La Isla de Montecristo. Es justo como uno se imagina que han de ser las islas de los cuentos: un enorme y compacto bloque de piedra que surge de repente en medio del mar. Es tan idílica que no sólo es agreste y está deshabitada, como mandan los cánones de la fantasía, sino que su cumbre suele estar coronada por una maraña de nubes.
Y, por supuesto, su naturaleza salvaje encierra cuevas magníficas para esconder en ellas un cofre repleto de monedas de oro.
Alejandro Dumas (1802-1870) sabía definitivamente lo que hacía cuando decidió situar aquí, en esta isla de tan sólo 10 km² ubicada en el archipiélago de Toscana, en Italia, parte de la acción de su famosa novela de aventuras El Conde de Montecristo. Hasta tal punto que algunos expertos consideran que Dumas, además de escritor, probablemente fue también un marinero y un consumado aventurero que surcaba los mares en barcos de vela y que conocía las historias y fábulas que circulaban por los puertos del Mediterráneo, utilizando algunas de ellas como inspiración.
Porque justo una de esas leyendas de las que los lobos de mar hablaban en la tabernas de Marsella, de Málaga, de Tánger o de Creta hacía referencia a un fabuloso tesoro escondido en la isla de Montecristo.
Fue en una cueva de esta isla donde Edmond Dantes, el protagonista de El Conde de Montecristo, encontró la fabulosa fortuna cuya existencia le había desvelado el abate con el que compartió penurias durante los años que permaneció injustamente encarcelado en el castillo de If, situado no muy lejos de aquí.
Cuando logró escapar Dantes puso rumbo a Montecristo y aquí, siguiendo las indicaciones que le había dado el abate Faria, encontró en una cueva el tesoro prometido. Convertido en un hombre rico, adoptó el título de Conde de Montecristo y comenzó entonces a vengarse uno por uno de todos aquellos que habían lanzado contra él las falsas acusaciones que le llevaron a la cárcel y que arruinaron su vida.
Un archipiélago del que también forma parte la isla de Elba, donde Napoleón estuvo exilado 10 meses, y la isla del Giglio, famosa desde que en enero de 2012 el funesto capitán Francesco Schettino hiciera naufragar frente a ella al Costa Concordia, una mole con 3.216 pasajeros a bordo.
insula montecristo
Puffff me hiciste recordar, cuando era pequeña, que ponian una obra de teatro en la tele por la tarde noche. El conde de Montecristo. Yo era una rsta enana y lo veia a escondidas por que no me dejaban verlo. Preciosa obra de A. Dumas. Un besazoooooo caballeroooo, me iria sin pensarlo a esa playita a ver si por lo menos alli salia algo el sol :):)
ResponderEliminarDOÑA MIDALA
ResponderEliminarAún estás a tiempo. Según la leyenda, que recogió Dumas, unos frailes de los años 400 enterraron allí, en la isla, unos tesoros y aún deben de quedar algunos escondidos en la isla.
Tomas el sol y en los ratos libres buscas los tesoros de pedruscos de diamante y parecidos.
y de ahí viene la expresión "verás lo que esconde el conde", como ves, si hace falta elevar el nivel intelectual del blog, ahí estoy yo.
ResponderEliminarJunto a esa magnífica frase había otra igual de güena en la peli*... "va a haber hostias por venir a este hotel..."
* no recuerdo el título de la peli, pero sí que era alemana, de finales de los 70 viendo la pelambrera púbica de las protagonistas, y es que fue la primera porno que nos vimos mis colegas y yo por aquél lejano 1986. Por cierto, doy otro dato interesante por si algún otro amante del 7º arte la recuerda y sabe el título, salía un enano negro que se pasaba la peli en pelotas pero con estilo, pues portaba unas botas vaqueras rojas (sí, sí, como las de Ted Mosby en CCAVM)
DON ISRA
ResponderEliminarElevadísimo el nivel inteleactual del blog con tus aportaciones. Qué duda cabe.
Sin ánimo de molestar te recuerdo que antes de la peli había un libro y es en donde aparecían el conde y los enanos y las ideas pornos, etc., etc. escrito por un gabacho llamado Dumas.
A todo esto ¿Te has puesto ya el uniforme de agosto en Madriz, uséase chanclas y chandall fosforito?
¡of course Tella!, la duda ofende, no sólo he pillado un chándal brilli brilli cojonudo de carreful, las chanclas las acompaño con unos exquisitos calcetines blancos mu gordos y me levantao el cuello del polo, vamos, lo que viene a ser un look muy de la playa de la concha adaptado al gusto poligonero de Baracaldo... y hasta aquí puedo leer.
EliminarDON ISRA
EliminarBuena réplica. Como era esperable del "mozo eburneo de Complutum". Me ha gustado lo de "adaptado al gusto poligonero de Baracaldo".
Es curioso que los piratas, a los que se supone aficionados a todo tipo de vicios, debían ser unos consumados previsores y ahorradores, dejando cientos de tesoros enterrados en otras tantas islas desiertas.
ResponderEliminarDON ULTIMO DE FILIPINAS
EliminarImagino que los piratas serían muy conservadores en cuanto a sus "ahorros", pero lo de los tesoro de la Isla de Montecristo venía de una leyenda según la cual unos monjes que huian de turcos fueron los que escondieron montones de riquezas en esa isla.
Una novela magnífica, la de Dumas, y ahora, viendo fotos de la isla, no la veo como tan infernal, sino más bien un paraíso al que retirarse durante un tiempo. Curiosa la mutación que ha hecho la idea del exilio, pasando de ser una pesada carga a una salvación alejada del Gran Hermano moderno.
ResponderEliminarDON HEREP
EliminarPues es realmente cierto lo que afirmas : el exilio en islas desiertas viene a ser cosas de millonarios huyendo de las plebes y de las ordinarieces.
No obstante en esa isla, según he leído, sólo viven dos guardeses dedicados a su custodia porque el Estado italiano no permite que sea visitada por turistas.
Y como dices debe de ser muy bonita vista desde un barco.