te salvaban la vida". No existía la higiene. En tres años nunca se aseó ni se cambió de ropa, y no comió nada más que una ración de arroz cada dos o tres días.

Durante la travesía por la selva, pasaron por entre los cuerpos mutilados y descompuestos de los miles de chinos asesinados en la masacre de Sook Ching. El inhumano viaje a pie duró 32 horas.

Cuando llegaron al tenko (campamento) de Changi, descubrieron a 50.000 hombres, prisioneros de guerra, apilados en un espacio diseñado para 4.000 personas.

Eran esclavos y realizaban trabajos forzados para construir el infame ferrocarril de la muerte, desde Birmania hasta Siam, 415 kilómetros de rieles a través del terreno más inhóspito de la tierra. La construcción de ese ferrocarril quedó inmortalizada en la película de 1957 El Puente sobre el río Kwai, que, promete Urquhart,no refleja la brutalidad de los japoneses.

"La construcción del ferrocarril de la muerte fue uno de los grandes crímenes de guerra del siglo XX. Moría un hombre por cada traviesa que se colocaba. Los culatazos con el rifle y los latigazos sin razón eran la rutina",describe.

En su contrucción murieron 16.000 británicos y más de 100.000 nativos.

El comandante del campamento se llamaba Usuki, pero le apodaban el Príncipe Negro. Era el más sádico de todos. "Era un bastardo. No éramos más que escoria para él", describe el ex preso.

Su mano derecha era el sargento Seiichi Okada, "bajito y rechoncho", conocido entre los británicos como Doctor Muerte. Okada cumplía con devoción y gozo las órdenes de su comandante. Su tortura favorita era la del agua. Consistía en tumbar a un prisionero en el suelo, lo sujetaban fuerte y le introducían una manguera por la boca. Los llenaban con litros y litros de agua hasta que se les hinchaba el estómago.Entonces Okada saltaba alegremente sobre su barriga. "La mayoría murieron. Muy pocos sobrevivían", lamenta.

Otra tortura habitual era tumbarlos en el suelo con los brazos y las piernas abiertos y atarlos con hilos de bambú mojados por las muñecas y tobillos a unas estacas. Cuando las hojas se secaban se convertían en afilados cuchillos que les iban cortando la piel hasta que se les salían los tendones y cartílagos. "Incluso los más fuertes gritaban como locos", rememora el superviviente. Les dejaban agonizando.

"Al día siguiente, cuando pasábamos por el lugar, el prisionero torturado ya no estaba, nunca pregunté qué habían hecho con él".

Una de las imágenes más aterradoras que recuerda fue la decapitación pública de un compañero que había intentado huir. Después de golpearlo durante días, lo pusieron de rodillas enfrente de todos. Llevó a cabo la ejecución el mismo Príncipe Negro, que se vistió de gala para la ocasión. Le cortó la cabeza con un sable de samurai.

Urquhart trató de pasar desapercibido, no enfrentarse a nadie, de resistir en el silencio. Pero en una ocasión le entraron unos retortijones en el estómago en medio de la noche y salió corriendo hacia las letrinas. Le detuvo un guardián que intentó violarle. Él le dio una patada en la entrepierna.

El grito del vigilante alertó al resto de guardias, que rodearon a Urquhart. Entonces apareció el Príncipe Negro, se lo encontró cara a cara. Le obligó a cuadrarse frente a él. Urquhart se tambaleaba y desfallecía con un dedo del pie roto. Lo golpearon durante días antes de encerrarlo en un hoyo en el suelo donde no podía ponerse en pie ni sentarse. Cada día le arrojaban un cucharón de agua.
Contó hasta siete. Pasó siete días en aquel agujero negro. Al salir del hoyo, lo tuvieron que llevar a la enfermería.

La parte más complicada de la construcción del ferrocarril fue levantar el puente sobre el río Kwai. Era una locura. Tenían cortes y heridas por todo el cuerpo y
la suciedad del agua infectaba las heridas. Levantaron el imponente puente (después bombardeado por los americanos) trabajando con herramientas rudimentarias.

Cuando los vigilantes no miraban, colocaban termitas en las ranuras de la madera o cortaban a medias los troncos para que cuando pasara el primer tren el puente se derrumbara.

El pensamiento del suicidio era habitual. Se preguntaba por qué no se lanzaba desde lo alto del puente. Padecía disentería, malaria y beriberi, cuando Urquhart fue abatido por el cólera. Pasó seis meses en un hospital.

Una vez recuperado, le metieron en otro tren de prisioneros hacia Singapur.De allí a un barco con otros 900 prisioneros para un campo de Nagasaki, en Japón.

Amontonados en las entrañas del barco, sin comida ni bebida, se volvieron locos.

Presenció el nivel más bajo de la desesperación humana. Se bebían la orina. Se mataban los unos a los otros para beberse la sangre y comer carne. A los enfermos los pisaban hasta matarlos. En su sexto día en el mar, el 12 de Septiembre de 1944 el submarino aliado USS Pampanito les torpedeó y Urquhart salió volando, entre llamas, por los aires "como el tapón de una botella de champagne", cayendo al mar.

Se agarró a una pequeña balsa y sobrevivió como un náufrago, a la deriva, bajo el quemor del sol, durante días. Hasta que un ballenero japonés lo encontró y lo llevó moribundo a Japón, donde le trasladaron a un campo de prisoneros a 12 kilómetros de Nagasaki.

El 9 de agosto de 1945, los Estados Unidos lanzaron la bomba atómica sobre Nagasaki. "Escuché un ruído desagradable y una ráfaga que me lanzó hacia los dos lados, después supe que habían lanzado la bomba", recuerda.

Más tarde padecería un cáncer de piel y artritis como consecuencia de la radiación.

Al final de la guerra se reencontró con su familia. Habían transcurrido cuatro años desde que se marchó. Ya le habían dado por muerto. Al regresar a Escocia recuperó el trabajo que tenía antes de la guerra como comercial de una empresa de electricidad.

Se casó con Mary y tuvieron dos hijos.


14 comentarios:

  1. Ves Tella, la realidad siempre superará la ficción.

    Ha sido un relato magnífico y deja clara una cosa, unos crian la fama y otros... ya sabes. La que liaron los japos por esa zona dejaría en meras anécdotas los experimentos nazis en los campos de concentración.

    Tu historia trata de prisioneros de guerra pero donde se "esmeraron" fue con el trato a la población civil, sobre todo en las violaciones sitemáticas de mujeres.

    En la ciudad de Nanking se encontró "el reguero de los 10.000 cadáveres", fosa común de 350 metros de largo por cinco de ancho con 12000 cadáveres, bebés incluidos. Destruyeron aproximadamente el 70% de la ciudad y como te dije antes, su especialidad fue la violación.

    Cerca de 80000 chinas fueron violadas por los japos, durante el día y con público (en numerosas ocasiones familiares o cónyuges) y en muchas ocasiones tras la vejación eran asesinadas y/o torturadas cortándolas los pechos o asesinadas a puñaladas con bambú, bayonetas u otros objetos introducidos en la vagina.

    Como ves, más que alumnos aventajados bien podrían ser considerados maestros de los nazis.

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  2. Estremecedor relato Tellagorri.
    A veces me pregunto hasta dónde es capaz de llegar el hombre y hasta dónde su aguante.
    Testimonios como éste deberían ser suficientes para aleccionar al hombre, pero me temo, que si en este mundo hay un ser cruel, ese es el humano.

    Al final, ni cambios climáticos ni terremotos, el mismo hombre acabará con la especie, porque estoy segura de que barbaridades como éstas siguen aconteciendo hoy en día.

    Un abrazo.

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  3. Los japoneses demostraron una crueldad pavorosa a lo largo de toda la guerra: Nanking, el famoso puente este, etc. Luego, los relatos de los supervivientes que te dejan pasmado, su crueldad con los prisioneros era extraordinaria dada su ideosincrasia y su desprecio por los que se rendían. El debate sobre si lanzar o no las bombas fue necesario, se responde en buena parte entendiendo esta ideosincrasia del desprecio a la rendición.

    Al margen sr Tellagorri, comentarle que he citado en mi blog algunos datos de unas entradas suyas, acerca del PNV y su "labor" en la guerra civil y los viajes de Aguirre a la Alemania de Hitler, naturalmente le he citado como fuente, espero no le importe.

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  4. ISRA

    Tienes razón. Los japos fueron muchísimo más crueles y sanguinarios que los nazis. Porque, no sé si es el amarillo de la raza, son retorcidos y amantes de causar el máximo daño y dolor posible al prójimo.

    Lo que cuentas de China es increíble pero cierto, y por eso los actuales chinos no les perdonan aquello y no creo que lo hagan nunca.

    Un Japón desatado y con poderío es más temible que una docena de Adolfs.

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  5. ELENA

    Estoy de acuerdo contigo. Ni cambios climáticos ni terremotos, el auténtico peligro y terrorífico es el HOMBRE en su locura cuando tiene poderío.

    Actualmente siguen sucediendo similares sucesos y no muy lejos de la civilización occidental, por ejemplo en México y países sudacas a cuenta de todos los bandos organizados, entre los que destacan por su crueldad los enmascarados agentes de la CIA.

    Stalín deportó a millones de seres humanos de unas zonas a otras, mató con premeditación a otros millones cerrándoles todo acceso a alimentos (Ucrania), y eliminó en sus Gulags a otros varios millones.

    Hoy siguen existiendo parecidas cosas. Por ejemplo en Irán, Irak y Afganistan. Sin meternos en más dibujos sobre lo que sucede en los países arábicos, cuyo campeón es Arabia Saudí.

    El animal más terrible existente es un mozo calzado de botas militares portando un arma de guerra y con mucha sed de sangre. Por ello los que son idiotas totales y hablan de multiculturalismo y palabros parecidos, yo los enviaría de vacaciones forzosas durente sies meses a Birmania o a Yemen.

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  6. Horripilante narración.
    Y es que no hay nada más terrible que un humano con poder sobre otro y sabiendo que sus actos gozan de impunidad.
    El goce al contemplar el sufrimiento ajeno sólo se da en la especie humana.
    Y luego dirán que somos inteligentes...

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  7. SEÑOR OGRO

    Gracias por el comentario con el que coincido.

    Puedes copiar lo que quieras de este blog para el tuyo y cuando lo desees. Sí te agradecería que en los temas o post que no son cogidos de prensa (como el de hoy que es del El Mundo)cites la fuente.

    Eres bienvenido como comentarista.

    En tu bloga hay un post que habla del origen de de los vascos en chufla, y si quieres puedes ver en este blog la realidad de tal origen mirando en
    http://tellagorri.blogspot.com/2009/05/vascos-adn-y-linguistica-dan-origen.html

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  8. ASPIRANTE

    Basta con ver la reacción de un analfabeto al que colocas un uniforme y una gorra de representativa de algún tipo de autoridad, para comprobar en acción el abuso del hombre sobre el hombre.

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  9. HABIA UNA VEZ

    En efecto, estas cosas dejan sin ganas de comentarlas porque se batán a sí mismas para describir lo que es horror.

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  10. Conmovedora y dantesca la historia que nos cuentas, "Tella".

    Como decía Homero, "Los hombres se cansan antes de dormir, de amar, de cantar y de bailar que de hacer la guerra", y aún así, cualquier calamidad es preferible a una guerra..., el hombre se vuelve loco ante ella.


    Un abrazo.

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  11. LOLA

    El ser humano es una mala bestia. Y si tiene forma femenina (ojo con lo que piensas).................

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  12. Javier, es éste un testimonio desgarrador, tanto o más que muchos Latinoamericanos como el caso de Colombia con la guerrilla y el de otros pueblos no sólo de América, que llevan a cuestas el terror de sus tiranos.
    Recordemos que otro Príncipe Negro sin ser japonés, Adolf Eichmann, condujo la orden de Hitler para el exterminio que no puede olvidar la Historia del mundo. Fue el racismo Nazi tan cruel o más que todas las historias de guerras, y de tiranos vestidos de demócratas.

    Un abrazo.

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  13. INES DE CUEVAS

    Gracias por el comentario. El nazismo fue aterrador pero creo que ese mismo nazismo nipón fue igual de terrorífico que el alemán.

    Un cariñoso saludo

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